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Foto del escritorTomás Morales y Durán

Viviendo en un Decorado.

Desde luego no es el mejor lugar para vivir. Aunque a casi todo el mundo ni le hables de que es un decorado. Así es el “mundo real”, el mundo que “vemos”, “oímos”, ”tocamos”, “olemos”, “gustamos”… Todo atrezzo, todo falso, todo puesto ahí, justo en la perspectiva para que parezca “real”. Puedes pensar que esto que lees lo estás viendo… viendo sí, mirando no. Esto que ves lo ves en la mente, no hay fuera nada que se parezca ni remotamente a esto. Para empezar, los colores los monta el cerebro. Fuera no existe cosa tal como “color”. El “color” es una codificación que el cerebro le da a distintas frecuencias de luz. Las frecuencias no tienen color. Ni sabor, Ni olor, Ni sonido. Ni tacto. Todo eso que juramos que es cierto solo existe en nuestra mente, y a nuestra mente solo le llegan señales eléctricas, neutras, inertes, desparasitadas, limpias. Y a partir de ese cóctel de energías que reciben las bases sensoriales, un maremágnum impresionante, el cerebro se monta un decorado colorido, inventa los colores, con ellos las formas, con ellos, los conceptos, y es genial manejando conceptos. Toda la película la trata como si de un afiche se tratara. Pero un decorado, para que sea efectivo, hay que creérselo. Y ahí es donde el mismo cerebro se chuta continuamente con dosis cada vez más altas de neuroquímicos que dan “emoción” al decorado, a los personajes, a la película. Mantenido con la suficiente tensión, la película, por absurda que sea, parece “real”, “Real” para el que ha nacido en el decorado, crecido en el decorado, replicado en el decorado, muerto en el decorado. Esos neuroquímicos se esparcen a cada rato, para ello el cerebro usa un mecanismo bien cabrón: los pensamientos reactivos. Son los encargados de ayudar a hacer todo “real”. Se pasan todo el rato opinando. Esto me gusta, esto me disgusta. Como el “pesao” del amigo que te lleva a ver la película que a él le gusta y se pasa el rato dándote la vara al oído opinando de todo, entusiasmado con cualquier bobada. La sensación que lleva al apego y el apego que lleva a la adherencia y la adherencia a la existencia. Con la sensación neutralizada no hay diferencia entre un sonido o un olor o un sabor o una visión o una percepción táctil. ¡Son tan parecidas! Son la misma mierda. Neutras, absurdas, sin sentido. Vives en un decorado que consideras real, estudias sus falsas propiedades, sus falsas reglas, sus falsos comportamientos, eres exitoso en el decorado, eres el mendigo del decorado. Si te ha tocado un mal papel, para que no te lo cuestiones, el cerebro se inventó la religión. Lo que te falta o te sobra del decorado estará en otra “realidad”. Solo tienes que tener fe. Y si todo resulta absurdo y miras a los personajes de cartón del decorado dirán que todo es así, porque todos lo ven. Todos alienados con la misma versión de cerebro. Todos jugando al mismo juego. Todos sufriendo con las mismas emociones. Despertar es ver que es un decorado. Y ver a los idiotas que se lo creen.

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