No basta con resolver el problema, hay que construir la vía para su resolución. Esta es una vieja tarea a la que los que usan la intuición para resolver problemas están acostumbrados. Es como si solo el razonamiento lógico deductivo fuera el correcto o fuera el estándar, cuando, en realidad, es el más pobre, ineficaz e incluso inútil. El Buddhismo es una enorme torre de barro pésimamente construida que colapsó sobre sí misma desde el mismo momento de su construcción. Intentar penetrar en ella es pegarse con barro en los pasillos, escaleras cegadas y escombros por todas partes. Es radicalmente imposible usarlo para subir a su azotea donde aún quedan vestigios de lo que se encuentra. Desde hace más de dos milenios gentes de diferentes culturas y religiones han tratado de entrar en la torre infructuosamente, unos lo intentaron directamente, otros dando vueltas alrededor de ella. Y ahí están sus restos, sus escritos, sus formas de entender que era la torre y como se ascendería por ella. Pero como nunca lo hicieron, porque es imposible, todo se quedó en especulaciones a las que hoy llamamos “sectas budistas”. La enorme cantidad de textos no sirve para nada, porque los textos son agua sucia. Y ya sabemos que no te puedes lavar las manos con agua sucia. Es el eterno problema de la burbuja del lenguaje de Wittgenstein, o de la intrascendentalidad de los memes. Si usas memes, tienes memes. Los memes son expresión de la pura ignorancia y usar ignorancia solo genera aún más ignorancia. Estando atrapados en una burbuja de ignorancia solo podemos manufacturar ignorancia. Por mucha que hagamos, tendremos más, nunca menos. Y nunca saldremos de ahí. ¿Cómo podemos salir de la burbuja del lenguaje? ¿Cómo trascender al mar de ignorancia? ¿Cómo subir a la cima de la torre de barro? Desde luego, usando palabras, no. Por tanto, libros, no. Maestros, no. Tradiciones, no. Linajes, no. Todos respiran de la misma agua sucia, todos hablan con palabras, todos son memes… Y en este punto nos topamos una vez más con el famosísimo Kesamutti Sutta, el mal llamado Kalama Sutta, que sirve de ejemplo de lo que estamos diciendo. ¿Quién no conoce este sutta? Pero ¿Quién lo ha entendido? Es la experiencia, no los textos ni los maestros, ni las tradiciones ni los linajes la que da la solución al problema. Pero… Si el constructor de la torre se las pasa acumulando barro y más barro, sin construir escaleras, sin hacer pasadizos, sin dejar plano alguno, al final tenemos lo que hay: un enorme monumento a la inutilidad. En una cultura prehistórica en la que la escritura no existe, nadie es consciente de que es analfabeto. Nadie inmerso en esa cultura se puede concebir que siglos más tarde la gente se ahogaría en textos y en palabras. Que la moneda de intercambio fueran las palabras. Y si tienes además la experiencia de forma explosiva, casi instantánea, no es concebible tratar de parar y organizarla, procedimentarla y dejarla lista para que cualquiera que lo lea lo haga, porque no se escribe. Sin escritura no hay procedimientos, sin escritura no hay lectura. Sin escritura todos son charlas más o menos distendidas a unos y a otros. Aquellos que estaban cerca, lo lograron. Pero hasta el más próximo, el pobre Ananda, no. Está claro que la manera es la experiencia. Pero como no hay nada escrito sobre la experiencia, sino sobre los resultados de la experiencia, la única manera de conseguir subir a la torre es construir otra al lado desde cero, hacer un andamio sólido que ascienda en paralelo a la torre de barro separado de ella y compare los resultados de uno respecto de la otra. Un andamio con escaleras, pero también con elevadores. No sirve solo el escalar sino lo que realmente es importante es abrir la vía y dejarla fija. Y resulta que los resultados son exactamente los mismos. Exactamente. Era a priori inconcebible, pero siendo exactos los resultados, y además comprobables y experimentables, desde nuestro andamio podemos validar la torre de barro. Ahora que en nuestra construcción rebasamos la cima de la torre de barro y recordando lo que su constructor dejó dicho en su discurso “En La Arboleda Con Los Árboles Simsapa” de que hay mucho más, tomamos consciencia de que podemos seguir subiendo. Y subiendo un poco más, no mucho, encontramos un elevador fantástico: la transmisión digital-digital: la vía directa y sin restricciones al corazón de la mismísima Sabiduría. Dicho en forma prehistórica, diferentes cuerpos, misma percepción… Ahora toca fijar la vía para que los demás sigan ascendiendo… Y viéndolo todo desde arriba se ve que no era complicado para nada… Tanto esfuerzo de milenios rascando barro ahí abajo…
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