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El lenguaje que usamos condiciona la forma en la que pensamos, e incluso la determina si no empleamos más que el razonamiento lógico. La sintaxis de la oraciones es una esfera en el que la mente se circunscribe no permitiendo pensar más allá de las reglas del lenguaje.
En español, como en muchos idiomas, la construcción de las oraciones implican a un sujeto, a un verbo y a un predicado. Esto que parece simple, es un error conceptual infantil: no hay un sujeto independiente al verbo, ni un verbo independiente del sujeto y del predicado, ni un predicado que tenga sentido en sí mismo.
Por ejemplo:
«El niño ve la manzana»
Implica que hay un niño, independientemente de ver y de la manzana. Y hay una manzana la vea o no el niño. Esta forma de pensar lleva a la conclusión de que tiene que existir un «yo», en forma de niño o de manzana, y que «ver» es una más de muchas posibilidades. Ese «yo» sintáctico existe antes de la oración, de hecho, se emplea en más ocasiones y es autoportante, se porta a sí mismo.
Es evidente que no existe observador (niño) sin objeto (manzana), y que todo es pura observación (ver). Lo real es el hecho de ver, hasta que no se ve y durante esa acción existe un observador y algo que es observado. Pero ¿podemos utilizar el español solo con verbos?
Está claro que no.
Todo en el Samsara es pura actividad, son condiciones que evolucionan, como las olas en el océano. No son nada en sí, pero lo que transmiten es la energía con la que se mueve el kamma, esto es, la información.
Si queremos usar el castellano para entender la realidad, no vamos a poder, porque es un idioma con una sintaxis que lo impide. Igual sucede con muchos más lenguajes.
Así que a la pregunta:
«¿Quién se ilumina?»
La respuesta es: no uses el español para hacer preguntas serias.
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