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Foto del escritorTomás Morales y Durán

La Placenta

Desde un punto de vista práctico, el “no-yo” significa que no hay “algo” independiente que está observando. La realidad es que tanto observado como observador es una unidad indivisible, ya que no es posible lo observado sin observador ni observador sin observado. El par dinámico conciencia-interfaz está íntimamente ligado.

Por eso, considerar que la Mentira es un “ente” independiente de su víctima es un error de base. No hay mentira que sea independiente de quien la cree. Pero también sucede, al contrario, no hay quien crea, independiente de la mentira.

Mentira y víctima son una unidad. Así que no es extraño que el apego a la ignorancia sea tan corriente y, además, se vuelva incluso violento.

La mentira actúa como una placenta que engloba a la parte namā del interfaz parasitándolo. Namā solo conceptualiza aquello que le proporciona la mentira, y lo entrega a la conciencia, de forma que no puede llegar a ver realidad más allá de lo que esta placenta le da. Tratar de arrancar la mentira del interfaz puede resultar tan violento como un aborto provocado.

La placenta nutre a su víctima en el recorrido por esta vida, le mantiene alienado unido mediante el apego a la ignorancia. Es una cápsula que aísla al individuo de la realidad haciendo que la vida pase rápido e inconscientemente, para entregarlo al infierno. Una corta carrera para un aterrizaje muy largo.

¿Cómo podría así ser consciente de qué es, donde está, de donde viene y adonde invariablemente se dirige?

Al final, solo hablamos de apego a la existencia. Y la mentira es una durísima cápsula que protege a este apego de cualquier clase de daño.

Esa cápsula solo se puede romper desde dentro; por eso nadie ilumina a nadie.

Cuando veas una cápsula, aparta. Solo se le puede dejar correr hacia su destino.

Una placenta para protegerte hasta tu parto en el infierno.

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