La voz pāramitā se traduce como “lo completo” o “perfección”.
Las paramitas son tan populares en las diferentes sectas budistas como desconocidas en los suttas. Simplemente es una palabra que ni siquiera aparece el los suttas. Y no es para menos, las paramitas son prácticas pseudodevocionales que no son en sí mismas ni buenas ni malas y que, en el mejor de los casos no sirve para el objetivo único, o sea, la extinción de la existencia, nibbāna.
A lo más, sirven para lograr mérito y tratar de tener un buen renacimiento o al menos uno no demasiado trágico. En todo caso, las paramitas atan a la existencia, por lo que el Buddha ni siquiera las nombra.
Pero como a las religiones la devoción es muy apreciada, sobre todo para aparentar virtud, las introducen en sus prácticas habituales y las enseñan y valoran.
En la tradición theravadin las pāramītas se pueden encontrar en los cuentos de Jataka, Apadāna, Buddhavaṃsa, Cariyāpiṭaka y comentarios escritos para complementar el Canon Pāli en un momento muy posterior. Las partes originales del Sutta Piṭaka (por ejemplo, Majjhima Nikāya, Digha Nikāya, Saṃyutta Nikāya y Aṅguttara Nikāya) no tienen ninguna mención de las pāramītas como categoría (aunque todas se mencionan individualmente a lo largo de ellos).
Al ser el Theravada muy posterior al Mahayana y como hemos visto en múltiples ocasiones tuvo épocas en las que recibió su fuerte influencia, lo más probable es que las pāramītas sean una enseñanza semi-Mahāyāna añadida a las Escrituras en un momento posterior para apelar a los intereses y necesidades de la comunidad laica y para popularizar su religión.
A lo largo del tiempo se proporcionó una historia de fondo para el desarrollo de la vida múltiple del Buda, así que ahí se identificaron las diez perfecciones como parte del camino para el bodhisatta. En los siglos siguientes, las pāramītas fueron vistas como significativas para los aspirantes a la Budeidad y al Arahantado, de forma que se llegó a concluir que había que desarrollar algo de esto para lograr la budeidad.
Las paramitas theravadines son 10:
Dāna: generosidad, entrega de uno mismo
Sīla: virtud, moralidad, conducta apropiada
Nekkhamma: renuncia
Paññā: sabiduría trascendental, visión
Viriya: energía, diligencia, vigor, esfuerzo
Khanti: paciencia, tolerancia, tolerancia, aceptación, resistencia
Sacca: veracidad, honestidad
Adhiṭṭhāna: determinación, resolución
Mettā: buena voluntad, amabilidad, bondad amorosa
Upekkhā: ecuanimidad, serenidad
Analizándolas, vemos que la generosidad depende del objeto (ser generoso con el malvado te convierte en malvado) por lo que en sí misma no es ni buena ni mala.
Respecto a Sīla, aquí tomándola como una práctica de una persona corriente, no es ética sino virtud, o sea, una forma de simulación o hipocresía. Es la iluminación la que te hace ético y quien es ético no necesita aparecer como virtuoso. La ética no se practica, se alcanza. Por tanto, aquí Sīla es virtud, por tanto, en sí misma es incluso perniciosa.
Nekkhamma o renuncia, es similar, no es ni buena ni mala en sí misma. Renunciar no implica más que una forma externa de virtud, pero no condiciona nada. Existen renunciantes cuya renuncia les ha conducido al infierno.
Pañña o Sabiduría es similar a Sīla, se alcanza, no se desarrolla.
Viriya o energía es como la generosidad o la renuncia. Depende a qué se aplique esa energía para que el resultado sea sano o insano.
Khanti o paciencia o tolerancia, es una virtud que el Buddha no tenía, por lo que es incomprensible que aparezca en la lista. Sirve efectivamente para diseñar a un devoto al uso, un devoto que resulte popular y además manejable.
Sacca o veracidad sí que podemos decir que es una práctica sana y da siempre buen resultado. Pero no prepara para la budeidad ya que esta implica la parrhesía directamente, independientemente de que se hubiera desarrollado Sacca o no.
Adhiṭṭhāna o determinación es similar a la energía.
Las dos siguientes son Brahma-Viharas:
Mettā o amor benevolente puede ser parte del camino que conduce a la entrada en la corriente, pero ahí queda, ya que su fin es la felicidad y ésta es la otra cara del sufrimiento, por lo que Mettā nunca es un fin en sí mismo.
Upekkhā es la morada de Brahma por excelencia, pero como sucede con Pañña no se desarrolla, se alcanza como parte de la iluminación.
Como vemos, estas 10 “perfecciones” sirven para dibujar a un devoto aparentemente santo. Pero solo para aparentar. Y cumplen su misión de enganchar a la religión a los laicos.
La tradición Mahayana las reduce a seis:
Dāna: generosidad, darse a sí mismo (en chino, coreano y japonés, 布施 波羅蜜, en tibetano, སྦྱིན་ by sbyin-pa)
Sīla: virtud, moralidad, disciplina, conducta apropiada (持戒 波羅蜜; ཚུལ་ ཁྲིམས tshul-khrims)
Kṣānti: paciencia, tolerancia, tolerancia, aceptación, perseverancia (忍辱 波羅蜜; བཟོད་z bzod-pa)
Vīrya: energía, diligencia, vigor, esfuerzo (精進 波羅蜜; བརྩོན་ rt brtson-‘grus)
Dhyāna: meditación de concentración, jhānas, contemplación (禪定 波羅蜜, བསམ་ s bsam-gtan)
Prajñā: sabiduría (般若 波羅蜜; ཤེས་ shes-rab)
Aquí se repiten cinco de ellas, pero, sin embargo, aparecen las jhānas como perfecciones.
Las jhānas sí son necesarias para conseguir la budeidad o el arahantado, por lo que al menos ésta si cumple el propósito inicial. Sin embargo, pertenecen a la tradición Mahayana que no las practica.
En resumen, las paramitas son prácticas devocionales para mantener entretenidos a los laicos y aparentar santidad. Excepto las jhānas, para liberarse son inútiles.
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