Acostumbrados a vivir continuamente en el mundo de los conceptos es normal que se dé por supuesto que la realidad tiene las mismas propiedades que los conceptos. Y los conceptos son mágicos: aparecen y desparecen. Rara vez se transforman. Así una vaca desparece y aparece carne. La carne desparece y aparece un filete. El filete desaparece y aparece una milanesa. La milanesa desaparece y aparece mierda. Y la mierda desaparece por el retrete para siemore jamás porque ya no queremos saber más de la vaca. Y así con todo. Eso de aparecer de la nada es algo habitual. La razón te dice que no, que es imposible. Pero como tu percepción es así de simple, ves lo que percibes, no lo que ves. Y percibes con conceptos por lo que tu percepción es mágica. Los conceptos son todopoderosos, o unos más que otros. Hay quien prefiere la Masa (hulk) al Hombre de Hierro (ironman), aunque haya nostálgicos que prefieran a Superman. En una mente que se abre al mundo son tan reales como Yisus. Y te ves peleando a Thor con Yisus a ver quién puede más. Y, claro, tu dios cristiano le puede a uno pagano. No son más que personajes de cuento, pero desde todas partes te hacen creer que son tan reales como la sensación de la brisa en tu cara. Así te acostumbras a ser observado por un ojo invisible que se lo chiva al cura o te las pasas contabilizando pecados para calcular cuando no es una buena idea el morirse. Da igual que todo sea una novela. La posverdad se viste de verdad porque lo que quieres creer se transforma en tu verdad. En el mundo de los conceptos todo lo que existe tiene nombre y lo que no tiene nombre, no existe. Por eso está la manía de dar nombre a todo lo desconocido, sin que nos lo pida. Bien sea una planta, un recién nacido o un desierto pelado más allá de un mar que, como fue Cortés el primero en cruzarlo, de paso, le llamaron Mar de Cortés. Esta posrealidad la tomaron las culturas semíticas donde el nombre creaba la realidad. “El hombre dio nombre a los animales”, es la forma de hacerlos “reales” de ascenderlos a la “realidad”. Esta estupidez llega a identificar la cosa con el nombre. Sí, estupidez. ¿Qué crees que es el “yo”?. Y como la cosa no es la cosa sino el concepto, la cosa automáticamente adquiere las propiedades del concepto. Se vuelve mágica. Así puede aparecer de la nada. Desaparecer de igual forma. Y si no lo recuerdas pues no existe, así de fácil. Y mira que la ciencia te dice, y lo sabes, que nada aparece de la nada, y que nada se disuelve en la nada, que todo se transforma y no para de hacerlo. Bueno, pero piensas, me miro al espejo y sigo siendo “yo”. Pero todo lo que ves en el espejo está muerto: la piel, el vello, el cabello, las uñas, los dientes… ni una sola célula queda de lo que viste hace dos semanas, pero el concepto que no es más que una denominación genérica, es eterno, inmutable, estable. Si realmente quieres ver donde está lo que viste hace esos quince días, búscalo en el polvo de casa. Ah!, eso es “basura” no soy “yo”. ¿Te has dado cuenta que cualquier parte de tu cuerpo, en el momento que se desprende del mismo, automáticamente se transforma en “basura”? Asquerosa además… Decir que todo es impermanente, remueve las bases del conceptualismo porque no es lógico para él. La playa es la misma playa año tras año… solo porque tú identificas lo que percibes con “la playa”. Da igual que todo se transforme constantemente. La playa será la playa hasta que construyan una urbanización encima, el mar se la coma, o sufras de amnesia total. Así que la gente nace y aparece de la nada. Un individuo pequeño, analfabeto e indocumentado es alguien aparece cuando le ponemos su nombre. Y no es tontería, legalmente hasta que alguien no tiene nombre no es objeto de derecho. Que no recuerdes qué hiciste ayer no significa que hoy no pagues las consecuencias de la borrachera. Así que, cada vez que se borran los conceptos, eres otra cosa. Visto desde la perspectiva del Alzheimer es lo mismo. Hoy me levanto y como no me acuerdo de nada, deduzco que acabo de nacer. Y tendré una vida tan larga como la de una mariposa… Una persona no identificada es nadie. Cuando la persona muere, piensas que se acabó mágicamente o que va a resucitar mágicamente. Lo de resucitar es mantener, de alguna forma, el nombre. Aunque el nombre permanezca en la memoria de la gente o de los registros sin embargo no queda nada a lo que nombrar. Por eso están las tumbas: se mantiene una caricatura de cuerpo enterrado y, lo más importante, una lápida con ¿qué?… con nombre. Y la gente se las pasa comentando sus vidas con las lápidas… qué cosas…Y no toques una lápida porque es un sacrilegio. Antes de nacer existe una qualia sin nombre. Después de morir existe un nombre sin qualia. La vida conceptual es el hecho de mantener asignado un nombre a una qualia de forma consensuada. Por eso apareces y despareces. Magia. Y para que la magia continúe nos inventamos la vida eterna. Y para que haya esa vida tu qualia debe ser reconocida, o sea, o resucitas o mantienes tu aspecto para que tú mismo te reconozcas. ¿Y cómo vas a mantener el aspecto si ya no hay aspecto? Magia. ¿Y qué cuerpo se usa para la vida eterna, de todos los que hemos tenido? El que más nos guste: el de los veintiocho si es que no nos veíamos demasiado mal. Y ¿cómo? Con más magia. Viajamos a la velocidad del pensamiento, porque los conceptos pueden hacerlo. La identificación del mundo feliz de los conceptos con la realidad es infantilismo. Y ese infantilismo lleva a la fe, a la religión, al sufrimiento. Y a la posverdad. Fácil de creer y más fácil aún de sufrir. ¿Sufres?
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