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El primer precepto es la abstención de destruir la vida, de matar seres vivos:
Pāṇātipātaṃ pahāya pāṇātipātā paṭivirato… samaṇo gotamo nihitadaṇḍo, nihitasattho, lajjī, dayāpanno, sabbapāṇabhūtahitānukampī viharatī’ti – iti vājano vajano vataytadam tāṇa hi, bhikhadam.
“Negándose a destruir a los vivos, evitando destruir a los vivos… el ermitaño Gotama sin un palo y sin un arma, humilde, lleno de compasión, permanece en la bondad y la compasión por todos los seres vivos” —esto es lo que, bhikkhus, una persona mundana puede pronunciar, alabando al Tathagata.
Pāṇātipātā es una palabra compuesta de pāṇa y ātipāta.
Pāṇa: ser vivo, vida, criatura.
Ātipāta matanza, destrucción de la vida, asesinato.
Se trata de no destruir la vida. Y ¿qué es vida?
Existen diferentes definiciones de «vida». Una definición bioquímica o de biología molecular ve a los organismos vivos como sistemas que contienen información hereditaria reproducible codificada en moléculas de ácido nucleico y que se metabolizan controlando la velocidad de las reacciones químicas utilizando los catalizadores proteicos conocidos como enzimas. La definición genética incide en la capacidad de replicación. La termodinámica en la organización del orden en sistemas abiertos.
Está claro que vida va desde un animal superior a una semilla de una planta con capacidad reproductiva, aunque permanezca latente, hasta los microorganismos.
Si entramos en el capítulo de las aberraciones culturales nos encontramos con la incongruencia de evitar matar la materia no viva mientras se alienta a la destrucción de la vida invocando este precepto.
Es el caso de los vegetarianos. Rechazan comer carne muerta porque alegan que alguna vez estuvo viva y no hacen ascos a comer frutas con semillas, produciéndolas la muerte. Para ellos, los vegetales no están vivos, pero los cadáveres, sí.
La vida consiste en un reciclaje permanente de compuestos y energía para crear y mantener sistemas ordenados y cuando estos sistemas colapsan sus partes se emplean en la construcción de otros sistemas ordenados. Así se mantiene el orden, la vida.
Abstenerse de destruir la vida es evitar interrumpir este ciclo.
La destrucción de la vida es la respuesta a un condicionamiento previo donde la ignorancia, el apego o la aversión están presentes. Como siempre, lo fundamental es la motivación. El Noble Óctuple Sendero se basa en un ejercicio de condicionamiento donde se impide activamente cualquier actividad que surja por cualquiera de estas tres raíces del sufrimiento, por lo que se termina logrando la inmunidad con respecto a ellas y de esta forma, su eliminación y con ellas, el sufrimiento se erradica.
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