Cuando empieces a darte cuenta de que de fuera no hay nada más que lo que estás queriendo que haya, empezarás a darte cuenta del problema. Te las pasas organizándote en un mundo exterior, en un mundo imaginario donde hay personas, donde hay coches, donde está tu banquero sonriéndote. Donde están los amigos con ganas de salir. Dónde vas de compras. Donde viajas. Donde la vida gira. Donde está todo lo importante. De esta forma te la pasas en este mundo, tienes tu papel en este mundo. Está quien te alaba, está quien te critica, está el indiferente, está la chica… Y, a ratos, escuchas música. ¡Hay que ver qué tonto eres! No te das cuenta que esa música maravillosa no la produce tu autor más admirado, ni el disco en el que se ejecuta, sea duro, blando, mp3 o un simple PC… ni siquiera en los auriculares. Ese maravilloso sonido lo fabricas tú. Ningún músico puede producir sonido alguno por mucho que se esfuerce, el sonido que percibes lo estás haciendo tú. Solo tú. Nadie más que tú. ¿A que lo haces genial? ¿A que sí? Esos delicados matices, los coros de voces femeninos, el bajo que toca justo en el momento, el wah-wah, la guitarra melancólica… todos, cada uno, de esos sonidos, de esa maravillosa experiencia la estás haciendo tú. Hay que ver qué resolución, que matices, qué maravilla… Así también el canto del pájaro, la bocina del auto, ese ruido complejo y misterioso de la conversación musitada un grupo de trasnochadores ante un puesto de tacos nocturno. El rumor del mar, la voz estridente del panadero. Los buenos días, el hasta mañana… El sonido que percibes es tu obra. Es la obra de tu mente. Es la obra de la parte del interface que llamamos rūpa. Rūpa se encarga de servirnos todo un universo de sonidos de gran resolución, algunos bellísimos, otros no tanto. Algunos relajantes, otros estridentes. ¿No es maravilloso? Y al igual que el sonido, rūpa nos regala unos amaneceres únicos, irrepetibles, espectaculares. Unas vistas de un mar en calma. Nos regala un bodegón hiperrealista cada vez que nos ponemos con la cocina. O una obra de arte, genial que solo pinta rūpa en tu mente. Un perfume no puede regalarte su olor. Es rūpa quien se lo monta para que huelas. El agua fría del océano no puede trasmitirte frío. Es rūpa quien se las ingenia para que experimentes frío. O calor. O presión, O dolor…. Y ¿qué decir de las maravillas de la cocina? Esos sabores maravillosos… también es rūpa quien te los regala. No hay sabor en la comida. Un pintor no puede pintar colores. Se le escapa. Rūpa es quien posee todos los colores. Y eso todo buen artista lo sabe y su trabajo es ayudar a rūpa a crearlo, combinarlo, transformarlo, jugar con él… por eso el Arte está tan cerca de la Conciencia… Cuando te plantas frente al mar y admiras su belleza escuchando una bella canción, mientras estás comiendo un trozo de pan aún caliente, oliendo los aromas marineros y sintiendo la brisa…. Todo, absolutamente todo, lo haces tú. ¿No es tu mejor obra? Deja ya de liarte la vida pensando que lo “real” es lo que la evolución nos dicta que nos imaginemos como “real” solo para sobrevivir: el estúpido mundo de nāma, de los conceptos. Que también son tuyos. La calle, el árbol, el pan, el panadero, el camión, la chica que limpia el puesto de tacos. La gestión en el banco… Venga… Eso también lo haces tú. Lo hace nāma. Pero… qué rollo, que mal. Nāma solo usa conceptos. Y los conceptos son asépticos, No huelen, no saben, no se pueden vivir. Te las pasas alienado en lo que te proyecta nāma, y te estás perdiendo las maravillas que rūpa te ofrece con una resolución buenísima. La mejor sinfonía, la mejor rapsodia, la mejor canción… La haces tú. Eres bueno, eh? ¿No es tu mejor obra? P.D.: Esto no es sólo una bella reflexión, es la puerta a la liberacion final. Te servirá para empezar a identificar al interface. Porque sin identificarlo, no podrías arrancártelo, que ya sabemos que es de lo que se trata. Mientras creas que eso es “real”, que es “externo”, sobre lo que no tienes “control”, seguirás enganchado al Samsara. Andaaa no seas estúpido. Los reyes magos son los padres. Lo que percibes lo elaboras tú. Lo que te engancha al Samsara es tu adherencia a tu interface.
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