-“Dadme un punto de apoyo y moveré la Tierra”, dijo un día Arquímedes. -¿Desde dónde podemos estar seguros de construir el pensamiento? La respuesta no es buscar el “dónde” sino el sí “podemos”. Y el sí podemos se reduce exclusivamente a la mente. Si desde la mente podemos, podremos. Si no, la tarea es inútil. Y, a partir de la mente empezaremos a construir, pero únicamente sobre aquello que tengamos una absoluta certeza. Lo primero de lo que debemos ser conscientes es de la ubicua presencia de los memes. La mente está tan poblada de ellos, con su ruido infernal, que no puede hacer otra cosa que usar toda su capacidad en atender sus necesidades de replicación. La mente, así, es un instrumento inútil para uno mismo. No piensa por sí misma, solo es usada por memes que se piensan a sí mismos. Cualquier cosa expresable representa un meme. Las palabras son memes. Todo lo que se puede pensar mediante palabras es un meme. Los memes no son “nuestros”, solo somos su huésped. De hecho ¿qué somos nosotros si nuestro cuerpo lo construyen genes para replicarse, y todo lo que pensamos son memes parásitos que nos usan para replicarse? Incluso la capacidad “creativa” de la mente se limita a manipular memes para tratar de hacerlos aún mejores replicantes. Somos su máquina. Hasta con lo que nos más nos identificamos, nuestro propio yo, es el sindicato de memes más poderoso que nos tiene engañados. Conteniendo todos los memes a los que podemos asignar un “yo”, o un “me” o un “mío”, se expande más allá de los límites del cuerpo gracias a la avaricia. La situación de inicio es complicada. Los contenidos de la mente están infectados de memes. Tratar de hallar solución mediante el razonamiento está condenado al fracaso, porque usando memes, solo obtendremos más memes… no te puedes lavar las manos con agua sucia. Pero es lo que hay. Como todo instrumento, lo primero es conocer la mente y tratar de sacar de ella todas sus capacidades y posibilidades. Nadie conoce la propia mente como uno mismo. Recurrir a terceros es absurdo. Lo que sabe sacar un maestro de ti, es dinero. Todo lo que necesitas está ahí. Además, recurrir a terceros se hace mediante memes, y la posible respuesta son aún más memes. Lo primero, por tanto, es tratar de alcanzar la Sabiduría que es saber sin aprender, sin estudiar, sin haber oído. En una palabra: sin memes. El conocimiento directo, pero de forma eficaz y sistemática, no como lo hacía en Navales en algún examen dificilísimo al ver la solución cuando ponía la mente en blanco. Lo primero que debemos lograr es pasarle el antimemes (antivirus) a la mente. Callar a los memes para poder trabajar limpiamente y sin contaminación con la mente. Lo que resulta evidente es que, en el modo normal de operación de la mente, los memes no dejarán de aparecer. Así que lo primero es buscar estados alterados de conciencia donde los memes no puedan funcionar y a partir de ahí, ya veremos. Los estados alterados de conciencia se logran mediante el uso de drogas. ¿Qué drogas podemos usar? Obviamente aquellas que nos hacen efecto directo e inmediato y que, además son beneficiosas para la propia mente. O sea, las propias drogas que el cerebro genera: los neurotransmisores. Y ahí me embarco en la tarea de buscar una forma eficaz y eficiente de generar a voluntad mis propios neurotransmisores. Sabemos que sus efectos son la felicidad, el placer, la alegría, el éxtasis, la excitación, el amor, etc. Ahora lo que toca es buscar un lugar agradable y aislado para poder ponernos a explorar estados mentales… y allá me voy, a Puerto Vallarta, Jalisco, a 9300 km de todos los líos y donde no conozco a nadie ni hago por conocer a nadie, con la idea de llevar una vida ascética dedicada a resolver este punto de inicio. Existen estudios de universidades americanas que asocian este efecto a la meditación de concentración llamada samadhi o jhānas. Señalan que solo funciona en meditadores de altas capacidades, asi que lo que parece más fácil es usar los mismos métodos que usan estos bhikkhus tan exquisitos y de los que hay tan poquísimos. Lo fácil, si no funciona, es sencillamente imposible. Así después de años de probar todos los métodos de concentración disponibles en el arsenal buddhista consigo, por fin, un día entrar