Es evidente que, si un órgano deja de usarse o se usa menos, se degrada.
El metabolismo cerebral es el conjunto de reacciones bioquímicas cerebrales que utilizan fundamentalmente oxígeno y glucosa y que permiten que el cerebro desarrolle sus funciones.
A pesar de que el cerebro humano constituye el 2% del peso corporal, los procesos que consumen energía para asegurar su funcionamiento, dan cuenta del 25% del total de la glucosa utilizada en el cuerpo y casi del 20% del consumo de O2 de todo el organismo, es decir, cerca de 160Umol/100 g de peso de tejido cerebral. Con un flujo global de 57 ml/100 g/min, el cerebro extrae aproximadamente el 50% del oxígeno y 10% de glucosa de la sangre arterial. Por lo tanto, la utilización de glucosa por parte del cerebro, estimada por mediciones de la diferencia entre sangre arterial y venosa, es de 31 mmol/100 g/min. Como el consumo de oxígeno es prácticamente igual a la producción de CO2, el cociente respiratorio (RQ) es cercano a 1, indicando que los carbohidratos son los sustratos utilizados para el metabolismo oxidativo.
El tejido cerebral es altamente dinámico en términos de actividad eléctrica y demanda de energía. De esta manera, el cerebro es el órgano que consume más energía y usa grandes cantidades de energía metabólica para el proceso de la información, basado únicamente en la participación de dos sustratos: la glucosa y el oxígeno. El mantenimiento de la activad metabólica cerebral es altamente costoso y no existen reservas suficientes para mantener esta alta actividad metabólica. Un incremento en la actividad sináptica interneuronal consume grandes cantidades de energía, un hallazgo que se ha aprovechado en experimentos de imagen de resonancia magnética funcional (iRMf) y tomografía por emisión de positrones (PET). El oxígeno y la glucosa son los principales componentes involucrados en la producción de trifosfato de adenosina (ATP), el cual se utiliza en la energética celular y su velocidad o tasa de utilización proporciona una medida útil del metabolismo cerebral. Las neuronas y la glía difieren metabólicamente tanto como ellas difieren en su funcionalidad, pero poco se sabe acerca de los subtipos de neuronas y de los astrocitos en su interacción con los oligodendrocitos. Las variaciones regionales en el metabolismo en diferentes regiones cerebrales o tipos celulares en el cerebro pueden ayudar a explicar la susceptibilidad a la neurodegeneración. El promedio de utilización de la glucosa en la materia gris humana es diez veces más que el promedio corporal total. Con este valor y la estequiometría conocida de la oxidación de la glucosa (C6H12O6 + 6O2 6CO2 + 6H2O), y sus reacciones acopladas es posible obtener un flujo estimado en diferentes puntos de la cadena metabólica. Conforme la glucosa pasa hacia la glucólisis y el ciclo de Krebs, su energía liberada se fracciona en paquetes pequeños y aumenta su flujo molar, alcanzando un máximo de 31 moléculas de ATP por cada molécula de glucosa que se consume La dinámica metabólica se determina, además, por la concentración, de tal forma que a menor concentración mayor es el impacto de un flujo determinado sobre la poza metabólica.
La principal causa de degeneración cerebral la constituye el déficit de neurotransmisores.
Las células dentro de la sustancia negra llamada ganglios basales son responsables de la producción de dopamina. Si estas células cesan esta función cuando se dañan, no se puede enviar mensajes a los músculos para moverse de forma natural. El Parkinson es una enfermedad progresiva, y aunque los síntomas pueden comenzar y ser apenas perceptibles, cuando los niveles de Dopamina comienzan a caer, finalmente los niveles de dopamina en el cuerpo continuarán cayendo hasta convertirse en el peor de los síntomas de Parkinson. El Mal de Parkinson por sí mismo no es grave, pero cuando los niveles de dopamina son suficientemente bajos una persona será totalmente incapaz de moverse o cuidar de sí misma.
Respecto a la enfermedad de Alzheimer (EA) se ha demostrado que la modulación de la captación del Glutamato en neuronas o astrocitos en cultivo es un mecanismo de supervivencia.
La modulación de la activación glial como diana terapéutica para enfermedades neurodegenerativas. Los endocannabinoides disminuyen la activación microglial tanto in vitro como in vivo, y la relevancia de este mecanismo en el contexto de la EA. De hecho, los endocannabinoides como la Anandamida, son agentes neuroprotectores y anti-inflamatorios.
