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Música de Mentira

Copyright © 2019 Tomás Morales Duran. Todos los Derechos Reservados

La tradición tiene la ventaja de que es conocida y compartida por un gran número de personas y la desventaja de que soluciona problemas que no existen. La gran ventaja de la tradición es que no requiere pensar, solo memorizar, lo que la hace accesible a un gran número de personas.

Si, además, se une a la religión, entonces el éxito está asegurado.

Imaginemos que no hay forma de registrar el sonido. Si creamos una melodía tendremos que memorizarla para que no se pierda y hacer que cientos de generaciones la memoricen; es un terrible problema. Sin embargo, la forma en que se canta esa pieza cambia con el tiempo, como resultado de errores de memoria o diferencias en el gusto.

Para resolver este problema, en el siglo IX apareció la notación neumática que servía para escribir la música.

El neuma es un signo para un tono o un grupo de tonos musicales sucesivos, antecesor de las notas musicales. Se han utilizado en el canto litúrgico cristiano gregoriano y bizantino, así como en la polifonía medieval más antigua (música en varias voces o partes) y en cierta monofonía secular (música que consiste en una sola línea melódica). Los primeros neumas se desarrollaron a partir de acentos textuales griegos que se modificaron gradualmente en formas que muestran la dirección del tono y el adorno vocal. Estos neumas sin personal, o quironómicos, facilitaron el recuerdo de una melodía memorizada de acuerdo con las prácticas musicales semiorales de la época.

En poco tiempo, los neumas fueron «observados» para sugerir líneas melódicas específicas. Un tetragrama musical de cuatro líneas se desarrolló hacia el año 1000. Los neumas colocados en el pentagrama mostraron un tono exacto, lo que le permitió a un cantante leer una melodía desconocida. Incluso dentro de Europa occidental, se utilizaron diferentes sistemas de neumas en diferentes regiones geográficas. Alrededor de 1200, los neumas habían asumido las formas cuadradas características que aún se utilizan en la notación moderna del canto gregoriano.

Los neumas contenían información general sobre el contorno / forma de una melodía. Sin embargo, como la distancia interválica (la diferencia entre dos tonos) entre las notas era indistinguible, este sistema no podía registrar los tonos exactos de una melodía. Por lo tanto, los cantantes de música sacra dependían de la tradición oral cuando se trataba de aprender la melodía de una canción.

Recapitulemos. Hace mil años había un problema, la notación neumática seguía requiriendo de la tradición oral, porque era incompleta y, sobre todo, no había forma de registrar la música de forma que no se modificara con el tiempo.

Para dar solución a ese problema, en el contexto del canto de la música sacra lo que Guido de Arezzo buscó rectificar.

Guido de Arezzo fue un monje que vivió durante la Edad Media y puede ser considerado como la figura más influyente en la historia de la música occidental. Durante la Edad Media, el monasterio fue una de las instituciones europeas más importantes. La adoración a Dios era de suma importancia en la vida de un monje medieval, y una de las formas en que se rendía esta adoración era a través del canto de la música sacra. Guido de Arezzo buscó rectificar el problema de la notación que lastraba a estos cantos, y fue su contribución la que tuvo un impacto enorme en la música de las épocas siguientes.

Guido de Arezzo fue originalmente conocido como Guido Aretinus, y nació sobre el 991 o 995 en Francia y se convirtió en un monje de la Orden de San Benito en el monasterio de St. Maur-des-Fosses, que se encuentra cerca de París. Al comienzo de su carrera como monje, Guido ya estaba al tanto de la confusión que existía cuando se enseñaba y tocaba música sacra.

Por lo tanto, Guido comenzó a hacer innovaciones en los métodos de enseñanza que prevalecían en ese momento. Parece que los compromisos de Guido lo hicieron impopular entre los otros monjes de St. Maur-des-Fosses, y lo llevaron a su traslado al monasterio de Pomposa, que estaba cerca de Ferrara, Italia. Allí Guido enseñó música y desarrolló su método educativo. El propio Guido afirmó que un alumno de este método podría aprender en solo cinco meses lo que en el pasado habría tardado 10 años en dominar.

Guido comenzó a ganar una reputación en toda Italia por sus éxitos. Se dice que esto encendió la envidia de sus compañeros monjes en Pomposa y que es probable que por eso también le volvieran a expulsar. Esta vez se mudó a Arezzo, una ciudad en la Toscana italiana. Allí no tenía abadía, pero sí catedral; Guido se encargó del entrenamiento de los cantantes catedralicios.

