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Foto del escritorTomás Morales y Durán

Los Virus de la Mente

Haz un simple ejercicio: Siéntate, relájate, cierra los ojos, ponte cómodo, toma aire… Toma el tiempo. Ahora trata de no pensar. De no pensar en absolutamente nada. Al fin y al cabo, es tu mente. Ordénala que no piense… Si aparece un pensamiento que no puedes evitar tomas de nuevo el tiempo y se acaba el ejercicio. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido? ¿20, 30…60 segundos? ¿Consideras algo normal que te pases la vida pensando cosas que no quieres pensar? ¿Crees que dominas tu mente, mientras tu mente no te hace ni caso? Esa marea de pensamientos, que se piensan solos, se dedican a pensarse a sí mismos y te usan a ti para hacerlo. El regalo que te dejan es apego a todo lo que se les ocurre, y aversión a todo lo que se les ocurre. La contaminación de los pensamientos no deseados es puro sufrimiento. Si ahora no hay nada a qué apegarse, buscan en el pasado, o buscan en el futuro. Al final, vives en una mezcla intemporal de pasados y futuros, a la búsqueda de más apegos, encontrando más sufrimientos. ¿Y cuántos son? ¿Cuántos aparecen al día? ¿Y en los sueños?… uno por cada diez segundos, más o menos… esos son 8640 pensamientos perversos cada día. 8640 cargas de sufrimiento sueltas sin control, más de treinta millones de pensamientos salvajes cada año de tu vida… Cada vez que respiras, un pensamiento te recuerda que en tu mente no mandas. Que eres un invitado. Exactamente igual que una computadora infestada de millones de virus, tu mente no puede hacer otra cosa que tratar de sobrevivirles. Interfieren en todo en lo que tratas de pensar y son dueños de tus emociones. Eres un extraño en tu propia casa. Los gurús de vipassana dicen que tienes que aprender a convivir con ellos, que los tienes que dejar ir, como si realmente no dejaran de aparecer. Dejándolos ir, simplemente lo que haces es envejecer. Ellos no se van a cansar de aparecer y siempre traerán su carga nociva. Siguiendo los principios de vipassana, deberías permanecer las 24 horas del día tratando de no implicarte, y no solo una simple hora. Y mientras te las pasas intentando no implicarte en ellos, no puedes manejar, no puedes cocinar, no puedes trabajar, no puedes dibujar, no puedes chatear, no puedes… vivir. La “solución” al problema que ofrece vipassana es magnífica: para que los virus mentales no te dañen debes contemplarlos, sin hacer nada más, hasta tu propia muerte. El suicidio funcional de la mente. Imagina que tienes tu computadora infestada de virus y llamas al técnico a que te solucione el problema, y el tipo te dice que es muy fácil: no uses la computadora. Te cobra y se va. Y como buen practicante de vipassana, lo enciendes una vez al día durante una hora, y miras virus. ¿Es aquí donde el público se ríe y aplaude? Esta es la “solución” que la secta theravadin ofrece al mundo hoy para “erradicar” el sufrimiento… y cobran por ello y hasta viven de ello. Y hasta hay tontos que no solo les mantienen, sino que, además, lo practican. Lo que no admitirían para su computadora lo emplean en sí mismos. Lo cierto es que vale más una computadora que una mente infestada de virus. Una mente infestada de virus no puede pensar con claridad, si es que lo hace. ¿Quién podría calificar a esta especie animal de “homo sapiens sapiens” cuando sapiens significa “sabio”? ¿Es broma? Tienes un problema, y ahora lo sabes. Un gran problema. ¿Qué vas a hacer? ¿Rezarle al Buddha? ¿Ir a un retiro a un monasterio theravada? ¿A un dojo zen? ¿Te vas a poner a bailar con vestidos de colores imitando a un mítico bodhisattva tibetano? ¿Cuánto tiempo llevas haciéndolo, y sin embargo, tu problema sigue ahí? Porque es EVIDENTE que no existe ningún progreso mientras no tomes el control de tu mente. ¿Qué haces por ti? ¿Apagarte y dejarte morir? Tu primera sesión de jhānas suprimirá todo pensamiento reactivo durante más de tres horas. Como te va a gustar vivir así, lo repetirás con frecuencia, por lo que el efecto se alarga durante días. Así solo piensas si quieres pensar. Y si no quieres pensar, ya no piensas. Y punto. Y te olvidas del pasado, y del futuro, y del apego, y de la aversión y del sufrimiento… y tomas, por fin, el control de tu mente. A partir de aquí ya puedes empezar a trabajar. Esto es solo el principio. El único principio. ¿Vas a dejar de hacer el tonto?

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