Este asunto es de capital importancia; tanto es así que incluso la tesis que sostuvo el Bodhisatta cuando salió de su casa fue que “los placeres sensuales son sufrimiento”. Esto le llevó durante seis años a explorar el inframundo de las mortificaciones, austeridades y ayunos extremos, suponiendo que la visión de los Nobles estaría por ahí.
Exploró hasta la exageración, incluso llegaron a decir de él:
“Algunos hombres al verme decían: ‘El asceta Gotama es negro’; otros decían: ‘El asceta Gotama no es negro sino moreno’; otros decían: ‘El asceta Gotama no es ni negro ni moreno, es amarillo’. Hasta ese punto, príncipe, el puro y limpio color de mi piel se deslució, y todo ello de comer tan poco.”
Y, como sabemos, ese camino no lleva a ninguna parte:
“Entonces pensé: ‘Ha habido en el pasado, habrá en el futuro y hay también hoy en día, ascetas y brahmanes que han experimentado dolores penetrantes y punzantes provocados por el esfuerzo, pero no los hay que en nada superen a éstos. Sin embargo, no he llegado a través de ellos a ningún estado sobrehumano ni a ningún conocimiento y visión propios de los Nobles,
Así que, exhausto, se plantó, se dijo “no más” y se preguntó:
¿no habrá otro camino hacia la iluminación?’
Y en ese momento fue cuando recordó aquella escena:
“Entonces, príncipe, recordé: ‘Un día, cuando mi padre, del clan de los sakyas, estaba trabajando, yo me encontraba sentado tomando la fresca a la sombra de un árbol. Allí, apartado de los deseos de los sentidos, apartado de lo que es perjudicial, alcancé y permanecí en la primera absorción meditativa, en la que hay placer y felicidad nacidos del aislamiento y va acompañada de ideación y reflexión’. ¿No podría ser ése el camino hacia la iluminación?’.
“Y, a la luz de aquel recuerdo, comprendí: ‘Éste es el camino hacia la iluminación’.
Él recuerda haber tenido la experiencia de la absorción meditativa, o jhana, que está acompañada por placer y felicidad nacidos del aislamiento, o sea, no provenientes de los sentidos. Por tanto, reflexionó:
‘¿Por qué temer a una felicidad que no tiene nada que ver con los placeres de los sentidos ni con lo que es perjudicial?’.
“Y me dije: ‘No temo a esa felicidad que no tiene nada que ver con los placeres de los sentidos ni con lo perjudicial’.
El aún Bodhisatta ve que el problema no es el placer en sí, ni la felicidad, sino su origen. Si proviene de los sentidos, es perjudicial. Si no lo es, no.
Para la explicación fisiológica debemos volver al funcionamiento del sistema límbico, cerebro primitivo heredado de los primeros anfibios, antepasados nuestros.
Como toda construcción genética, además exitosa, este cerebro tiene como función primordial la replicación de los genes. Por tanto, organizará la dirección del cuerpo y su comportamiento con este objetivo que se puede resumir en impulsar al individuo a conseguir sexo y comida. Sin ellos, la replicación es imposible.
La forma que tiene de implementarlo es a base de señales químicas de diferente tipo entre las cuales destacan la dopamina y la serotonina, que funcionan con el mismo principio que el burro, la zanahoria y el palo. Para lograr que el burro se ponga a buscar sexo y comida lo que hace es reducir los niveles de estas drogas, provocándole ansiedad y sufrimiento, lo que crea en él una desagradable sensación de aversión, que representa el palo, lo que le impulsa a buscar y a lograr sexo y comida. Cuando lo logra, el sistema límbico le premia con una pequeña dosis de estas drogas y el burro se siente feliz, o sea, la zanahoria.
Es lógico que se tengan las recompensas restringidas puesto que, si así no fuera, el burro no trabajaría, no buscaría comida y moriría; y no buscaría sexo, con lo que fracasarían sus genes en su misión replicadora.
Así resulta evidente que todo placer sensual traiga sufrimiento: no hay zanahoria sin palo. Las personas entregadas a los placeres sensuales sufren por la propia naturaleza de estos placeres.
Conductualmente no hay diferencia entre la persona que experimenta placeres sensuales y una rana, sapo, lagartija o burro. Se rigen bajo las mismas reglas. Es su cerebro primitivo es que les dirige. Tienen ratos de placer y largos periodos de sufrimiento.
Estas personas funcionalmente se comportan como animales. Incluso aquellos entregados a los placeres sensuales, siempre hambrientos, mas se asemejan a petas que a animales.
Y no hay diferencias entre placeres sensoriales, son todos iguales. No hay diferencia entre el placer hallado entregándose a la ira que a la compasión. En ambos casos lo que busca es su dosis de dopamina y serotonina. Y ambas solo le traen sufrimiento aparte de problemas. No todo lo que le sirve a una rana es bueno para un humano. Es obvio.
En los estados de absorción, la dopamina, la serotonina y la anandamida son generados no por el cerebro límbico, sino por el neocórtex. Por tanto, no cumplen ninguna función genético-biológica. Es placer, felicidad y alegría puras, sin más.
Es lo mismo que conseguir dinero gratis, sin trabajar; sin límite ni esfuerzo.
No hay que ser muy inteligente para darse cuenta que esta es la forma de derrocar al anfibio tirano que domina tu cabeza: le quitas el palo y te comes la zanahoria ante su estúpida mirada de estupefacción.
– ¡Chíngate, rana!
Una vez que el Buddha logra su iluminación lo primero que se da cuenta es que él es diferente de las gentes que se deleitan con los placeres sensuales, y que entiendan esto sería poco menos que inviable.
“Entonces, consideré esto: ‘Este Dhamma alcanzado por mí es profundo, difícil de ver, difícil de entender, apacible, excelso, que trasciende la dialéctica, sutil, inteligible para aprender. Sin embargo, esta generación se deleita en los placeres sensuales, está habituada a deleitarse en los placeres sensuales y se regocija en los placeres sensuales. Y para una generación que se deleita en los placeres sensuales, que está habituada a deleitarse en los placeres sensuales y se regocija en los placeres sensuales, sería un asunto muy difícil el ver la verdad, o sea, la condicionalidad y el surgimiento dependiente. También sería un asunto muy difícil de ver, calmar las formaciones mentales, renunciar a todos los apegos, destruir la avidez, alcanzar el desapasionamiento, el cese, el Nibbana. De modo que, si yo enseñara este Dhamma a otros y ellos no me entendieran, esto podría llegar a ser una fatiga para mí, podría llegar a ser una vejación para mí’.
Pero luego llegará el Mahābrahma Sahampati y le convencerá de que haga el favor…
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