Todo lo que existe se divide fundamentalmente en dos categorías: lo condicionado y lo incondicionado. Aquello que se rige por condiciones y aquello que no. Llamamos Samsara a todo aquello que pertenece a la primera categoría y Nibbāna a la segunda. No hay más posibilidades. En el Samsara todo está condicionado incluso sus dimensiones. Nibbāna carece de dimensiones. El Samsara es temporal, Nibbāna, no. El Samsara ocupa un lugar. Nibbāna no ocupa lugar. La temporalidad en el Samsara existe por la flecha de la condicionalidad que apunta siempre hacia la misma dirección. Si nos abstraemos y observamos en conjunto el Samsara veremos que la flecha está en todas partes y su manifestación más universal es la entropía. El Samsara en conjunto es un sistema abierto, por lo que siempre tiende a más desorden. Aunque en esta evolución podamos aislar conjuntos cerrados, si su balance de información es positivo respecto del exterior se formarán estructuras con un orden. El orden es la acumulación de información. El orden es la materia del Samsara mientras que la información es su energía. El orden y la información están relacionados y son equivalentes, tal como lo son la masa y la energía en E=mc2. La información es proporcional a la Ignorancia de fondo. A mayor orden, menor Ignorancia. Pero como vimos, el Samsara es un sistema abierto y todo orden tiende a disgregarse expulsando información al medio. Es evidente que, si nos retrotraemos en el tiempo, porque el Samsara tiene tiempo, existía un mayor orden que en la actualidad y en el futuro el desorden será aún mayor, convirtiéndose al final todo orden en información. Cuando esa información no tenga más que informar, cuando ya no haya más orden que construir u orden que destruir, el Samsara desaparecerá. Será la muerte informativa del Samsara. Viendo la evolución de mayor a menor orden, podemos intuir que el Samsara se generó a partir de una porción de orden completo sometido a una burbuja de Ignorancia. Eso es suficiente para desencadenar un Samsara. Un vacío. El vacío es un objeto físico, se puede cargar de energía y convertir en varios estados distintos. Dentro de su terminología, los físicos hablan de vacíos diferentes. El tipo de partículas elementales, su masa y sus interacciones, están dados por el vacío subyacente. La relación entre las partículas y el vacío es similar a la relación entre las ondas del sonido y la materia por la que se propagan. Los tipos de ondas y la velocidad a la que viajan varía dependiendo del material. En mecánica cuántica, la energía del vacío es una clase de energía del punto cero existente en el espacio incluso en ausencia de todo tipo de materia. La energía del vacío tiene un origen puramente cuántico y es responsable de efectos físicos observables como el efecto Casimir. Asimismo, la existencia de la energía del vacío hace posible la existencia de partículas virtuales con un efecto medible, y predice la disipación de un agujero negro, descrita por Hawking, a través de la radiación de Hawking. La energía del vacío tendría también importantes consecuencias cosmológicas estando relacionada con el periodo inicial de expansión inflacionaria y con la aceleración de la expansión del Universo. Algunos cosmólogos piensan que la energía del vacío podría ser responsable de la energía oscura del Universo relacionada con la constante cosmológica de la relatividad general. Esta energía oscura provocaría una fuerza de gravedad repulsiva contribuyendo a la expansión del Universo. Nosotros vivimos en el vacío de menor energía, el vacío verdadero o vacío de tipo I. Los físicos han hecho acopio de muchos conocimientos sobre las partículas que habitan ese tipo de vacío y las fuerzas que actúan entre ellas, a saber: la fuerza nuclear fuerte, la débil y la electromagnética. En otros vacíos, las propiedades de las partículas elementales pueden ser muy distintas. No sabemos cuántos tipos de vacío existen, pero la física de partículas sugiere que, aparte del nuestro, el vacío verdadero, hay por lo menos otros dos más y en ambos, ni entre las propias partículas ni en las interacciones hay tanta simetría y diversidad. El segundo de esos vacíos es el vacío electrodébil o vacío de tipo II. En él, las interacciones electromagnética y débil poseen la misma fuerza y se manifiestan como partes de una sola fuerza unificada. En este vacío, los electrones tienen una masa igual a cero y no se los puede distinguir de los neutrinos. Se mueven a la velocidad de la luz y no se vinculan a ningún núcleo para formar átomos. En tales condiciones, por supuesto, ése no puede ser el tipo de vacío en el que vivimos. El tercer vacío, el vacío unificado o de tipo III es el que postula la teoría de la gran unificación. En él, los tres tipos de interacciones entre las partículas están unificadas en un estado simétrico en el que los neutrinos, los electrones y los quarks, son intercambiables. Se puede decir casi con toda certeza que el vacío electrodébil existe, pero este otro vacío es más especulativo. Las teorías que predicen su existencia son muy atractivas, pero requerirían de energías extraordinariamente elevadas de las cuales hay indicios escasos y muy indirectos. Cada centímetro cúbico del vacío electrodébil contiene una gran energía y, gracias a la relación masa-energía de Einstein, una enorme masa de aproximadamente diez mil trillones de kilogramos (1022, más o menos, la masa de la Luna). El vacío unificado tendría la pasmosa densidad de 1051 kilogramos por centímetro cúbico. No hace falta aclarar que estos vacíos nunca se han sintetizado en ningún laboratorio porque para eso se requerirían energías que exceden con mucho la capacidad técnica de los laboratorios actuales. Por comparación con estas enormes energías, la del vacío verdadero, normal, es minúscula. Durante mucho tiempo se pensó que era exactamente igual a cero, pero observaciones recientes indican que nuestro vacío tiene una pequeña energía positiva equivalente a la masa de tres átomos de hidrógeno por metro cúbico. De los vacíos de elevadas energías son inestables. Al cabo de un período de tiempo muy breve – normalmente una fracción de segundo –, un vacío falso se descompone y se convierte en un vacío verdadero y su exceso de energía se transforma en una bola de fuego de partículas elementales. Los vacíos son también objetos y sus clases lo definen con propiedades en los que la energía se puede comportar en ellos. Hemos visto que la clase vacío verdadero la energía nuclear fuerte (F) es diferente de la energía nuclear débil (D) y diferente de la electromagnética (E). En el vacío electrodébil F<>D=E. En el vacío unificado F=D=E. Por tanto, los vacíos son también información cuya función es contener información, o sea, son capaces de contener todo universo. Considerando lo anterior, existiendo una minúscula cantidad de Ignorancia capaz de generar la información necesaria para crear la clase vacío unificado y un objeto minúsculo de esta clase, al ser extremadamente inestable colapsaría en un vacío electrodébil generando una cantidad de energía enorme y éste a su vez, en un lapso muy breve de tiempo colapsaría sobre un vacío verdadero generando toda la energía del Universo. Nibbāna es lo lleno, donde no hay espacio para el movimiento, donde no existe vacío alguno porque no existe en él Ignorancia. Y ¿de dónde puede surgir la Ignorancia? Antes de la Ignorancia, antes de su producción solo existe lo incondicionado por lo que obviamente por alguna razón, surge de ahí y provoca todo un Samsara. Tantos Samsaras como burbujas se produzcan. Arrojados desde Nibbāna, envueltos y sometidos a las leyes de la Ignorancia, solo podemos volver a casa librándonos totalmente de ella. Totalmente.
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