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A lo largo de todas tus vidas has ido empleando diferentes «vehículos», entendiendo como tales los conjuntos de factores de aferramiento a la existencia que son el alma de cada uno de los personajes que interpretas y mediante las cuales te relacionas con el Samsara. Esas almas, esos vehículos, están sometidos a la condicionalidad y mientras tú te aferres a ellos, te aferrarás a existir en el Samsara, estarás condicionado.
Quien se aferra a unas cadenas, tendrá la libertad que le permitan esas cadenas.
No todos los vehículos son iguales. Los hay más masivos y los hay más sutiles. Los masivos se asemejan a cadenas gruesas y robustas, mientras que los sutiles son como hilos de seda, finos pero resistentes. Todos los vehículos atan, pero no es lo mismo zafarse de una cadena de ancla que de un liviano filamento.
Puedes tratar de salirte del Samsara pasando de vehículos masivos a vehículos sutiles, paso a paso. Y esto se hace de una vez, no de vida en vida, entre otras cosas porque a saber a qué vehículos vas a agarrarte. Pasando sucesivamente por las almas de las cuatro jhānas, cada vez más sutiles, y luego perdiendo las qualia yendo por las cuatro dimensiones, en la cuarta estaremos en un estado de ausencia del vehículo, es decir, nos habremos salido de él, aunque sigue estando ahí.
El siguiente paso es apagarlo, el cese del vehículo, aunque sea temporal, nos da la oportunidad de escapar aunque sea brevemente.
Ya habiendo salido una vez, nunca volveremos a engancharnos a otro vehículo.
No estamos tan tontos.
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