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¿Qué es lo que nace y que muere?
Acércate a un espejo y observa… ¿qué ves?
Si te da el impulso de decir que te ves tú, te lo voy a quitar de la cabeza…
No te ves tú, porque no tienes forma de verte, no tienes ojos que puedan verte. Tampoco ves una cara, ni ves un espejo, ni un cuarto… no ves nada de eso, porque tus ojos no pueden ver cosas, no tienen sensores de cosas. Tus ojos solo pueden captar luz, pero no controlas qué luz captan ni cómo la captan. Porque, aunque los ojos capten luz, tú no ves la luz, a ti no te llega la luz. La luz no tiene colores ni formas. El rostro que ves es solo una representación que tú elaboras a partir de cosas que no puedes ver.
Si ni siquiera controlas cómo ven tus ojos, ni sabes ni controlas cómo elaboras esto que ahora sabes que no puedes ver ¿cómo me puedes decir qué estás viendo?
Y si no sabes qué estas viendo, no puedes decirme que ves cosas, que te ves tú, porque eso es una reelaboración, que tampoco controlas, de una representación que tú haces de lo que no puedes ver. Además ves igual tengas los ojos abiertos o cerrados. Para ver no necesitas ni a los ojos. Mientras duermes ves. Y no hay luz. Ni falta que hace.
Da una voz y observa… ¿qué oyes?
Si te da el impulso de decir que te oyes tú, también te lo voy a quitar de la cabeza…
No te oyes tú, porque no tienes forma de oírte, no tienes oídos que puedan oírte. Tampoco oyes tu voz, ni la música de fondo, ni siquiera el ruido del vecino… no oyes nada de eso, porque tus oídos no pueden oír cosas, no tienen sensores de cosas. Tus oídos solo pueden captar diferencias de presión en el aire que te rodea, pero no controlas qué ondas captan ni cómo las captan. Porque, aunque los oídos capten diferencias de presión en el aire, tú no las oyes, a ti no te llegan esas diferencias de presión en el aire.
Las diferencias de presión en el aire no tienen sonido. La voz que oyes es solo una representación que tú elaboras a partir de cosas que no puedes oír.
Si ni siquiera controlas cómo oyen tus oídos, ni sabes ni controlas cómo elaboras esto que ahora sabes que no puedes oír ¿cómo me puedes decir qué estás oyendo?
Y si no sabes qué estás oyendo, no puedes decirme que oyes cosas, que te estás oyendo a ti mismo, porque eso es una reelaboración, que tampoco controlas, de una representación que tú haces de lo que no puedes oír. Además oyes igual aunque tengas los oídos tapados. Para oír no necesitas ni a los oídos. Mientras duermes oyes. Y en los sueños no hay diferencias de presión en el aire luz. Ni falta que hace.
Lo mismo te digo de lo que NO hueles, de lo que NO gustas, de lo que NO tocas.
Ahora, observa… ¿qué piensas?
Si te da el impulso de decir que piensas tus pensamientos, te lo voy a quitar de la cabeza… Los pensamientos son lo que procesa tu intelecto. No controlas esos pensamientos al igual que no puedes controlar lo que ves. Al igual que ves lo que se aparece, piensas los pensamientos que aparecen. Aprendiste a cerrar los ojos para no ver, y quizás también alguien te enseñó a cerrar el intelecto para no pensar.
No controlas como aparecen los pensamientos, ni siquiera como tu intelecto los procesa, asi que ¿cómo me puedes decir que estás pensando tus pensamientos?
Así que completo con lo que NO piensas.
Ahora ya sabes que el ojo no es una cosa, porque no puedes ver cosas, no puedes oír, oler, gustar, tocar y pensar cosas. Tampoco lo que ves son cosas, ni lo que oyes, hueles, gustas, tocas y piensas. Son solo procesos, procesos que manejan información.
Aquí van, de momento, doce procesos: lo que se ve y el ojo que lo ve, lo que se oye y el oído que lo oye, lo que se huele y el olfato que lo huele, lo que se gusta y el gusto que lo gusta, lo que se toca y el cuerpo que lo toca, el pensamiento y el intelecto que lo piensa. Estos doce procesos te son ajenos, no son tuyos, no los controlas.
Estos doce procesos son parte lo que nace y muere.
El ojo de un perro muerto del que gotea una sustancia amarillenta y viscosa, no ve, no procesa. Está muerto.
Gotea…
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