En 691 textos de los suttas aparece al menos una vez las palabras jhāna o jhānas, haciendo referencia a los estados de absorción meditativa. No se trata de una mención tangencial de pasada y menos aun cuando el mismo Buddha explica que fue lo que utilizó, después de desechar todo tipo de ocurrencias que fue teniendo, para alcanzar la iluminación. Entonces, si hablamos de meditación buddhista estaremos hablando de jhānas. Y más aún cuando incluso de este término se derivan las palabras Ch´an y Zen. Sin embargo, ninguna de las “tradiciones” incluyendo al Zen practican jhānas. O sea, ni el Zen hace Zen.
Cuando los occidentales se fueron al mercadillo espiritual asiático a comprar meditaciones, los mercachifles les vendieron de todo, incluso mandaron encargarlas para fabricarlas a medida. Pero al solicitar por una de jhānas, todos se pusieron de perfil. No la tenían a la venta, mayormente porque ninguno de ellos, y eran muchos y la recompensa muy alta, sabían cómo se hacía. Además, si alguien hubiese puesto en el mercado las jhānas se provocaría la depreciación de todas las demás.
Todos se pusieron de acuerdo en ofertar sus productos evitando hacer propaganda negativa de la de los demás. Al ser todas falsas, a nadie le conviene airear trapos sucios en un mercado en el que hay dinero para todos.
Como vimos, las meditaciones fast-food se organizan teniendo una base de tiempo estándar de una hora a la que se luego se le añaden ingredientes, como si de una pizza se tratara, al gusto del mercachifle con el fin de que el cliente esté entretenido y la consuma. Estar una hora quieto, en silencio, sin hablar y sin estar viendo la televisión es una experiencia fuerte para muchas personas. Experimentan una inacabable verborrea mental que puede oscilar entre lo divertido y lo angustiante, dependiendo de cada cual. Esta misma verborrea es la responsable de los «me aburroooooo» y de los «¿cuánto faltaaaaaa?». Los ingredientes tienen como finalidad tratar de una u otra forma esta verborrea que puede acabar en una tortura si no se logra dormitar sin que se note.
Entre los ingredientes habituales se oferta la pizza-meditación estilo japonés, en la que hay que mantener el tipo aguantando los pensamientos aunque se estén muriendo por dentro sin mostrar ni una mueca de hastío, cansancio, ansiedad o sueño. Castigados cara a la pared, solicitan regularmente ser ásperamente vapuleados para mantener su incólume y elegante porte. Entre ropajes, posturas imposibles y hacer nada, el Zen se desiguala por su recia etnicidad nipona.
Existe una categoría completa de ingredientes que consiste en acallar la verborrea en base a meter más ruido. Se llaman «mantras». Durante la hora se repite una frase corta, tipo «ora pro nobis», pero en idioma oriental, o eso les dicen. Este acoso constante sobre la verborrea termina silenciándola y el cliente puede experimentar algo de alivio. Cuando acaba la sesión se vuelve para su casa con una nueva verborrea mezcla de la suya habitual más el «ora pro nobis» incapaz de quitárselo de la cabeza.
Para los que de verdad se aburren hay otra categoría de ingredientes más matemáticos. Cuentan. Lo que sea, pero cuentan. Por ejemplo, respiraciones. Y para tratar de no despistarse mantienen incluso varios contadores simultáneos, de forma que una mínima distracción los echa todos a perder y deben empezar de nuevo. Al final del contaje se sienten muy satisfechos y regresan a su verborrea acostumbrada, pero muy satisfechos.
Y no puede faltar la Coca-Cola de las meditaciones, el universalmente extendido mindfulness. Éxito total de superventas a lo largo del mundo occidental. Consiste en aguantar la verborrea pero tratando de no engancharse con ella. El área de Broca te provoca pero tú no le respondes. Similar a una terapia con la suegra, que no para de pincharte para hacerte saltar y tú aguantas hasta que acabas acostumbrándote. Para evitar el enganche se necesita ir eliminando la concentración que es la que acarrea el enganche. Al final, el cliente logra lo mismo que un rastafari urbano, pasar de todo. Ha destruido su capacidad de concentración no pudiendo diferenciarse de un vulgar mariguano callejero. No molesta. Por eso el mindfulness es tan apreciado por los psicólogos.
Sirve para el estrés igual que la marihuana, pero es más costosa y menos divertida. El mercachifle cobra y no le meten en prisión, a pesar de que su actividad constituye objetivamente un delito contra la salud pública.
Uno de los efectos más significativos de las jhānas es que te levantas pensando solo si quieres pensar, al haber deprimido el área de Broca durante la práctica. Así que la verborrea es algo desconocido para el practicante. Sin verborrea solo existe el ahora, así que el aburrimiento, la ansiedad y el estrés son imposibles. Y te vas para casa así. Es decir, después de comer ya no tienes hambre.
Qué novedad.
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