en jhana. ¡Sonó la flauta! Intento repetirlo y nada. Aplico la prueba y error modificando todas las variables posibles. Nada. Vuelvo a repetirlo todo. Nada. Presionado por el descubrimiento y urgido por el desvanecimiento de los efectos de jhana, entro en la desesperación: lo que he encontrado es una estafa, un fraude. Las jhānas son reales pero los métodos buddhistas son basura. Para el buddhismo las jhānas son tan sólidas como un fantasma de humo. Y en este punto, se concreta la última condición para el éxito: “Ya está bien”. “Formateo”, borro todo lo que conozco de buddhismo, no admito nada, no quiero saber nada. Lo tengo que lograr por mí mismo desde el cero más absoluto. Se acabó. Voy al origen. Y fui al sutta, ese sutta que es sacrílego leer sin ser interpretado por los Comentarios. Y solo leí seis palabras: “Y pone su atención consciente enfrente”. -¿Y qué hay enfrente, siempre? -¡EL AIRE! Obvio! Y ya. A partir de ahí fui de éxito en éxito. No sabía al principio cómo, pero siempre, como un reloj, haciendo lo mismo el resultado era el mismo. Esto es ciencia, esto es serio, pero… ¿qué es esto? Tardé dos meses en entender el método y me puse a probarlo con gentes de todo tipo y, excepto en un caso de un meditador incorrecto, funcionaba si o si en todo el mundo. -“Logrado!”. Ya tenía el punto de apoyo, a partir de aquí me puse a explorar todo lo que se me iba ocurriendo y, por supuesto, olvidándome por completo de todo lo que apestara a “buddhismo”. Lo siguiente fue estar sin pensamiento indefinidamente siendo consciente de la desconceptualización. Después vinieron las siguientes jhānas y con ellas el control de la mente a niveles insospechados. Descubrí el amor (la oxitocina) y lo más importante es que por fin, empecé a experimentar vipassana, el conocimiento directo. A partir de ahí, fue un sinvivir: meditar, salir del éxtasis, saber, comprender, asimilar y luego escribir. Un día tras otro, sin solución de continuidad. Después llegó la meditación de ampliación con la que podía cubrir toda la conciencia con una sensación milimétrica. Requería un enorme esfuerzo y por ahí exploré poco. Cansa mucho… Así un buen día la propia meditación me sugiere una experimento salvaje: dejar a la atención que recorriera todas las sensaciones táctiles que quisiera y que la concentración de ampliación la acompañara. Así, cada vez más deprisa, durante dieciséis horas, llegué a un estado de tensión mental brutal: ampliación en un punto, desborda la mente, pero la ampliación en todos los sentidos del cuerpo simultáneamente, te cambia de linaje. Y ahí se fueron ya muchas cosas: la felicidad, la duda, el yo, las ceremonias… A los dos meses entendí que había logrado entrar en la corriente y una lluvia de placer indescriptible me cubrió durante varios días… Y comencé a escribir un mi blog y en los grupos de Facebook de buddhismo en español. Allí la gente seguía con sus sectas, sus ritos y sus estupideces y como siempre, sin lograr nada. La ausencia de duda te hace parecer arrogante e incluso totalitario. Ellos se respetan entre sí porque saben que ninguno logra nada. Nadie arroja piedras porque tiene el tejado de cristal. Entré como elefante en cacharrería. Se sucedieron varios momentos de tensión, pero como llevaba siempre razón, poco a poco fui forzando mi postura. Y los usuarios empezaban a entenderlo. Creían que era un experto en suttas, porque siempre enviaba una ristra de suttas sobre cualquier tema que me pidieran. Como sabes qué buscar, lo encuentras inmediatamente. Alguno incluso me achacó que me sabía los 11500 suttas de memoria. Y después fue empezar a ver lo que debían decir y las malas traducciones escondían. Así traduje el sutta de los Cuarenta y desvelé el ejercicio del noble óctuple camino, que es un ejercicio de mejora continua y de diez, no de ocho, etapas para hacerlo en tiempo real para erradicar el sufrimiento. Al cabo de tres meses se me olvidó que ya no podía sufrir, y algún amigo que andaba bloqueado, con esta traducción reconstructiva se desbloqueó y lo logró también. Y así, reescribí el Mahanidana sutta que me confirmaba mi visión de la realidad, una realidad de una conciencia que experimenta y una interfaz que es experimentada. Nama son conceptos, o sea, etiquetas y