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Hemos visto lo importante que es la alimentación para el funcionamiento, la construcción e incluso la autofagocitación del cerebro. Ahora bien, ¿Qué ocurre en él en el momento que elegimos un postre en lugar de un entremés o pescado en lugar de carne? ¿Quién mueve realmente los hilos?
Un animal muy simple como la mosca nos permite seguir en detalle los pormenores de su toma de decisiones en la alimentación y así comprender su comportamiento.
En un laboratorio se preparó un dispositivo capaz de ver si la mosca opta por proteínas o por azúcar, pero también cómo come, en qué cantidades, con qué rapidez y con qué frecuencia. De esta forma se analiza en detalle sus decisiones que son controladas por el cerebro.
Con la ayuda de esta técnica se ha demostrado que la mala alimentación tiene una influencia decisiva en el comportamiento alimentario. Normalmente aquellas moscas que han sido privadas de proteínas elegirán alimentos ricos en proteínas. Sin embargo, observando más de cerca, se descubrió que este no es siempre el caso.
A veces había moscas que no mostraban un fuerte apetito por las proteínas. Se comprobó que las moscas que no estaban interesadas en las proteínas tenían ciertas bacterias intestinales. Después de numerosos experimentos quedó claro que el apetito por las proteínas de las moscas fue inhibido por dos bacterias intestinales muy específicas. Estas dos bacterias tienen un gran impacto en sus decisiones alimentarias.
El comportamiento alimenticio de las moscas está influenciado por las bacterias en sus intestinos. Pero no solo sucede con las moscas. Se ha logrado demostrar que las bacterias intestinales también influyen en ciertos comportamientos de los mamíferos.
Si se toman las bacterias de ratones extremadamente miedosos y se las implanta en ratones normales también se vuelven miedosos. Esto también se aplica al revés. Con las bacterias de los ratones normales se puede normalizar el nivel de estrés de los ratones miedosos.
Los científicos ven ahora la microbiota como una especie de mediador entre la comida y nuestro cerebro. El factor que más influye en la composición de nuestra flora intestinal es la alimentación. La variedad de alimentos es crucial. Desde el nacimiento hasta la muerte determina la composición de nuestra flora intestinal. Así que ésta ha desarrollado una serie de mecanismos para que la proporcionemos lo que ella quiera para comer. La microbiota no es un ecosistema inerte, es quien elige el menú.
El hecho de que nos sintamos bien depende entre otras cosas del bienestar de nuestra microbiota. Una alimentación que es buena para nuestro estado de ánimo es principalmente una que agrade a las bacterias de nuestro intestino.
Pero ¿puede la alimentación influir también en las decisiones que creemos tomar libremente?
Cuando se les pregunta a las personas que si creen que lo que comen tiene un impacto en su salud, la mayoría responde que sí. Sin embargo, cuando se les pregunta si pueden imaginar que la dieta también puede influir en sus pensamientos y decisiones muchas personas no pueden creerlo.
Estudios realizados en la Universidad de Lübeck han revelado el mecanismo por el cual la alimentación puede influenciar nuestros pensamientos. Con este fin desarrollaron un experimento muy original:
Imaginemos el siguiente dilema: el dinero sobre la mesa debe dividirse entre dos personas pero en su compañero de juego, un desconocido, es quien decide esta división. “Te daré dos euros y me quedaré el resto”. Si el jugador acepta esta oferta injusta obtendrá esos dos euros, que es mucho menos que los ocho del contrincante. Si la rechaza, ambos se van con las manos vacías. ¿Aceptará la oferta y tomará los dos euros aunque se sienta engañado o la rechazará y se irá con las manos vacías pero con la frente bien alta?
Sorprendentemente que tome el dinero, o no, depende de lo que haya comido antes.
En este estudio se examinaron a 24 individuos que fueron al laboratorio dos veces y tomaron desayunos diferentes. Y se descubrió que la misma persona tomó decisiones muy distintas dependiendo de lo que comió esa mañana.
Para los sujetos de la prueba ambos desayunos se ven iguales, pero en realidad uno contiene muchas más proteínas que el otro. El único parámetro que cambia es la proporción de proteínas y azúcar. Unas pocas horas después de la comida el sujeto de estudio debe realizar varias pruebas en el ordenador. Si tenía más proteínas en su desayuno esa mañana se mostrará más tolerante ante la oferta injusta, pero si tenía más carbohidratos en el desayuno, se muestra más susceptible a la injusticia de la oferta.
Si el contenido de azúcar es alto, el mismo sujeto rechaza las ofertas injustas en promedio dos veces más, por el contrario, una mayor ingesta de proteínas lo hace más tolerante.
Se enviaron muestras de sangre directamente al laboratorio en busca de componentes hormonales y aminoácidos, especialmente las hormonas insulina, cortisol adrenalina, ACTH. Y en el caso de los aminoácidos especialmente el triptófano y la tirosina. La sustancia más importante en esta lista es la tirosina. Este aminoácido es la sustancia precursora de la biosíntesis de una proteína que es fundamental para las funciones cerebrales: la dopamina. Este neurotransmisor garantiza la comunicación entre las neuronas responsables de la motivación y la disposición a correr riesgos. Los resultados del análisis de sangre muestran que los sujetos cuya sangre contiene más tirosina tienen más probabilidades de aceptar la oferta injusta. En pocas horas lo que comemos provoca un ligero cambio en la química de nuestro cerebro y también en la comunicación entre las neuronas. Esto es suficiente para influir en ciertas decisiones.
Si tenemos en cuenta que comemos tres veces al día y eso todos los días el poder que tiene la alimentación para cambiarnos o formarnos es enorme y eso definitivamente debería darnos algo en qué pensar cuando se trata de cómo podemos usar la alimentación para favorecer nuestro bienestar u optimizar nuestra mente.