También fue en Arezzo donde Guido escribió un breve tratado sobre la disciplina del arte musical, que se dedicó a su patrón, el obispo Teudaldo. Las noticias de este tratado pronto llegaron al Papa, Juan XIX, quien estaba intrigado por estos informes, e invitó a Guido a que le mostrara sus enseñanzas en Roma. El Papa quedó tan impresionado por las innovaciones de Guido, que le pidió al monje que se quedara en Roma e instruyera al clero romano en este nuevo sistema, así como a introducirlo en la práctica general.

Las innovaciones musicales de Guido, sin embargo, han sobrevivido hasta nuestros días. El más importante de ellos es la notación del pentagrama, que desarrolló a partir de la notación neumática anterior. Aunque ligeramente alterado, este sistema de notación musical todavía está en uso hoy en día. Otra innovación bien conocida de Guido es el uso de sílabas para enseñar notas musicales. Es gracias a Guido que hoy tenemos el ‘do-re-mi’. Finalmente, se cree que Guido inventó la ‘mano guidoniana’, otro dispositivo mnemotécnico que se utilizó en la enseñanza de la música. Guido es el padre del solfeo.

Antes de entrar en la solución a la que llegó Guido, debemos entender que todo esto se hace porque era imposible grabar música; y decimos “era” porque desde el invento del fonógrafo ya se pudo dejar registrado el sonido. Y si vemos hoy día la industria discográfica debemos entender que el problema no existe. Sin embargo, el solfeo se sigue enseñando y lo que es peor, se sigue aplicando como solución a que la imposibilidad de grabar música.

Guido era monje medieval, y como tal, la realidad la captaba desde el punto de vista de la magia divina, de las asechanzas de Satanás y de los Santos que acudían en auxilio del buen cristiano. Desde este bizarro punto de vista, fue desde donde aportó su solución.

Dos siglos antes, el benedictino Pablo el Diácono, un importante historiador lombardo y secretario del rey Desiderio que dejó gran influencia en el renacimiento carolingio, compuso un Himno a San Juan Bautista; decía esto:

«Ut queant laxis Resonare fibris Mira gestorum Famuli tuorum Solve polluti Labii reatum Sancte Iohanes».

Para que tus siervos puedan exaltar a plenos pulmones las maravillas de tus milagros perdona la falta de labios impuros, San Juan

Guido hizo una melodía con estos versos como letra, con la particularidad de que cada verso excepto el último, empezaba con una nota superior a la que antecedía.

Existía la creencia extendida del peligro que suponía que ciertas notas podían conjurar al diablo. Guido entendió que las notas del himno propiciarían la protección del santo, por lo que esas notas serían “seguras”. Al tratarse de versos en escalar ascendente, se le ocurrió nombrar a las notas de esa estrofa con la sílaba inicial del verso. Así tendría una escala de seis notas: Ut-Re-Mi-Fa-Sol-La, porque no se podía nombrar una séptima nota porque, según la creencia medieval, era poseedora del tritono maldito que invocaba al diablo.

Así que Guido creó la escala musical que aún se usa hoy en día, diseñada para evitar a Satanás, pero que deja mucho que desear:

Ut¿?Re¿?MiFa¿?Sol¿?La¿?¿?

Solo se nombran a seis de las doce notas, precisamente para evitar el tritono maldito. Llamó a este sistema “solmización” que posteriormente pasó a llamarse solfeo. Además, utilizó estas notas dentro de un patrón de cuatro líneas y no una sola como se venía haciendo. De Arezzo utilizaba este sistema para la enseñanza de la música y pronto adquirió gran popularidad, de forma que llegó a oídos del Papa Juan XXII, quien invitó a Guido a Roma, posiblemente fue en el año 1028, pero pronto tuvo que volver a Arezzo debido a problemas de salud. El Papa, considerando los sólidos principios teológicos en los que se basaba, ordenó la introducción del método de Guido en todas las escuelas de música. Gracias a esta decisión, el sistema de Arezzo llegó a tener la influencia que tiene.

Recapitulamos: el solfeo existe porque aporta una solución a registrar el sonido por escrito al no existir medios de grabación, además de evitar invocar al diablo al ignorar la nota séptima maldita, y por tanto también de la octava a la duodécima.