qualias y Rupa que son las percepciones de los sentidos sin elaborar, justo lo que presencié al dejar de pensar. Y en qué consistía la liberación: en desprender nama-rupa de Citta y cómo se hacía. Y ahí seguí escalando, subiendo peldaños en la escalera de la liberación. Y mientras tanto, abajo quedaban los buddhistas con sus errores, miopías, necedades e incluso maldades. En un tibetano no veía ya al payaso que hacía el tonto vestido de colores: era el más cruel esclavista y genocida de la historia de la humanidad. O al theravadin estafador que ni es antiguo y que mantiene los suttas justo para negarlos, pero que vende suerte, lava dinero de las drogas y la prostitución infantil, asesina musulmanes y arroja a niños esclavos por la borda de buques factoría cuando sus manitas son demasiado grandes para seguir pelando las mismas gambas que te comes. Y ver al zen en la ética del japonés: esclavas sexuales, torturas inimaginables, crueldades gratuitas y falsedad, una inmensa falsedad. Son más falsos que Judas. Solo dicen lo que creen que deben decir. Aunque al menos si reciben su castigo: de cara a la pared y recibiendo periódicamente golpes con un palo. Mi búsqueda de otros iluminados fue desoladora: ninguno del que se tenga la menor noticia. O que haya dejado algo escrito… desde la muerte del Buddha. Y ¿por qué? Porque es incompatible radicalmente ser buddhista e iluminarse. Lo único que ilumina es el paccekabuddhayana, el vehículo del Buddha solitario, que es el que usó el Buddha y aquellos de sus discípulos que llegaron al Arahantado. El Buddha lo dijo una y otra vez, y al morir disolvió el Sangha y exhortó a sus antiguos discípulos a seguir ese camino, un camino que…. era el que había seguido yo! Jhānas, lugar aislado y agradable (Puerto Vallarta), no admitir maestros sino tomar refugio en uno mismo (cuando mandé a la chingada al buddhismo) y muchas ganas de aprender. Un buen libro de buddhismo es aquel que arde bien. Uno malo, el que ni arde. Así, accediendo al conocimiento directo, saltando sobre los memes, realmente tengo acceso a la Sabiduría sin contaminar y desde donde se contempla todo el Samsara y se ve la realidad tal como es, sin filtros ni disipaciones. Lo había logrado. Se hace así, esto es. Y pruebas fehacientes y objetivas son las más de 100 extrañas habilidades que estas prácticas me han dado, de todo tipo y que no aparecen documentadas en ningún sitio en su gran mayoría. Y esto da respuesta al ridículo de ser humano. A la estupidez y la avaricia que han arrastrado al humano a ser el culpable de la destrucción del único lugar donde puede vivir. Y que son el motor de la historia: avaricia y estupidez. Marx quiso contraponer al obrero al patrón sin entender que el patrón es aún más avaro que el obrero y los dos igual de estúpidos. El problema no es el mundo, el problema está en su cabeza. Pero el estúpido quiere cambiar el mundo porque asi cree que cambiará su cabeza. Y tan tonto es Marx, como Smith o Descartes. El problema no está fuera. La avaricia no tiene fondo y lo único que la supera es la estupidez humana, que es infinita (Einstein). Solo una figura de un viejo barbudo armado con bastón, manto, una linterna encendida en pleno día y un perro puede redimir a la humanidad (o lo que quede de ella, si es que queda algo): Diógenes buscando un hombre. Una tarea aún más ardua que la de Sísifo: con el tiempo la roca se va desgastando, pero con el tiempo, la estupidez solo crece y crece… ignorantes a cientos, tontos a millones, necios a miles de millones. La compasión bien entendida pasa por reírse del que sufre, porque sufre por pendejo. A ver si así, agitándolo con fuerza, se despierta. Este libro es un agitador mental. Te voy a tratar de pena, me voy a reír de ti hasta perder la quijada. Enfrente de ti, más de 420 muestras de conocimiento directo. A diario, a capón. Mi visión del Dhamma. Si eres un ignorante aquí puedes encontrar (búscala) esa frase que te abrirá las puertas. Si eres tonto te la vas a pasar genial y te reirás muchísimo e incluso te haré pensar. Lo siento, porque sé que para ti es doloroso. Y, si eres necio, enhorabuena!. Has llegado al final del libro: tíralo en el contenedor más cercano. Gracias.
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