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Foto del escritorTomás Morales y Durán

Marco Teórico (IV): Cetana. El albedrío condicionado.

Marco Teórico (IV): Cetana. El albedrío condicionado. Cetanā: intención. Estado de ceto (mente) en acción, pensando como un pensamiento activo, intención, propósito, voluntad. Definido como acción Desde la perspectiva gnoseológica, la intencionalidad se refiere tanto al contenido de la mente o la conciencia, como a la relación entre la conciencia y el mundo. Fundamentalmente, la intencionalidad significa que la actividad de la mente se refiere a, indica o contiene un objeto. Desde otro punto de vista, se puede decir que gracias a la intencionalidad un sujeto es capaz de conocer la realidad que lo circunda y que además tiende naturalmente hacia ella, y, al mismo tiempo, al propio yo, no como objeto, sino en cuanto sujeto del hecho o estado psíquico. El mayor promotor de una filosofía fundada en la intencionalidad es Edmund Husserl. Él propone como método la reducción fenomenológica, que excluye de la consideración filosófica lo que no es mostrado a la conciencia, es decir, sólo toma en cuenta los dos polos de la relación intencional: la conciencia y el fenómeno. En el sistema de Husserl, la afirmación de la subjetividad es absoluta, y la del mundo, en cambio, sólo relativa y presuntiva. Es decir, el yo «intende» o «se dirige intencionalmente» hacia lo que el mismo sujeto ha constituido como objeto de conocimiento. Husserl deseaba establecer la filosofía como ciencia rigurosa, y estaba convencido de que su realización sería posible sólo cuando esta disciplina se transformara -dicho a grandes rasgos- en conocimiento acerca de la conciencia pura y sus correlatos intencionales (lo que es presentado a la conciencia). Husserl escribe que se puede distinguir entre el ser como experiencia y el ser como cosa. Otra aproximación hacia la comprensión del problema de la intencionalidad en el conocimiento consiste en la hipotética pregunta: ¿conozco lo que veo, o sólo conozco aquello que veo a través de mis sentidos? Es decir, ¿tengo certeza sobre la existencia de lo que veo (o cualquier otro tipo de percepción), o me tengo que conformar con suponerla? Cuando Husserl plantea la reducción fenomenológica, él obvia -a manera de método- esta pregunta a favor de la investigación sobre la conciencia. Intencionalidad y auto-conciencia. En muchos pensadores afines a la fenomenología, el hecho de la auto-conciencia es fundamental para el hecho del conocimiento. Desde este punto de vista, el fenómeno no se da a la conciencia, sin que al mismo tiempo se dé una percepción del propio yo, que sin embargo no consiste en una objetivación, sino en una mera presencia «atemática», es decir, que el propio yo no es el tema u objeto principal de la conciencia. Aunque está en la línea de la «apercepción trascendental» de Kant, este concepto toma en Husserl algunas características propias. Esta presencia no objetiva o no temática del yo en el conocimiento, permite que el sujeto (o la conciencia) posea y disponga de sus vivencias para ejercer, cuando se al caso, la reflexión sobre ellas. Es decir, poder reflexionar, recordar, etc. En el caso de una perspectiva del yo empírico o realista, esta presencia no objetiva del yo incluye también, cuando hay referencias al mundo exterior, la percepción del propio yo como una parte de la realidad conocida. Es decir, el sujeto se sabe como una cosa entre las cosas, como parte de ese mundo al que la conciencia se abre. Es decir, en el hecho del conocimiento intencional, independientemente de que sea o no término de ese conocimiento el mundo real, el la autoconciencia no es un hecho tardío o posterior, sino concomitante. De todos modos, es un hecho derivado, es decir, el conocimiento de sí mismo se funda en el conocimiento de lo otro. Esta forma de entender el conocimiento intencional da respuesta al «hombre volante» del filósofo Avicena, pues el sujeto no se puede conocer a sí mismo, si no conoce algo distinto que él mismo. En un sistema físico en un momento perfectamente conocido, con entropía cero, se conoce el estado siguiente. Dicho de otra forma, si se vacía un estado de su entropía (mediante información) se conoce el siguiente. Y esto es así porque todo es condicionado. Nada escapa de la condicionalidad. Lo que parece aleatorio lo es porque no conocemos el estado anterior, no porque el sistema decida lo que le parezca sin estar condicionado. Grey Walter realizó un experimento con pacientes a los que implantó unos electrodos en el córtex motor. Su objetivo era el de verificar la hipótesis de que ciertas explosiones de actividad registradas son las iniciadoras de acciones intencionales. Lo organizó todo de manera que cada paciente mirara unas diapositivas