En el marco del budismo, un deva (देव en letras devanagari del idioma sánscrito) es una deidad benévola. Se trata de diversos tipos de seres no humanos que comparten las características de ser más poderosos, vivir más tiempo y, en general, vivir mejor que el ser humano promedio. Otras palabras usadas en textos budistas para referirse a seres supernaturales similares son devatā (‘deidad’) y devaputra (devaputta en pali) ‘hijo de deidades’. Desde una perspectiva humana, los deva comparten la característica de ser invisibles al ojo físico humano. La presencia de un deva se puede detectar por aquellos humanos que han abierto el ojo divino o divia chakṣus, un poder de percepción extrasensorial o abhiñña por el cual uno puede ver o percibir seres de otros planos de la existencia. Sus voces también se pueden oír por aquellos que han cultivado un poder similar del oído, el oído divino. Se usa el término “divino” como “dévico”, ya que divino, deva, dios, son palabras de la misma raíz. Los devas representan estaciones de la concencia en las que la ignorancia es menor, pero el apego es mayor. La intervención de los devas puede ser determinante para la consecución de la liberación total, más allá de la mera “iluminación proletaria” que solo libera del sufrimiento. La sabiduría, Pañña, está relacionada directamente con el desarrollo del ojo divino o de oído divino, o de ambos. De esta forma puedes tener la misma percepción que un deva, es decir, una percepción directa, sin recurrir a la conceptualización de la percepción, su simplificación y codificación en memes, su transmisión, y la reconstrucción en el receptor, esperando que sus qualias se parezcan a lo que se envió. Hay devas de diferente cuerpo y misma percepción y también devas de mismo cuerpo y misma percepción. Si dos seres tienen la misma percepción es porque la transmisión no pierde nada por el camino, o sea, no se simplifica, codifica, envia, decodifica y reconstruye. En términos técnicos, no pasa de “analogico” a “digital” se transmite y de “digital” a “analógico”. Diferente cuerpo y misma percepción requiere transmisión analógica-analógica. Mismo cuerpo, misma percepción es suficiente digital a digital. El ojo divino pertenece a la primera categoría, de diferente cuerpo y misma percepción. Con el ojo divino puedes ver la realidad desprovista del halo de ignorancia. El oído divino pertenece a la segunda categoría de devas, mismo cuerpo, misma percepción. Con el oído divino, oyes las preguntas fundamentales que mueven a la sabiduría y además te da las pistas necesarias para su conceptualización, necesaria para poder expresarlas en palabras. Tanto el ojo como el oído divino se pueden manifiestar a partir de la maestría en jhānas, pero requiere que el practicante los posea previamente, y esto es una característica con la que se nace, como consecuencia de vidas anteriores. En principio. Esto representa que menos del 2% de las personas podrían desarrollarlo. Las consecuencias de ello es que esas personas pueden ver el Dhamma incondicionado por sí mismos, y pueden transmitir su conceptualización sobre él. El resto, no. Pueden llegar a erradicar el sufrimiento, pero nada más. Si quieren conocer el Dhamma debe ser a través de otro. Esta es la diferencia entre un arahant y un buddha. Con el oído divino desarrollado, gracias a las jhanas, alcanzar la iluminación completa lo que requiere es simplemente esfuerzo, y ganas de aprender… Para ilustrarlo, este pasaje del Majjhima Nikaya 36 Mahasaccaka Sutta Gran discurso con Saccaka “Al cabo de un tiempo, siendo todavía un joven pelinegro, dotado del divino tesoro de la juventud, en la flor de la vida, aun contraviniendo la voluntad de mis padres que lloraban y gemían, me afeité pelo y barba, me puse el hábito anaranjado y di el paso de la vida del hogar a la vida sin hogar.” […] “Entonces pensé: ‘Ha habido en el pasado, habrá en el futuro y hay también hoy en día, ascetas y brahmanes que han experimentado dolores penetrantes y punzantes provocados por el esfuerzo, pero no los hay que en nada superen a éstos. Sin embargo, no he llegado a través de ellos a ningún estado sobrehumano ni a ningún conocimiento y visión propios de los Nobles, ¿no habrá otro camino hacia la iluminación?’ “Entonces, Aggivessana, recordé: ‘Un día, cuando mi padre, del clan de los sakyas, estaba trabajando, yo me encontraba sentado tomando la fresca a la sombra de un árbol. Allí, apartado de los deseos de los sentidos, apartado de lo que es perjudicial, alcancé y permanecí en la primera abstracción meditativa, en la que hay gozo y felicidad nacidos del apartamiento y va acompañada de ideación y reflexión’. ¿No podría ser ése el camino hacia la iluminación?”. “Y, Aggivessana, a la luz de aquel recuerdo, comprendí: ‘Éste es el camino hacia la iluminación’. “Entonces, Aggivessana, pensé: ‘¿Por qué temer a una felicidad que no tiene nada que ver con los placeres de los sentidos ni con lo que es perjudicial?’. “Y, Aggivessana, me dije: ‘No temo a esa felicidad que no tiene nada que ver con los placeres de los sentidos ni con lo perjudicial’. “Entonces, Aggivessana, pensé: ‘No es fácil lograr esa felicidad con un cuerpo llegado a tanta extenuación, ¿y si comiera algo sólido, arroz hervido y cuajada?’ “Así que, Aggivessana, comí algo sólido, arroz hervido y cuajada. En aquella ocasión me acompañaban cinco monjes que pensaban: ‘Si el asceta Gotama logra la Enseñanza, nos lo dirá’. Pero por tomar algo sólido, arroz y cuajada, se decepcionaron conmigo y se fueron pensando: ‘El asceta Gotama se pega la buena vida, ha dejado de lado el esfuerzo dándose a la buena vida’. “Así que, Aggivessana, tras ingerir comida sólida y haber recuperado fuerza, apartado de los deseos de los sentidos, apartado de lo que es perjudicial, alcancé y permanecí en la primera abstracción meditativa, en la que hay gozo y felicidad nacidos del apartamiento y va acompañada de ideación y reflexión. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se estableció apoderándose de mi mente. “Luego, al cesar la ideación y la reflexión, alcancé y permanecí en la segunda abstracción meditativa, en la que hay gozo y felicidad nacidos de la concentración, está libre de ideación y reflexión, y va acompañada de unificación de la mente y serenidad interior. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se estableció apoderándose de mi mente. “Luego, al desvanecerse el gozo, permanecí ecuánime, atento y lúcido, experimentando con el cuerpo aquel estado de felicidad que los Nobles llaman: ‘Vivir feliz, atento y ecuánime’, con lo que alcancé y permanecí en la tercera abstracción meditativa. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se estableció apoderándose de mi mente. “Luego, al renunciar al placer, al renunciar al dolor, y previa desaparición de la alegría y la aflicción, alcancé y permanecí en la cuarta abstracción meditativa, sin dolor ni placer, completamente purificada por la atención y la ecuanimidad. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se estableció apoderándose de mi mente. “Entonces, con la mente así concentrada, completamente purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, inmutable, dirigí la mente hacia el conocimiento y recuerdo de mis vidas anteriores. Recordé mis múltiples vidas anteriores, es decir, un nacimiento, dos, tres, cuatro, cinco, diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, cien, mil, cien mil nacimientos, muchos ciclos cósmicos de contracción, muchos ciclos cósmicos de expansión, muchos ciclos cósmicos de contracción y expansión: ‘Allí, así me llamaba, tal era mi familia, tal era mi apariencia, tal era mi alimento, así experimenté placer y dolor, tanto así duró mi vida, allí fallecí y en otra parte reaparecí, allí, así me llamaba, tal era mi familia, tal era mi apariencia, tal era mi alimento, así experimenté placer y dolor, tanto así duró mi vida, allí fallecí y aquí reaparecí’. “Así recordé mis múltiples vidas anteriores con sus características y detalles. “Éste, Aggivessana, fue el primer conocimiento que logré en el primer tercio de la noche. La ignorancia se desvaneció y el conocimiento surgió, las tinieblas se desvanecieron y la luz surgió, como sucede cuando uno permanece alerta, constante y diligente. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se estableció apoderándose de mi mente. “Luego, con la mente así concentrada, completamente purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, inmutable, dirigí la mente hacia el conocimiento del nacer y morir de los seres. Con el ojo divino purificado, que va más allá del humano, vi a los seres falleciendo y reapareciendo, conocí a los seres inferiores, superiores, bellos, feos, afortunados, desafortunados según sus acciones anteriores y supe: ‘Ciertamente, los seres de mala conducta corporal, de mala conducta verbal, de mala conducta mental, que insultan a los Nobles, que sostienen concepciones erróneas, cuyas acciones se derivan de concepciones erróneas, tras la muerte y descomposición del cuerpo reaparecen en la perdición, en un mal destino, en lugares de sufrimiento, en los infiernos. Pero aquellos seres de buena conducta corporal, de buena conducta verbal, de buena conducta mental, que no insultan a los Nobles, que sostienen concepciones verdaderas, cuyas acciones se derivan de concepciones verdaderas, tras la muerte y descomposición del cuerpo reaparecen en un buen destino, en algún mundo celestial’. “Así, con el ojo divino purificado que va más allá del humano, vi a los seres falleciendo y reapareciendo, conocí a los seres inferiores, superiores, bellos, feos, afortunados, desafortunados y supe que renacen según sus acciones anteriores. “Éste, Aggivessana, fue el segundo conocimiento que logré en el surgió, las tinieblas se desvanecieron y la luz surgió, como sucede cuando uno permanece alerta, constante y diligente. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se estableció apoderándose de mi mente. “Luego, con la mente así concentrada, completamente purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, inmutable, dirigí la mente hacia el conocimiento de la aniquilación de las corrupciones. “Supe tal y como es: ‘Esto es el sufrimiento’, supe tal y como es: ‘Éste es el origen del sufrimiento’, supe tal y como es: ‘Éste es el cesar del sufrimiento’, supe tal y como es: ‘Éste es el camino que lleva al cesar del sufrimiento’; supe tal y como son: ‘Éstas son las corrupciones’, supe tal y como es: ‘Éste es el origen de las corrupciones’, supe tal y como es: ‘Éste es el cesar de las corrupciones’, supe tal y como es: ‘Éste es el camino que lleva al cesar de las corrupciones’. “Cuando supe y vi así, mi mente quedó liberada de la corrupción del deseo de los sentidos, mi mente quedó liberada de la corrupción del devenir, mi mente quedó liberada de la corrupción de la ignorancia. “Cuando quedé liberado, supe que estaba liberado y supe: ‘Aniquilado el renacer, cumplida la vida de santidad, hecho lo que había que, por hacer, ya no hay más devenir’. “Éste, Aggivessana, fue el tercer conocimiento que logré en el último tercio de la noche. La ignorancia se desvaneció y el conocimiento surgió, las tinieblas se desvanecieron y la luz surgió, como sucede cuando uno permanece alerta, constante y diligente. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se estableció apoderándose de mi mente. “Aggivessana, sé perfectamente que cuando predico la Enseñanza a un grupo de gente, cada uno de ellos piensa: ‘El asceta Gotama está predicando especialmente para mí’. Sin embargo, Aggivessana, esto no es así: el Tathagata predica la Enseñanza para que sea conocida por todos.
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