La reducción de las conexiones sinápticas entre células cerebrales puede explicar por qué las personas con estrés crónico y depresión pierden volumen cerebral. La causa estriba en un interruptor genético conocido como un factor de transcripción. Ese factor desencadena la pérdida de las conexiones en el cerebro de las personas y provoca depresión en los animales. La depresión es el efecto de la disminución de los niveles de Serotonina en el cerebro.
Como los neurotransmisores no pueden ser repuestos de forma externa ya que no traspasan la barrera hematoencefálica, únicamente la activación interna de los mismos puede asegurar que las células que los producen estén activas y su rendimiento sea el óptimo.
Es decir, bajo nivel de Dopamina induce al Parkinson, de Glutamato el Alzheimer, de Anandamida las enfermedades neurodegenerativas y la depresión y pérdida de masa cerebral, por déficit de Serotonina.
También es conocido el efecto epigenético. Los descendientes de una generación que ha sufrido un fuerte déficit de alguna sustancia vital lo expresan genéticamente. De esta forma se traspasa el límite del individuo para llegar al de la especie.
Habiendo establecido este punto, la falta de producción suficiente de neurotransmisores degrada evolutivamente el cerebro, vamos a considerar que ha sucedido a escala evolutiva.
Pues bien, resulta que el cerebro humano ha reducido su tamaño en los últimos 30.000 años – de ahí que la edad tenga que ver a un nivel nada convencional – por lo que el volumen medio del cerebro del Homo Sapiens, en este lapso temporal, ha disminuido un 10%, es decir, de 1.500 a 1.359 centímetros cúbicos. Exactamente la misma merma que se atribuye a los efectos de la vejez y a la consunción de ciertos tipos de sustancias. En otras palabras, el humano moderno es un Cromagnon anciano y enfermo.
Además, el hombre de Cromagnon, hace 17.000 años, es decir un Homo Sapiens, estaba dotado de un cerebro más grande que el de sus descendientes, pero menor que el del hombre de Neandertal, ya que, si bien era más fuerte físicamente que los Homo Sapiens Sapiens, era más débil que su antecesor.
La explicación de la división del trabajo debida a la cultura da una respuesta parcial. El tamaño del cerebro decrece cuando la densidad de la población aumenta. Dicho de otra manera: “Con el surgir de sociedades más complejas, el cerebro humano se ha empequeñecido porque los individuos ya no necesitan ser tan inteligentes como antes para sobrevivir; los demás los ayudan.”
Otra posible clave sería la sustitución de grasas animales por hidratos de carbono y como consecuencia lógica que el cerebro acuse un paulatino decrecimiento en un lapso temporal tan pronunciado como son los 30.000 años.
Aunque los neurólogos, por su parte, dicen en síntesis que la merma en el tamaño del cerebro es algo evidente, no significa necesariamente que los hombres modernos, tengamos menos capacidades intelectuales que nuestros antepasados, sino que hemos desarrollado unas formas nuevas de inteligencia que se caracterizan por ser más abreviadas, es decir, de menos consumo y más adaptadas a una vida mucho más fácil.
Sin remontarse tan lejos, podemos constatar en los suttas que hace 2500 años en India había una gran cantidad de personas que practicaban jhānas, de una u otra forma. Y sabemos que esta práctica requiere el previo aprendizaje y práctica de la generación de neurotransmisores a voluntad. Hoy día, solo una pequeñísima minoría de personas son capaces de hacerlo, por lo que se demuestra que la neurodegeneración es la clave de nuestro tiempo.
En resumen, no saber generar los propios neurotransmisores de forma endógena, es decir, generarlos directamente y no solo a través de estímulos externos es clave en la degradación humana. No solo como individuo, sino como especie.
Finalmente, desde un punto de vista estrictamente funcional, no se puede considerar igual de humano un individuo moderno con mermas y déficit cerebrales que un Cromagnon o más aún un Neanderthal.
La especie humana va a menos, y posiblemente ya no tenga capacidad de recuperación. La generación de los neurotransmisores no es un lujo, es una necesidad que puede poner al humano moderno a la altura que tuvieron sus antepasados que tenían que pensar para sobrevivir.
Hoy, pensar es un lujo que duele.
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