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EMPEZAREMOS CON LA definición de “atención” para centrar el tema:
atención
Del lat. attentio, –ōnis.
f. Acción de atender.
atender
tr. Acoger favorablemente, o satisfacer un deseo, ruego o mandato. U. t. c. intr.
tr. Esperar o aguardar.
La atención es la acción de atender, que es esperar a recibir un deseo, ruego o mandato y acogerlo favorablemente. La atención es lo opuesto a la concentración. En ésta todos los recursos se emplean en una tarea específica, por lo que no se está a la espera, y se ignora cualquier deseo, ruego o mandato que surja durante la misma.
La atención para ser eficiente necesita trabajar junto con la concentración. Para ello se debe jerarquizar en niveles de prioridad los mandatos que surjan. De este modo, la atención envía a la concentración una tarea y no se interrumpe hasta que ésta acaba o bien aparece un mandato de nivel superior, bien por urgencia o por importancia.
La atención por sí misma va detrás de cualquier estímulo que aparezca según el orden de aparición, y permanece en él hasta que surge el siguiente, independientemente de que sea prioritario o no.
Aunque la atención en sí misma es igual, podemos diferenciar su eficacia según sea el sujeto que la experimenta.
Atención Precaria
Es la que sucede en las personas corrientes, aquellas cuyo cerebro dominante es el sistema límbico y en el que los núcleos del lenguaje, área de Broca y Wernicke están descontrolados.
En este caso, extremo como veremos, el bombardeo de requerimientos es tremendo. Cualquier percepción que induzca a la acción al sistema límbico pondrá en alerta al sujeto bien sea por aversión o por apego. Pero esto no queda aquí. Mientras no existan reacciones emocionales primitivas, el descontrol verbal activará continuamente los requerimientos y de forma interminable. Los pensamientos concatenados sin sentido solo sirven para bloquear la atención.
La respuesta lógica es la saturación de los circuitos de la atención por lo que ésta acaba bloqueándose y cuando un individuo se bloquea se distrae. Deja de atender, sencillamente.
Si la verborrea es intensa, el sujeto pasa su vida reaccionando negativamente a la misma intercalando periodos de distracción. Es evidente que estar continuamente reaccionando con apego y aversión a la verborrea conduce a un sufrimiento crónico que, muchas veces, pasa desapercibido, pero en otras emerge como crisis de ansiedad, depresión, trastornos obsesivos compulsivos e incluso pueden producir ataques de pánico.
Si sometemos a una persona corriente a aislamiento y silencio, por ejemplo, a una hora de “meditación sentada”, la estaremos enfrentando a la verborrea y a la cadena de reacciones emocionales que ésta produce. Como su inconfesable objetivo último es que acabe la maldita hora, tratará de capear la tormenta de pensamientos reactivos procurando de forma más o menos inconsciente de descansar distrayéndose; en los periodos en los que no está ni distraído ni somnoliento, que es otra forma de desconectar, verá como la verborrea surge y desaparece sin fin, y cada aparición dejará su cansino poso de basura mental en forma de reacción emocional como consecuencia de la reiterada activación del sistema límbico ante requerimientos falsos, como si lo que imagina estuviera sucediendo realmente.
Hay “métodos” que tratan de simular la no reacción de un Noble, bien anagami o arahant. A este fin, el instructor le indicará que trate de no reaccionar ante la rebelde verborrea: asi que estoicamente, el pobre trata de soportar su sufrimiento como si de hemorroides se tratara: en silencio.
La hora de marras es una hora de tortura autoinfligida y muy graciosa. Si se ha distraído y, por tanto, ha pasado la prueba sin sufrir muchos daños, harán que se sienta mal. Por el contrario, si ha estado atento a tanto sufrimiento dirán que lo ha hecho bien.
Y, es cierto, no hay nada que haga mejor una persona corriente: sufrir. De hecho, podríamos definir a la persona corriente como un sufridor profesional a tiempo completo.
Y, de nuevo, aparece nuestro conocido “efecto chile”. Cuanto peor lo haya pasado en la hora maldita, más feliz se sentirá al terminar por haber logrado pasar la prueba.
Esto llega a extremos delirantes en los llamados “retiros de meditación” donde el efecto chile llega a extremos increíbles. Al pasar hasta 8 días de 12 horas de meditación sin piedad, la víctima sale absolutamente feliz de haber sobrevivido y con ganas de más. Igual que el terrible chile habanero que, si no te mata, te engancha.
Para darle algo de “realismo” entre sesión y sesión de tortura, les descansan con charlas de sus versiones calenturientas del Dhamma que aseguran que apoyan estas barbaridades prometiendo la iluminación sin necesidad de ningún Buddha: Iluminación instantánea de bote. Para esto echan mano también de la mera simulación. Como en un rebuscado pasaje de los suttas se dice que un sabio entiende que los fenómenos son impermanentes, son impersonales y acarrean insatisfacción, entienden que cualquiera que entienda esta obviedad es un sabio, o sea, que está iluminado. Pero como es una obviedad, la víctima que no necesita ser muy lista para darse cuenta de esta simpleza, tratará de encontrar algún “mensaje secreto” mientras está soportando su interminable hora de tormenta de basura mental, mientras imagina cuantos minutos faltan.
Atención Eficaz
Después de analizar la Atención Precaria estamos en condiciones de evidenciar que el principal problema de la atención es la verborrea mental. Por tanto, la primera medida para conseguir una atención eficaz es acabar con ella.
Y se acaba con ella reiniciando el cerebro. Así, igual que cualquier computadora llena de basura. Se apaga durante un tiempo, y al reiniciar todo está limpio. No hay pensamientos basura acumulados desde el día que empezó a entender el lenguaje.
Si se sienta en silencio, hay silencio.
Esto, como hemos venido viendo, se logra practicando jhānas.
Como no hay pensamientos basura no hay ni pasado ni futuro, asi da igual el tiempo porque simplemente no existe.
Y como la atención no tiene que atender a una verborrea que no existe, puede ejecutar su papel y atender a los requerimientos de los sentidos, integrándose realmente en su lugar. No está distraído, está atento a cualquier estímulo.
Mientras el estímulo no aparezca o no provoque reacción emocional, el practicante no experimentará sufrimiento alguno. Podrá estar horas, días, meses, encerrado en retiro que no experimentará sufrimiento si está convenientemente aislado.
Se ha dicho, y con razón, “me he pasado la vida sufriendo por cosas que el 95% de las veces nunca han sucedido”. El practicante de jhānas sufre veinte veces menos que la persona corriente, solo por este concepto.
Atención Perfecta
Si el practicante ha conseguido subordinar al cerebro límbico al neocórtex y logra que no se produzca reacción emocional alguna, la atención será perfecta. Se dará prioridad a lo que racionalmente la tenga. El individuo no experimenta ni miedo, ni sufrimiento ni felicidad ni placer ni emoción alguna. Para él la emoción es nula. No va a reaccionar porque haya una sustancia química en su cerebro. Él es una persona, no una rana. Él razona, no reacciona.
Por tanto, no sufre porque no puede. Para él el sufrimiento es imposible, porque sus circuitos los ha desactivado. Se le llama Noble y está en la categoría de Anagami o Arahant.
Y no tienen que simular nada, si acaso que sufren, pero no les sale, porque no mienten porque no tienen por qué mentir. Y esto sí lo saben: la gente sufre porque quiere. Tienen a mano todo para no sufrir: no son ranas y no lo hacen por ignorancia, vagancia, indolencia o simple estupidez.
¿Para que tiene una cabeza tan grande? ¿Para usar un cerebrillo tan chico?
Vamos…
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