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Y, FINALMENTE, EL HOMBRE

Foto del escritor: Tomás Morales y DuránTomás Morales y Durán

Actualizado: 22 jul 2023


Copyright © 2023 Tomás Morales Duran. Todos los Derechos Reservados

La expresión «el hombre como culminación de la creación» se refiere a la idea de que, dentro del orden natural, los seres humanos ocupan una posición especial y superior al resto de seres vivos. Esta idea incluso se asienta en la creencia de que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de dios.

La idea de que el hombre es la culminación de la creación puede basarse en el reconocimiento de las capacidades y características distintivas de los seres humanos, como las habilidades cognitivas, las facultades sociales, emocionales, la razón, la capacidad de razonar moralmente y la capacidad de crear y apreciar el arte y la belleza. Estas facultades se consideran únicas y distintivas de los seres humanos en comparación con otras formas de vida en la Tierra.

Podríamos ver al hombre como un gigante, con habilidades, facultades y capacidades asombrosas.

Y quizás incluso lo parezca. Pero no es del todo así.

La imagen del Hombre se asemeja más bien a la del añorado Mazinger Z, ese robot prodigioso comandado por un muchacho que ocupaba el puesto de mando desde una cápsula similar a un dron actual situada en la cabeza del gigante.

A diferencia con Mazinger Z, el hombre esta comandado por un batracio y a semejanza con el robot, también es un autómata.

Los batracios son animales vertebrados que se caracterizan por su capacidad para vivir tanto en el agua como en tierra. Aunque su estructura cerebral es algo menos compleja que la de los mamíferos y las aves, aún poseen ciertas capacidades mentales que les permiten adaptarse a su entorno y sobrevivir.

A continuación veremos algunas de las capacidades mentales más destacadas de los batracios:

Los batracios pueden aprender de la experiencia y recordar ciertos estímulos asociados con situaciones que les proporcionan beneficios o peligros. Por ejemplo, algunas especies pueden aprender a evitar depredadores peligrosos o identificar fuentes de alimento. Han desarrollado un fuerte estímulo a favor del apego y otro aún mayor hacia la aversión.

Los batracios tienen la capacidad de orientarse y encontrar su camino en su entorno. Pueden utilizar señales visuales, auditivas y olfativas para ubicarse y desplazarse hacia sus áreas de reproducción, fuentes de agua o sitios de refugio. Son capaces de ubicarse y saber donde se encuentra lo que necesitan.

A través de vocalizaciones y comportamientos específicos, muchos batracios pueden comunicarse con otros miembros de su especie. Las llamadas de apareamiento son especialmente comunes, y desarrollan patrones vocálicos característicos para atraer a sus parejas. Los batracios son capaces de hablar entre ellos. Tienen capacidades sociales.

Los batracios tienen sentidos desarrollados para percibir el entorno que les rodea. Su visión les permite detectar movimientos y distinguir formas y colores, mientras que su sentido del olfato les ayuda a localizar alimentos y compañeros. Además, son sensibles a las vibraciones y pueden sentir el tacto y la presión en su piel.

Los batracios pueden enfrentarse a desafíos en su entorno y son capaces de encontrar soluciones para superar obstáculos. Aunque sus habilidades cognitivas no son tan complejas como las de algunos mamíferos o aves, pueden mostrar cierta capacidad para resolver problemas simples.

Es importante tener en cuenta que las capacidades mentales pueden variar entre las diferentes especies de batracios, y algunas pueden tener habilidades más desarrolladas que otras. Que no todos los batracios son iguales.

Visto todo esto, surge la sensación de que no parece que se diferencien mucho de los humanos que conocemos. Y eso tiene su explicación.

El ser humano tiene un batracio incrustado en los circuitos del sistema límbico de su cerebro, igual que el chaval de Mazinger Z, y desde ahí es el que marca el comportamiento de todo el autómata. La forma de control la realiza mediante la emisión o sustracción de sustancias químicas que median en el funcionamiento del cerebro del autómata, dominándolo y comandándolo.

Lo que ve el autómata, lo que oye, huele, gusta, siente o piensa, pasa al batracio que decide si debe variar el comportamiento del autómata según su modo de ver y entender. Vamos, que se trata de un batracio, que su entendimiento no es que dé para mucho. El batracio mediante las emociones domina el movimiento del autómata y su comportamiento.

Lo preocupante es que el pinche batracio muestra tendencias innatas que podríamos calificar de delictivas.

Su afición por conseguir cosas, su ansia, solo la modula el miedo de sufrir consecuencias más o menos inmediatas. El batracio es incapaz de procesar las complejidades de la ética y, a lo más, trata de asemejarse al comportamiento del grupo esperando así tomar ventaja y sobrevivir. Es decir, el batracio no entiende de ética pero sí de moral. Aprende que no debe hacer para merecer un castigo. El miedo a sufrir es lo que mejor entiende, aún más que el sexo o la comida. Pero mientras no surja el miedo, el batracio tratará de hacerse con sexo y comida sin límite. No le hagas pensar mucho, no sabe, no puede, no es capaz de ver las consecuencias que no sean a corto plazo de lo que hace.

Y el objetivo de todo batracio es alcanzar la felicidad. Es difícil entender la felicidad fuera del minúsculo cerebrito de un batracio. Igual que el miedo o igual que el sufrimiento.

El batracio es tonto, se mueve a favor del ansia y en contra de la aversión. El batracio representa orgánicamente las tres tendencias subyacentes negativas, las tres raíces del mal que atan a la existencia. Porque si de algo entiende un batracio es de supervivencia.

Si amas la felicidad y eres capaz de sufrir, debo decirte que no, que de humano solo tienes el aspecto. Eres el autómata parasitado por un batracio.

Y da igual que exhibas «altas capacidades». Eres tonto como una rana.

O más.

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