“La meta del Buddhismo en la erradicación del sufrimiento”. Dicho así, solemnemente, suena incluso grandioso y, comparado con las religiones de libros (porque no son más que novelas de aventuras más o menos truculentas), parece incluso útil. Así que, en unos tiempos dominados por el estrés, la incomunicación, el bulling y la crueldad hecha virtud por el neoliberalismo, el buddhismo suena como la salida, la solución a todas las cosas. Vamos, la purga de Benito hecha “filosofía”. Desde luego, la filosofía no cura. Si acaso, lo que da son más dolores de cabeza. Entonces ¿a qué viene eso de que el buddhismo más que una religión es una filosofía? O sea, o cura o es una filosofía, pero las dos cosas son incompatibles. Además, basta con mirar los ritos que indefectiblemente van asociados al culto a Buddha. La gente tiene ídolos de un tipo panzón de pelo ensortijado y con largas orejas que parece que está en una siesta perpetua ante el que se postra, arrodilla, inclina tres veces, pone irritantes inciensos y mil majaderías más, como si la estatua fuera a curarles de nada. Más les valdría poner una estatua de Félix Hoffman el descubridor de la aspirina. Al menos, eso curaba. Y ¿qué del sufrimiento? ¿Realmente es tan asi? Voy a poner un ejemplo. Si alguien tiene un terrible dolor de muelas, que no le deja ni comer, ni beber, ni dormir, ni hablar y solo le permite gritar, su situación es tan desesperada que daría todo lo que posee para que alguien le libre de tan terrible sufrimiento. El hombre desesperado va al dentista, le extrae la muela y, de pronto, es su héroe. La vida vuelve a tener sentido. Pero al cabo de los siete meses de episodio… ¿qué del dolor de muelas? ¿qué dolor de qué? Pregúntale ahora que si dejaría lo que está haciendo (entrando en Facebook) para no tener dolor de muelas. Si consigues que se despegue de la pantalla del celular te mirará con cara de estar viendo a un loco. Ponerse como meta en la vida acabar con un dolor de muelas tiene como consecuencia de que si se va el dolor te quedas desnortado. La gran ventaja del buddhismo es que, como es pura homeopatía, va a tener clientes perpetuos. No se le va a ir nadie Y ahí los tienes, sentados en el suelo, jugando con sus cucarachas mentales al juego de aquí te pillo te toco y salgo corriendo. Algo asi como jugar con los pensamientos a Alza la Malla. Año tras año, vida tras vida. Y haciendo cola para jugar a este juego estúpido. Y, por puro entretenimiento, les da por contar historias de un príncipe con cara de Keanu Reeves que nace de un elefante blanco y viene a salvar al mundo cortándose el pelo mientras los dioses del panteón dévico aplauden a rabiar. Y masturban su mente, flagelando a la de los demás, con explicaciones prehistóricas de cómo funciona la mente. Es aún más ridículo que las explicaciones de la creación del mundo por parte de los amigos de diosito. A lo que vamos. Vale, ok. Eso del sufrimiento: – ¿Se quita? -Claro – ¿Con qué? -Con ejercicios – ¿Y son complicados? -No – ¿Y de eso habla el buddhismo? -Tampoco. -Entonces ¿qué onda? Es el timo de Víctor Lusting, el que le vendió a Al Capone la torre Eiffel como chatarra dos veces, en versión prebeta. Me explico, te venden y cobran lo que no tienen. Y si luego les reclamas tu dinero te dicen que es muy difícil, que es un mito, y que no tienes fe en Buddha y que la culpa es tuya porque eres un “arrogante”. Manda huevos. En resumen, dejar de sufrir no pasa por ponerle velas a Buddha, ni por estudiarse miles y miles de discursos que se repiten más que el ajo. No. Se deja de sufrir mediante tres clases de ejercicios. El primero sirve para despejar la mente definitivamente de los pensamientos reactivos, así las obsesiones, los miedos y todo el sufrimiento asociado a los pensamientos desaparece. El segundo sirve para desarrollar la sinestesia, de forma que se pueda transformar la señal de dolor (uno de los tres sentidos del sentido del tacto) por una señal luminosa (“estoy viendo las estrellas”). El tercero consiste en desengancharse de la adicción patológica con la que el ser humano viene de fábrica a la serotonina. Mediante un ejercicio de condicionamiento a lo Pavlov, al cabo de tres meses dejas la felicidad y con ella el apego y su contraparte la aversión y con ellos el sufrimiento. Y, ¿esto qué tiene que ver con el Buddhismo? Nada. Pero con el Buddha, sí. O, al menos en parte. En el Vassakāra sutta él mismo declara que “solo piensa cuando quiere pensar”, lo que es indicativo de lo primero. En el DN 16 el Mahaparinibbana sutta indica que soporta los con facilidad simplemente poniendo su concentración en ellos, que es la forma básica de la sinestesia, no la avanzada. Y, por último, lo de la erradicación de la felicidad a base de rechazar cualquier acción solo porque su motivación sea la misma. Eso no lo contempla. Sí lo del apego, y para eso está el noble óctuple camino, pero está tan pésimamente explicado que nadie sabe cómo se usa. O sea, Es verdad que el Buddha no sufría (lo que no he sido capaz de ver en ningún buddhista) pero el buddhismo, su buddhismo, no lo enseña. Ni dice como se hace. No nada por el estilo. Entonces… ¿Qué meta es aquella hacia la que no se mueve ni un pie? Así es lógico que tengan clientela perpetua, porque si realmente supieran como se hace, uno que ya no sufre deja de ser parroquiano a los tres meses, justo cuando ya se le olvida el sufrimiento. Hizo más por el sufrimiento humano el tal Félix Hoffman que el Buddha, aunque en facturación es indudable que el buddhismo le gana de mano. Siempre la homeopatía tiene clientela. Los tontos. Anguttara Nikāya El Libro de los Cuatro
Vassakāra
«Seguramente, brahmanes, tus palabras son intrusivas y entrometidas. Sin embargo, te responderé. De hecho, estoy practicando para el bienestar y la felicidad de muchas personas; He establecido a muchas personas en el método noble, es decir, en la bondad del Dhamma, en la salubridad del Dhamma. Pienso lo que quiero pensar y no pienso lo que no quiero pensar; Tengo la intención de lo que quiero intención y no tengo la intención de lo que no quiero intención; Así he alcanzado al dominio mental sobre las maneras del pensamiento. Yo gano a voluntad, sin dificultad ni dificultad, los cuatro jhānas que constituyen la mente superior y son moradas agradables en esta misma vida. Con la destrucción de las manchas, he comprendido por mí mismo, con conocimiento directo, en esta misma vida, la liberación sin mancha de la mente, la liberación por la sabiduría, y habiendo entrado en ella, yo habito en ella. Digha Nikāya
Mahaparinibbana Sutta
“Yo ya soy débil, Ananda, entrado en edad, envejecido y anciano; soy alguien que ha atravesado ya el camino de la vida. He llegado al tope del espacio vital, el cual es de ochenta años. Y, al igual que una vieja carreta se sujeta con correas para que no se desmorone, así también el cuerpo del Tathagata está sujetado para que permanezca unido. Es solamente cuando el Tathagata aparta la atención de los signos externos, que cesan ciertas sensaciones, y cuando permanece en la concentración mental sin signos que este cuerpo se siente más confortable.
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