top of page
Foto del escritorTomás Morales y Durán

La Estructura de la Realidad (IV)

Vamos ahora a introducirnos dentro del proceso de la experiencia. Primero tenemos que entender algo que es obvio. La experiencia es el contacto, o sea, donde se une la conciencia (lo que experimenta) con Namā-rūpa (lo experimentado), no existe algo que experimenta sin experiencia, ni nada experimentado sin experiencia. Esto tan trivial tiene importantísimas consecuencias: no existe “algo” que “está ahí” observando. Ni tampoco “algo” que “está ahí fuera” siendo observado. Esta barbaridad es una pésima malinterpretación de la realidad basada en conceptos que, como vimos, solo aportan ignorancia. No hay observador sin observación ni observado sin observación, de hecho, todo sucede en la observación. Un ejemplo muy básico es ver una función de suma. Se suman dos sumandos. Es inconcebible una suma sin sumandos, ni unos sumandos sin suma. Datos (Namā-Rūpa) y funciones (Conciencia) están mutuamente condicionándose, y ese proceso de mutuo condicionamiento es a lo que llamamos Contacto. Cuantificándolos en una mente humana podrían darse hasta cien mil millones de contactos en un determinado instante, que son el número total de neuronas. Los contactos duran poquísimo tiempo, aunque no menos de 10 ms, que es el tiempo de proceso de información mínimo en el interior de una neurona, aunque realmente podríamos visualizarlos surgiendo y cesando continuamente. Cada contacto recibe y envía mensajes, de la forma similar a como vimos que lo hacen bosones y fermiones. Este flujo intermitente de surgimientos y ceses es lo que realmente es “yo”, no el concepto convertido en meme donde agrupamos aquellos conceptos relacionados con “yo”, “me” o “mío”. Si lo analizamos más de cerca, veremos que todos esos contactos son “yo”, pero ninguno es “yo”. Al igual que el mar, todas las gotas son mar, pero ninguna es el mar, es decir, “yo” solo es un concepto carente absolutamente de base real, solo una etiqueta, una denominación del conjunto de contactos. Si ahora aislamos todos los contactos que tienen en común el uso de datos de un determinado sentido, o sea un subconjunto de procesos relacionados con Rūpa, veremos que el sistema sigue funcionando salvo que hay una parte que ya no se “enciende”. Por ejemplo, si perdemos el sentido del oído, ya no habrá contacto con el oído, lo que implica que no se procesan datos procedentes del oído. Podemos imaginarnos datos que ya no se procesan o incluso datos de Namā que ya no llegan, zonas que se van oscureciendo… Mientras que la conciencia exista, seguirá procesando datos, independientemente de donde le vengan. Esa continuidad en completa, el flujo de entrada puede disminuir en un instante hasta desaparecer, lo que no significa en absoluto el fin del sistema. Por poner un ejemplo, en un instante se estaban sumando números menores de 1000, y, hacer cada vez menos operaciones e incluso en un instante sucede que no se da ninguna, pero los mensajes ahí siguen provocando nuevas operaciones. Al instante siguiente el sistema ya solo recibe números de todo tipo, incluso mayores de 1000. En esto, de forma gráfica y muy resumida, consiste el proceso de “muerte” y “renacimiento”. La conciencia al no disponer de datos de Namā los vuelve a regenerar con las nuevas entradas, que es lo que siempre hace cuando no identifica los datos nuevos de Rūpa. Y ahí en lugar de procesar muchos datos de la vista y pocos procedentes del olfato, ahora es al contrario… quizás sea porque ahora el sistema está corriendo a un “perro”. Al perder el almacenamiento de datos, el sistema no es consciente de donde está. Sabes dónde estás si puedes recordarlo. Si no es así, no lo sabes y lo que empiezas es de nuevo a conceptualizar y a ubicarte de nuevo. Así si se le pregunta al sistema dirá que empezó cuando nació (entiéndase “nació” como el momento en el que empezó a operar su nuevo Namā-Rūpa) y que acabará cuando “muera”. El concepto de “muerte” y “renacimiento” queda así tan tasado e incluso vulgarizado, como cuando una computadora cambia de programa. Es obvio que existe un cambio total de datos, pero el sistema es siempre similar. Y cada nuevo conjunto de datos es lo que etiquetamos como «vida» muy diferente de lo es la «existencia» Así es lógico introducir diferentes conjuntos de datos, conjuntos de datos de diferente naturaleza. Estos conjuntos es lo que llamamos “moradas”. Y ahí tenemos todas las posibilidades en las que el sistema puede correr: desde lo que el Buddha llamaba “infierno”, “petas” y “animales” a “humanos” y “devas” de todos los tipos. Simplemente debemos entender que son, de nuevo, etiquetas que relacionan algo más abstracto. Así, aunque los datos que se procesan en una morada dévica sean más “agradables” de procesar que los de una morada infernal, eso no significa que estemos hablando de lo mismo. Y como en todo, son los mensajes, o sea, el kamma, el que determina todo, pero obviamente, la fuente del kamma es el propio sistema. Así se irá pasando de una a otra morada dependiendo justamente de ese mismo kamma, sin posibilidad de escape… o ¿existe una? Claro. Se llama “iluminación” total, y se llama “iluminación total” porque cuando el sistema es capaz de verse a sí mismo, encender una luz sobre esta complejidad de procesos y es capaz gracias a esa luz de ver lo insatisfactorio que es y ver cómo funciona, lo siguiente es que hace es dejar de correr, pararlo todo. Y todo se para acabando con la existencia. El único fin ético de una vida es acabar con la existencia. Y aquí recordamos de nuevo las palabras del Buddha: “Monjes, así como incluso una cantidad insignificante de excremento huele mal, así yo no alabo incluso una cantidad insignificante de existencia, incluso por una fracción de segundo.” (AN 316-332 Tercer subcapítulo) Un consejo: deja de hacer el tonto y ponte ya a hacer tu trabajo. No siempre vas a tener esta oportunidad de hacerlo, y aunque no recordarlo lo hace más llevadero, el sufrimiento sigue siendo el mismo.

3 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page