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La Sabiduría como la alianza multiplicativa del razonamiento lógico, de la intuición, de la gnosis, de las habilidades paranormales y la episteme se ejercita mediante el empleo de la perspectiva correcta. Ponerse en el punto preciso para ver la realidad logra que cualquier complejidad se reduzca a la evidencia palmaria de lo que se está viendo, y oteando más allá se comprueba de que es así y que es absurdo que sea de cualquier otro modo. Desde lo alto de la montaña más alta se ven de una sola mirada cientos de pequeñas realidades que podrían parecer inconexas, independientes y separadas, pero que no pueden existir de forma aislada. Desde ninguna de ellas se puede ver más allá de sí misma y el mundo se les reduce a su pequeño espacio. Como si las diferentes esferas de la realidad transcurrieran en espacios bidimensionales que parecerían autosuficientes, ignorando todos los demás. Es una soberana gilipollez postular que la realidad puede verse desde la perspectiva humana, algo desde lo que parten la práctica totalidad de los “aficionados a la sabiduría”, por lo que leerles empieza resultando divertido pero acaba pronto degenerando en el bostezo. Con solo seis bases de los sentidos, limitadas, cautivas del devenir de la causalidad, miopes y torpes es imposible razonar más allá de la última palabra conocida. ¿Y si tuvieran el olfato del perro o la vista de la abeja? Pues resultaría lo mismo, pero más rico y colorido posiblemente. La gnosis nos sirve para saltar de mundo en mundo y de esfera en esfera. Y ves otras realidades que poco tienen que ver con la humana, pero siguen circunscritas a su bidimensionalidad. Pero ser conscientes que la multitud de esferas que nos rodean es un primer paso. Las habilidades paranormales, o abhiññās, sí que nos dan la perspectiva completa, proyectándonos fuera del plano general donde las esferas se solapan entre sí sin mayor interactuación. Y entre ellas, el ojo y el oído divino son realmente útiles para verlo todo. Y para lograr la episteme, para comprenderlo, asimilarlo y reducirlo a palabras, el conocimiento se simplifica mediante la intuición y se verbaliza empleando el razonamiento lógico, eso sí, una vez comprendiendo todas las relaciones y lo que es más importante, su necesidad. Es más fácil desarrollar la sabiduría que tratar de entender a un filósofo plúmbeo.
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