Al microscopio podemos observar la reacción de las neuronas a la exposición al azúcar.
El principio es simple: el corte cerebral de un ratón se encuentra en un líquido que lo mantiene vivo. El investigador acerca cuidadosamente su electrodo para medir la actividad eléctrica de las neuronas. Las oscilaciones hacia arriba son potenciales de acción de esta manera las neuronas codifican su información. El tiempo que pasa entre cada oscilación representa el mensaje que envía la neurona.
Al aumentar la concentración de glucosa en el líquido la célula reacciona aumentando la actividad eléctrica. Los científicos suponen que la glucosa altera la actividad de todas las áreas del cerebro responsables de las sensaciones y el placer .
Entonces ¿el azúcar toma el control de nuestra libertad de elección?
La adicción al azúcar es objeto de una intensa investigación en los laboratorios y cada vez es más evidente que la influencia del azúcar es semejante al poder de una droga. Se ha demostrado en ratas criadas con cocaína y azúcar. Después de varias semanas, los roedores eligen agua azucarada cuatro veces más a menudo que la droga. Aunque en el caso de la glucosa no hay riesgo de sobredosis, se ve claramente que el deseo no puede reprimirse. Este experimento muestra que el azúcar tiene un potencial adictivo más alto de lo que pensábamos anteriormente e incluso puede ser más adictivo que las drogas duras como cocaína y heroína.
En la actualidad la nutrición humana es bastante desequilibrada porque el azúcar se encuentra en una gran cantidad de alimentos. Por supuesto esto incluye alimentos dulces como bebidas azucaradas pero también productos que no esperamos como jamón o sopa. Hay muchos más ejemplos de esto y el contenido de azúcar de tales alimentos contribuye a que las personas se vuelvan adictas sin darse cuenta.
Igual sucede en el cerebro humano. Los experimentos muestran que el consumo habitual de alimentos altamente energéticos altera los circuitos neuronales de la misma manera que lo hace el consumo de drogas. En un estudio de 100 estudiantes de los cuales la mitad comió helado regularmente todos los días mientras que la otra mitad nunca comió helado. Todos fueron al laboratorio a tomar un batido en una máquina de resonancia magnética y de esta manera se les proporcionó a los investigadores una idea de su actividad cerebral.
Se les da un batido de chocolate hoy y se anota la actividad de su cerebro en el momento en el que da un sorbo y justo antes de hacerlo. Descubrieron que en el caso de las personas que nunca toman helado el sistema de recompensa está muy activado mientras que en los sujetos de prueba que toman helado todos los días no se observó prácticamente ninguna activación. Esto demuestra que la ingesta regular de alimentos muy altos en calorías reduce significativamente el placer del consumidor igual que el consumo continuado de cocaína.
El sistema de recompensa al liberar dopamina crea una sensación de placer. Reacciona de manera particularmente intensa al consumo de azúcar. Sin embargo la ingesta excesiva de azúcar reduce su capacidad de respuesta haciendo que la misma dosis de azúcar sea menos placentera en el futuro.
Pero se descubrió otro efecto que es más sutil y quizás incluso más peligroso: al comer demasiado azúcar el cerebro es hipersensible las imágenes de alimentos.
Mientras más helado coma menos se activará su sistema de recompensa. Por otro lado reacciona mucho más intensamente a los estímulos que prometen un pronto consumo de helado como cuando pasa con el coche por una heladería o ve un comercial en la televisión. Responde a estos estímulos de manera mucho más intensa que las personas que nunca comen helados y eso les incita a comer, a pesar de no tener hambre, lo que le llevará a la obesidad y todos los problemas de salud asociados que resultan de ella
La adicción a los alimentos azucarados en nuestro cerebro es importante en la selección visual de nuestra comida diaria.
Recordando el pasaje de la iluminación del Buddha, referido ampliamente en el Majjhima Nikaya (26,36 y 85):
Colección de Discursos de Mediana Longitud MN 85. Bodhirajakumara Sutta
Entonces se me ocurrió: «¿Por qué tengo miedo de ese placer, ya que no tiene nada que ver con placeres sensuales o cualidades inexpertas?» Entonces se me ocurrió: «No tengo miedo de ese placer, ya que no tiene nada que ver con placeres sensuales o cualidades inexpertas». Entonces se me ocurrió: «No puedo lograr ese placer con un cuerpo tan demacrado. ¿Por qué no como algo de comida sólida, arroz y avena?» Así que comí algo de comida sólida. En ese momento, los cinco mendicantes estaban atendiéndome, pensando: «El asceta Gotama nos dirá cualquier verdad que se dé cuenta». Pero cuando comí algo de comida sólida, se fueron decepcionados de mí, diciendo: «El asceta Gotama se volvió complaciente; se desvió de la lucha y volvió a la complacencia».
Lo que hoy por hoy resulta asombroso es como, sin conocimientos de nutrición y composición química de los alimentos, el Buddha eligiera precisamente dos alimentos ricos en tirosina y triptófano, precursores de la dopamina y la serotonina respectivamente, dos de las tres drogas protectoras del cerebro en el estado anóxico de jhana
neuronas a partir de la hidrólisis de un su precursor, un fosfolípido denominado N-araquidonoil fosfatiletanolamina (o NAPE) derivado del ácido arquedónico propio de dicha membrana, no necesita precursor.
Además, el largo ayuno no lo hizo tolerante a la dopamina al no consumir azúcar. De esta forma, pudo sintetizar estas drogas y así entrar de forma segura en jhana.
Hay que indicar que un alto consumo en azúcar puede dificultar el acceso a las tres primeras jhānas.
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