El largo y tortuoso camino que han recorrido los diversos textos hasta llegar a estos de los que disponemos hoy es reflejo de la dilatada, difusa e intermitente historia del buddhismo en Asia. Debemos recordar que en época del Buddha los avances culturales de la civilización Harappa llevaban milenios en el olvido. Y faltarían aún siglo y medio para que aparecieran los primeros guiones que posibilitaron gradualmente la adopción de la escritura. El Buddha vivió técnicamente en la prehistoria. La transmisión del conocimiento se realizaba exclusivamente por la vía oral. Esto es importante para la presentación y el desarrollo de esta obra. Los discursos obedecen a estructuras mnemotécnicas hechas para ser recordadas por grandes grupos de bhikkhus, cada uno de ellos con partes que, a su vez, son compartidas por otros bhikkhus, de forma que la redundancia resultaba suficiente para superar pérdidas de información a raíz de la muerte de ciertos individuos o incluso fueron capaces de sobrevivir de alguna forma a calamidades y mortandades, hasta que un siglo antes de la era común, se decidieron a pasar las enseñanzas a endebles hojas de palma para conjurar de una vez todos estos riesgos.