En la oscuridad más absoluta nada se ve. Ni siquiera el tiempo. No se distingue el día de la noche, ni el paso de las semanas ni de los meses. No hay años para contar. En la oscuridad todo se confunde. La inseguridad es total. Adjetivar los objetos como bueno o malo, sin tener una referencia objetiva, solo se entiende desde la perspectiva de la subjetividad. Como mucho solo puedes decir que te parece, que piensas que es. Nada más. Y, a partir de ese punto, entran a jugar toda clase de creencias. La gente cree, porque la fe es el ojo de los ciegos. Un ojo que se pasa de uno a otro, a ratos. Los fabricantes de ojos se hacen célebres y son muy conocidos. Aunque cada ojo ve una cosa diferente. Si le compras un ojo a un nihilista todo lo verás oscuro y muy limitado. Si se lo compras a un eternalista, verás mundos de bellos colores pastel, repletos de personajes mágicos que realizan todo tipo de maravillas y te ofrecen felicidad infinita, pero a cambio de sufrimiento previo. Aunque solo sea para darse a sí mismos algo de credibilidad. Un ojo, una vista. En las tinieblas de la Historia, entre un Buddha y otro, el mundo es negro, como las opiniones, como los ojos. Ojos de cristal. Ojos ciegos. Y al darle un poquito de luz lo que ves, sobrecoge. Millones giran como si la vida y la existencia fueran la misma cosa. Norias interminables que dan vueltas hundiéndose en las aguas negras de la ignorancia, alzándose desde la oscuridad hacia una nueva vida. Respiran, se hacen de nuevo conscientes de sí, miran al cielo, miran al suelo, pero da igual: no ven. Arrastrándose en rueda de la existencia, naciendo de las aguas negras y regresando a ellas en la muerte, donde cada vuelta consume otra vida. Cien vueltas, cien vidas. Mil vueltas, mil vidas. Un millón de vueltas, un millón de vidas. Alienados por la temperatura, sin posibilidades de ver, sin saber dónde están, son tontos en su rueda que gira y gira. Hasta donde me llega la vista, todos. Parecería que todo se mantiene en movimiento gracias a ellos, aunque solo sea porque no paran. No he visto a ninguno que salte. A pesar de todo, lo de la noria les gusta. –¡Déjalos en paz! – dijo la voz de la Razón. –¡Despiértales! – contestó la voz de la Compasión –¿Para qué? – concluyó la Sabiduría… – Enciende una luz, y así, el que se quiera despertar, que lo haga. El que no, que siga durmiendo… pero no hagas mucho ruido. –Bueno, un poco, ¿no?, porque se les ve muy afanados en su sueño, sufriendo en su pesadilla –intervino la Compasión. –¡Que les den! – Espetó de nuevo la Razón – vámonos, aquí ya no hacemos nada, ¿a que estáis esperando? – A encender a luz – contestaron los demás. – ¿Y para esto nos vamos a entretener? ¿Para qué? – preguntó la Razón – Enciende la luz y espera a ver que pasa, – concluyó la Sabiduría – alguien habrá con el sueño ligero que esté harto de dar vueltas. Colección de discursos agrupados temáticamente Dutiyasuriya Sutta 56.38. Segundo discurso sobre el sol “Monjes, mientras el sol y la luna no surgen en el mundo, no hay manifestación de la gran luz y resplandor, sino que prevalece la enceguecedora oscuridad, una densa masa de oscuridad; por lo que el día y la noche no pueden ser discernidos, los meses ni las quincenas, las estaciones ni los años tampoco pueden ser discernidos. “Pero, monjes, cuando el sol y la luna surgen en el mundo, entonces hay manifestación de la gran luz y resplandor, entonces no hay la enceguecedora oscuridad, ni la densa masa de oscuridad; entonces el día y la noche pueden ser discernidos, los meses y las quincenas, las estaciones y los años también pueden ser discernidos. “Así también, monjes, mientras el Tathagata no surge en el mundo, un Arahant Perfectamente Iluminado, no hay manifestación de la gran luz y resplandor, sino que prevalece la enceguecedora oscuridad, una densa masa de oscuridad; por lo que no hay explicación, enseñanza, proclamación, establecimiento, desglose, análisis ni la elucidación de las Cuatro Nobles Verdades. “Así también, monjes, cuando el Tathagata surge en el mundo, un Arahant Perfectamente Iluminado, hay manifestación de la gran luz y resplandor, entonces no hay la enceguecedora oscuridad ni una densa masa de oscuridad; entonces hay la explicación, enseñanza, proclamación, establecimiento, desglose, análisis y la elucidación de las Cuatro Nobles Verdades. Y, ¿cuáles son esas cuatro? La noble verdad de la insatisfacción, la noble verdad del origen de la insatisfacción, la noble verdad del cese de la insatisfacción y la noble verdad del sendero que conduce al cese de la insatisfacción. “Por eso, monjes, se debe hacer un esfuerzo para entender: ‘Esta es la insatisfacción’… Se debe hacer un esfuerzo para entender: ‘Este es el sendero que conduce al cese de la insatisfacción’”.
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