Copyright © 2020 Tomás Morales Duran. Todos los Derechos Reservados
Cuando empecé a adentrarme superficialmente en el estudio de los textos me llamaron poderosamente la atención dos cosas que tenían similitudes: las jhānas y los dioses.
Es curioso compararlos. En ellos textos están ambos por todas partes, el número de referencias es inmenso, sin embargo los devotos de los diferentes sabores del budismo eludían ambos como si de algo maldito se tratara. Sobre las jhānas decían que sí, pero que era “mejor” cualquier otra cosa, especialmente la que cada uno comercializaba, y de los dioses simplemente, rehúsan nombrarlos explicando que son hipérboles semánticas de textos indios antiguos… a la vez que se agarran como un clavo a la literalidad de ciertos pasajes que luego comprobé que estaban mal traducidos.
Hay un principio derivado de la Navaja de Ockham que dice que lo que la estupidez explica no merece la pena rebuscar otras justificaciones. Sin embargo, existe un pequeño sutta que puede ser el que dio origen a ambos fenómenos. Se llama «La Diferencia» y advierte de los riesgos de hacer jhānas sin ser un oyente noble del Buddha, o sea, un discípulo que alcanzó algún nivel de iluminación. Esta práctica si se mantiene hasta el final de la vida le hace renacer en ese plano, a toda cuenta que las jhānas no son más que una especie de sintonización con esos planos de existencia. Al morir, se renace en ese plano en el que el practicante estaba sintonizado. Si era una persona corriente, sin educación, que no es un oyente noble del Buddha al acabar esa vida, consume todo su kamma sano y se va al infierno.
Hay que decir que para ser discípulo educado de alguien, para empezar se imprescindible que ese maestro le acepte de discípulo y para estar educado por él, tiene que haber sido educado por él. Eso de autodeclararse «discípulo del Buddha» suena tan imaginario como declararse alumno de Harvard solo por el hecho de una autoproclamación.
Quizás por ello, y en previsión de males mayores, jamás en los textos se explica el método de las jhānas y su exigua referencia a la práctica de la primera con la palabra compuesta Vitakkavicārānaṃ, textualmente “Fijación de la mente en la visualización de movimiento”. Es la descripción exacta del ejercicio que conduce a la primera jhāna. En la segunda jhāna no es necesario ejercicio alguno, por lo que vitakkavicārānaṃ se suprime. Sin embargo, se traduce desde muy antiguo como “aplicación inicial y aplicación sostenida” unos términos incomprensibles que hacen hermético el procedimiento.
Cerrada la puerta a sintonizar con los planos de existencia es obvio que los dioses pasan a ser algo etéreo con lo que se perdió el contacto. Durante siglos no fue algo importante, porque para iluminarse lo que había que hacer era esperar al siguiente Buddha y ser bueno para pasar ese tiempo en algún plano celestial y hacer méritos para lograr conocer al Buddha.
Pero los «milenaristas de medio camino» en el siglo XVIII cuando se cumplían los 2500 años del parinibbana del Buddha de los 5000 previstos para Metteyya, resucitaron la práctica meditativa porque no querían esperar más. Y como había ese temor reverencial a las jhānas, a un tal Medawi se le ocurre la meditación vipassana que, con más pena que gloria, sobrevivirá en las selvas birmanas hasta que el dinero occidental la despertará y la hará popular como se verá por todas partes, incluso en sectas diferentes a la Theravada.
Por último, esto también explica la aprensión de los theravadines fundamentalistas de la secta tailandesa del bosque ante la práctica de las jhānas, ante la que llegan literalmente a esconderse.
Colección de Discursos Agrupados Numéricamente
AN 4.123 La Diferencia
Bhikkhus, existen estos cuatro tipos de individuos que existen en el mundo.
¿Qué cuatro?
Existe el caso en el que un individuo, retirado de la sensualidad, retirado de las cualidades poco hábiles, entra y permanece en el primer jhana: placer y felicidad surgidos internamente mediante el direccionamiento de la mente en la evolución del movimiento. Saborea eso, anhela eso, encuentra satisfacción a través de eso. Permaneciendo allí, fijo en eso, permaneciendo allí a menudo, sin alejarse de eso, luego, cuando muere, reaparece junto con los devas del séquito de Brahma.
Los devas de la comitiva de Brahma, bhikkhus, tienen una vida que abarca un eón. Una persona común y corriente que se ha quedado allí, que ha vivido toda la duración de la vida de esos devas, va al infierno, al útero animal, al estado de las sombras hambrientas. Pero un oyente noble del Bendito, que se ha quedado allí, que ha vivido toda la duración de vida de esos devas, su condición de existencia se extingue completamente Esto, bhikkhus, es la diferencia, esta es la distinción, este es el factor distintivo, entre un educado discípulo noble y una persona común y corriente sin educación, cuando hablamos de un destino, el renacimiento.
Commenti