A medida que las fechas de la fase de Harappa Tardío se han ido alargando hacia el 1700 aEC, la brecha entre harappanos y arios se ha ido acortando a unos pocos siglos. En ese espacio de tiempo alguna clase de memoria colectiva sobrevivió en las zonas del Punjab donde se asentaron inicialmente los arios, dando como resultado restos de cerámica comparativamente sofisticadas.
El sánscrito no tiene ninguna palabra para “arado”. Por eso, tuvieron que pedirla prestada. Por eso, es seguro asumir que no conocían el arado. Como los harappanos sí lo conocían, podemos presumir que los arios aprendieron sobre arados de los sucesores indígenas de los harappanos.
Los despreciados dasa de los textos védicos no eran indígenas. Fueron los restos de una ola indoeuropea anterior. Se especula que el primer contacto entre arios y dasas se produjo en Afganistán antes de llegar a la India.
Era mucho lo que los arios desconocían al arribar al subcontinente. Palabras desconocidas como “surco” y “piso de trilla” denotan que los arios no se dedicaron a la agricultura. Pero tampoco la arquitectura: no se ha encontrado ni la palabra “mortero” ni ningún edificio atribuible a los arios védicos. Animales tan comunes como el elefante necesitaron ser nombrados como “bestia con una mano”.
Pero lo más significativo es que desconocían la escritura totalmente. No tenían palabras, ni siquiera prestadas, para “escribir”, “grabar” o “carta”. Esto significa no solo que no se trajeron con ellos escritura alguna, sino que ésta ya se había perdido en India cuando aparecieron. Cuando al fin surge la escritura en India hacia el 300 aEC, lo hace con dos guiones bastante elaborados, uno derivado del arameo y otro presenta cierta afinidad con los sellos harappanos.
Pero no solo son palabras lo que nos hace ver que los arios eran foráneos en India. También lo es la leche.
La lactosa es conocida como el azúcar de la leche y para poder asimilarla tenemos que ser capaces de producir la enzima lactasa que es la que la metaboliza. Esta capacidad la pierden los mamíferos con el destete, entorno a los primeros cuatro años en humanos.
Inicialmente todos los humanos eran intolerantes a la lactosa en la edad adulta hasta que se dio una mutación genética que permitió a algunos asimilar la lactosa y sus productos derivados a lo largo de sus vidas. En Europa se estima que esta mutación se dio hace más de 7.500 años.
Inicialmente se pensó que el origen de la mutación estaba en el aprovechamiento de la vitamina D para procesar el calcio y evitar enfermedades mortales como el raquitismo en poblaciones con escasa luz solar. Sin embargo, en la actualidad todo apunta a que, aunque la mayoría de los pastores europeos y norteafricanos neolíticos no eran tolerantes a la lactosa, sí podían consumir fermentados lácticos, como queso y yogur, ya que la fermentación convierte gran parte de la lactosa en grasas digeribles.
En épocas de hambruna, cuando las cosechas no eran suficientes, se vieron obligados a comer más alimentos procedentes de la leche. Este cambio en la dieta provocó fuertes episodios de diarrea y otras dolencias en los menos tolerantes, que en personas con problemas de nutrición podían ser graves, e incluso mortales. La selección natural obró en favor de los que sobrevivieron, por ser más tolerantes a la lactosa. Mientras que en Asia la intolerancia a la lactosa es prevalente, era la principal fuente de alimentación de los arios.
Analfabetos e ignorantes de muchas habilidades agrarias básicas, los arios, sin embargo, sabían todo y más sobre la ganadería lechera y las carreras de caballos. Eran verdaderos vaqueros. Además de anunciar su destreza en el susurro del ganado y la conducción de carros de dos caballos, salpicaron sus versos con metáforas sobre vacas cariñosas y corceles peludos. En el Rig Veda, las nubes de tormenta galopan por los cielos y el trueno es como el relincho de un semental. Los ríos se precipitan desde las colinas como el ganado que se precipita hacia el pasto y cuando el río Beas está unido por un afluente, uno al otro lame, como la vaca madre de su ternero.
El ganado era su moneda y la raíz de la guerra: la competencia no era por la tierra, sino por las vacas.
Como pastores que eran, vivieron en la trashumancia al aire libre. Expuestos a los elementos, buscaron poderes divinos en las fuerzas de la naturaleza y encontraron alianzas con ellos. Los nombres de sus dioses son anteriores a la llegada a la India son casi sinónimos de sus homólogos en la mitología persa, griega y latina; pero con atributos ligados al medio indio. Parecería, también, que la unidad básica de la sociedad humana fue inicialmente el pequeño grupo nómada en lugar del asentamiento. La palabra grama, aunque pronto llegó a significar una aldea, era originalmente un campamento de carros con tres o cuatro familias afines, junto con su ganado.
La climatología india obligó a estos pastores trashumantes a buscar refugio en asentamientos durante la época del monzón, cuando las lluvias hacían intransitables las rutas y los vados de los ríos. Estos cuatro meses regaban generosamente los campos, favoreciendo una cosecha de granos, posiblemente cebada, fertilizada por el estiércol de sus reses inmovilizadas.
El arroz también era desconocido y no aparece en los primeros Vedas, por lo que tampoco tiene su voz en sánscrito. Más tarde, cuando los arios se sedentarizaron, el arroz no solo recibe su primera mención, sino que su cultivo en regadío sería crucial en su patrón de asentamiento.
Se asentaron inicialmente en el Punjab por las frecuentes referencias en el Rig Veda al Sapta-sindhu, “la Tierra de los Siete Ríos” los cuales han sido identificados aunque, el más importante, el Saraswati, se ha secado desde entonces. Y solo existe una mención al Ganges.
Podríamos definir una sociedad “arianizada“ como aquella basada en tres pilares, el idioma sánscrito, un sacerdocio brahmán autorizado y una estructura social jerárquica de castas. Los tres son elementos puramente culturales, que se difunden por medio de una aculturación gradual que no requiere migraciones masivas ni conquistas militares. Basta con buscadores de fortuna junto a comerciantes y maestros que poseían una ideología persuasiva y capaz de hibridarse con las costumbres existentes para crear una apariencia convincente y duradera de arianización sin antagonizar con nadie. Este proceso aún continua a día de hoy en lugares cada vez más lejanos como Java o Kerala.
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