«Mi querido mundo está perdido» fueron las palabras del Mahābrahmā cuando oyó que el Buddha Gotama dijo que le daba flojera enseñar el Dhamma que había descubierto.
La trascendencia de esta frase solo la pueden entender un Mahābrahmā y un Sammasambuddha, hablando entre ellos.
Hasta a mí me da flojera…
Si te pones desde la perspectiva de un Sammasambuddha, sentado sobre la Verdad, divisando a toda esa humanidad hostil, dormida en su sueño de muerte en el que estúpidamente gozan, son felices y al no quieren renunciar, entiendes la infinita flojera que le entra.
Porque no es cuestión de «contar cosas», lo que le pondría al nivel de cualquier cuentacuentos como los religiosos, lo peor de lo peor. La cuestión es transformarles, darles la vuelta como un calcetín… pero además es algo que tienen que hacer ellos invirtiendo un esfuerzo supremo, en una época floja.
Y piensas que es más fácil enseñar mecánica cuántica a una oveja… al menos, no te pierde atención ni te deja de mirar.
Pero ¿qué sucede si un Sammasambuddha pasa de enseñar?
Pues simple y llanamente, condena a todos los seres que deambulan por el Samsara al infierno final. A todos. Devas, animales, humanos, petas o seres infernales, no hay esperanza para ninguno.
Podríamos alegar que en el pasado ha habido otros Buddhas y ¿que razón habría para que se produjese este panorama?
La explicación está en la mecánica de transmisión del Dhamma, que pasa de maestro a discípulo. De un maestro a un discípulo. Pero el maestro no es cualquier individuo, ahí está el problema.
Maestros solo hay dos, un Sammasambuddha y un Mahābrahmā, alternativamente.
Es el Mahābrahmā quien inspira a un bodhisatta para convertirse en Sammasambuddha y una vez logrado, éste enseña a un grupo de humanos de los cuales alguno se ilumina en uno u otro grado. Entre los que se iluminan, están algunos anagamis, los que no retornan. Entre estos pocos uno solo de ellos no se disuelve directamente en Nibbāna a su muerte, sino que pasa a ser el Mahābrahmā. Y como la vida de los devas es larga, un solo Mahābrahmā puede asistir a más de un Sammasambuddha. Y así, la cadena continúa.
Pero si un Sammasambuddha pasa de enseñar, la cadena se rompe y el Dhamma se pierde y con él la esperanza de escapar del Samsara para todos los seres. Si remisión. Para siempre.
—Entre la flojera y la responsabilidad, he ahí tu elección —dijo el Mahābrahmā.
Un Sammasambuddha es inmune a cualquier kamma, es decir, dejar que los seres hallen su destino infernal no le reporta ningún tipo de consecuencia personal. Él está a salvo. Son tontos y pagarán por ello. ¿Cuál es el problema?
—Hombre, alguno habrá, alguno que pueda hacer el esfuerzo y torcer su destino. ¿No lo intentarías por ése, al menos? —repuso el Mahābrahmā y añadió:
—¿Qué te parece que me vaya contigo, que nos vayamos juntos? Si no quieres dejar que esto se vaya literalmente al infierno, enseña.
Y frente a la güeva, la compasión.
—… ¿quién me mandará a mí…?
—Yo —sentencia el Mahābrahmā— pero vamos, si tú quieres, es cosa tuya. Empieza por quien veas con menos polvo en los ojos…
Y en eso estamos.
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