proyectadas desde un proyector de carrusel. El paciente podía hacer avanzar el carrusel cuando quería presionando un botón en el mando de control. (Nótese: la decisión era «libre», delimitada tan sólo por una subida endógena del aburrimiento, por la curiosidad de ver la siguiente diapositiva, por la distracción o cualquier otro motivo parecido.) Sin que lo supiera el paciente, sin embargo, el botón del mando no funcionaba, pues no estaba conectado al proyector. Lo que hacía avanzar las diapositivas era la señal amplificada proveniente del electrodo implantado en el cerebro del paciente. Podría suponerse que los pacientes no notaban nada raro, pero el hecho es que se veían sorprendidos por el efecto, ya que les parecía que el proyector de diapositivas se anticipaba a sus decisiones. Relataban que justo en el momento en que estaban «a punto» de presionar el botón, pero antes de que realmente lo hubieran decidido, el proyector avanzaba la diapositiva, ¡y se encontraban presionando el botón con la preocupación de que la diapositiva iba a cambiar dos veces! De acuerdo con el testimonio de Grey Walter, el efecto era muy fuerte Los diferentes procesos que corren en paralelo en la conciencia deciden qué hay que hacer en todo momento en base a la entropía disponible. Si es cero, o sea, el estado es perfectamente conocido, el sistema se vuelve deteminista. Sin embargo, si la entropía es mayor que cero, el sistema elige un estado dentro de los que esa ignorancia le deja ver. La “voz”, ese proceso que “decide”, es un proceso de salida, de recapitulación que se activa DESPUÉS de que la decisión fue tomada. Es la forma de hacer parecer a toda la conciencia de que se tiene control, de que se tiene libre albedrío, porque siempre se hace lo que “voz” determina… No es que determine, es que siempre acierta y acierta siempre porque lee el resultado de la decisión una vez tomada. La libertad de elección no son más que grados de posibilidades de elección en un menú prefijado y más o menos extenso dependiendo de la ignorancia subyacente. Cuanto más ignorantes, más libres. Para que el sistema tome decisiones que no hipotequen el futuro se necesita bajar el nivel de entropía de cada estado al mínimo posible. Es en esto que se basa la ética. De los ocho preceptos, el más importante y transversal es aplicar el correcto punto de vista. Desde esa perspectiva el error no puede darse. Si no se puede llegar a un nivel entrópico cero, otro consejo es no actuar por apego o aversión, o sea, tendencias de la ignorancia. Estos dos preceptos se refuerzan con otros dos más específicos: no actuar bajo la influencia de embriagantes porque aumenta la entropía en el proceso de decisión. Otro, similar por sus efectos en la distorsión en la toma de decisiones, es la actividad sexual incorrecta. O sea, cinco, que afectan directamente al núcleo del proceso de la intención. Y tres que son externos, que tratan de anular el aumento del nivel de desorden del sistema: La recta palabra, que se centra en evitar la falsa o innecesaria información, en forma de mentira, chisme o conversaciones banales.  Es una forma de robar recursos informativos al entorno. No tomar lo que no ha sido dado, entre ellos, la vida, es evitar quitarles recursos al resto de procesos que configuran el entorno, lo que afecta al orden general (neguentropía). De lo que se trata es de llegar a un nivel entrópico cero, que no genera distorsión en el entorno, que preserva la neguentropía. Ésa es la conciencia del arahant. El libre albedrío es la predeterminación de tendencias subyacentes que son condiciones que se consideran en la toma inconsciente de decisiones. La “voluntad” está determinada por el estado actual y el paso siguiente en la ejecución. Aquí no se escapa nada. Todo es condicionado, hasta el “libre albedrío”. El kamma no es más que el registro de estado de la conciencia. Es por esto que se dice que el kamma es lo único que realmente nos pertenece. En este esquema, la intención, es el contador de programa. Una conciencia de muerte, condicionada como todas, implica un reinicio parcial de los registros, del mapa de configuraciones de las entradas lógicas (bases de los sentidos) y un nuevo valor en el contador de programa. El renacimiento es la conciencia siguiente con esos nuevos valores. El apego, que no es más que una forma de ignorancia, de entropía, no interrumpe la ejecución, de hecho, no puede saber cómo hacerlo. Mientras se mantenga la entropía, que es el combustible de la conciencia, seguirá la ejecución indefinidamente. Sólo si se han cortado completamente las raíces del apego que es quien genera nuevo combustible, en todas las estaciones que puede operar la conciencia, provocan la ejecución de la cláusula END del programa.

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