Muy pocas variaciones ha tenido a lo largo de los siglos. En 1640 en un tratado musical Giovanni Batista Domi propuso el cambio de UT a DO al ser UT difícil de pronunciar y DO era la sílaba perfecta pues era la inicial de su apellido.

Como con seis notas no se puede componer música, como hemos visto, y se necesita como mínimo una séptima, más tarde se llegó a una solución de compromiso, se podría usar una séptima nota siempre y cuando se llamara como el mismísimo San Juan para exorcizar al diablo. Así que se introdujo la nota SI de Sant Ioannes, San Juan en latín:

Do¿?Re¿?MiFa¿?Sol¿?La¿?Si

Así que tenemos completa la lista de las notas musicales, Do-Re-Mi-Fa-Sol-La-Si, evitando supersticiosamente nombrar a cinco notas. En el siglo XXI, a mil años de este dislate, el solfeo sigue gozando de excelente salud.

Por las características propias de las escalas, la de siete notas es completa

Como vimos anteriormente es la escala más famosa de la actualidad. Aunque es equidistante no es simétrica. Deja huecos, en total 5. Esto hace que no haya una escala diatónica, sino SIETE, dependiendo por donde comencemos a tocar, se usarán estas notas o los huecos siendo, por tanto, siete escalas diferentes con notas diferentes. A estas escalas, se las llaman (modos o) escalas griegas. Y se diferencian en la nota por la que comienzan. Esto se llama segmentación, es decir, para tocar las 12 notas naturales, lo que se hace no es tocar una escala de 12 notas, sino que se alternan 7 escalas de siete notas, y lo que se hace es cambiar de escala, además de nota.

Una escala se diferencia de otra en que empieza en una de las siete notas. Como no son simétricas, solo la que empieza por DO, o modo lidio, tiene a todas sus notas dentro del conjunto de siete, pero a partir de la de RE tenemos ya notas fuera del grupo de siete. Se consigue completar la escala dodecafónica empleando las siete escalas griegas:

Modo dórico: hypate meson–nete diezeugmenon (mi′–mi″)Do#Re#MiFa#Sol#LaSi

Modo locrio (común) o modo hipodórico: mese–nete hyperbolaion, o bien proslambnomenos–mese (la′–la″ o la–la′)Do#ReMiFa#Sol#LaSi

Modo frigio: lichanos hypaton–paranete diezeugmenon (re′–re″)Do#ReMiFa#SolLaSi

Modo hipofrigio: lichanos meson–paranete hyperbolaion (sol′–sol″)DoReMiFa#SolLaSi

Modo lidio: parhypate hypaton–trite diezeugmenon (do′–do″)DoReMiFaSolLaSi

Modo hipolidio: parhypate meson–trite hyperbolaion (fa′–fa″)DoReMiFaSolLaLa#

Modo mixolidio: hypate hypaton–paramese (si–si′)Do#Re#MiFa#Sol#La#Si

Es decir, se usa uno de estos modos y en el caso de ser necesario se cambia de modo para acceder a otro grupo de notas. Esto se llama segmentación y es una chapuza de cuidado. Requiere que el músico cambie mentalmente de escala cada vez que necesite usar una nota que no esté en la escala que usa, lo que es una barbaridad lógica. Esto aún se ve en las teclas del piano, que es representa la escala lidia de siete notas blancas (Do’- Do’’) y cinco negras malditas diabólicas que arrastran al infierno.

Como es “normal” a las notas negras se las llama “alteraciones” al provocar el cambio de escala y los problemas que conlleva.

Y como hay que nombrar las notas de alguna manera, pero evitando darles nombres por la “razón” que ya sabemos, se las nombra en referencia a las notas vecinas. Así la segunda nota se la llama DO sostenido o RE bemol, a la cuarta nota se la llama RE sostenido o MI bemol, la séptima nota maldita se refieren a ella como FA sostenido o SOL bemol. La novena es llamada SOL sostenido o LA bemol y por último la undécima nota es LA sostenido o SI bemol.

Esto es para no invocar a Satanás, solo por eso.

A esto le llaman Solfeo y se “estudia” en los “conservatorios” a día de hoy.

A estas alturas, con el amigo Satanás impotente para arrastrar músicos al infierno y con dispositivos de grabación de audio ha resultado “revolucionario” poner orden en este desmadre: algo que, en términos medievales, sin duda, nos hubiese conducido a la hoguera.

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