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Los ácidos grasos son nutrientes esenciales de la dieta, siendo muy importantes en el crecimiento y funcionamiento del tejido nervioso. El Ácido Docosahexaenoico (DHA) es el más abundante de los ácidos grasos en el cerebro de los mamíferos, y sus niveles en lípidos de la membrana del cerebro se alteran por el tipo y cantidad de ácidos grasos en la dieta, y con etapa de la vida, aumentando con el desarrollo y la disminuyendo con el envejecimiento.
Está considerado como un ácido graso semiesencial dado que el cuerpo humano no puede producirlo por sí solo, por lo que es a través de la alimentación la única forma de obtenerlo, aunque técnicamente, se podría sintetizar a partir de otro ácido graso Omega-3 de origen vegetal llamado ácido alfa-linolénico (ALA), un ácido esencial. Sin embargo, este proceso es muy ineficiente, y solo 0.1-0.5% de ALA se convierte en DHA en el cuerpo, pero además la conversión depende también de la existencia de niveles adecuados de vitaminas y minerales, así como de la cantidad de ácidos grasos Omega-6 presente el nuestra dieta.
El DHA forma parte de la composición de cada una de las células del cuerpo y juega un papel vital en diversas funciones del cerebro y salud general. Su consumo es absolutamente esencial durante el embarazo y la infancia. Su importancia deriva de que es un componente que se encuentra en cada célula del cuerpo y también es un componente estructural vital del cerebro, de la piel y los ojos. De hecho, el DHA representa más del 90% de los ácidos grasos Omega-3 del cerebro y hasta el 25% del contenido total de grasa beneficiosa del cuerpo.
La reducción de DHA se asocia con deficiencias en el rendimiento cognitivo y conductual, efectos que son particularmente importantes durante el desarrollo del cerebro. Unos recientes estudios indican la importancia del DHA en la neurogénesis, la neurotransmisión y la protección contra el estrés oxidativo. Su función está relacionada con los roles del DHA en el núcleo hidrofóbico de las membranas.
Estudios recientes han comenzado a dilucidar el papel del DHA en el desarrollo del cerebro y su funcionamiento y proporcionan información importante acerca del papel del DHA en los trastornos del desarrollo en los bebés y los niños, así como en el resto de las etapas de la vida.
El DHA es crítico en el cerebro en desarrollo. Está claro que la privación de ácidos grasos puede afectar el desarrollo cerebral en múltiples niveles, desde la biogénesis de la membrana, a través de la expresión génica, la protección contra el estrés oxidativo, y la neurotransmisión alterada. La capacidad del cerebro de recuperarse dependerá del momento en el que suceda la deficiencia. Su ingesta durante el tercer trimestre del embarazo determina los niveles de ácido docosahexaenoico del bebé.
El DHA se encuentra principalmente en la sustancia gris del cerebro, y los lóbulos frontales son particularmente dependientes de él durante el desarrollo del feto. Estas partes del cerebro son responsables de procesar información, recuerdos y emociones. También son importantes para la atención sostenida, la planificación y la resolución de problemas, así como para el desarrollo social, emocional y conductual del niño.
Los bebés hasta la edad de dos años tienen una mayor necesidad de mantener los niveles adecuados de DHA que los niños mayores y los adultos. Sus cerebros están en fase de desarrollo y necesitan grandes cantidades de DHA para formar las estructuras vitales de la membrana celular en el cerebro y los ojos. Por lo tanto, una ingesta débil de ácido docosahexaenoico puede afectar drásticamente el desarrollo del cerebro.
La disminución de DHA en un cerebro en desarrollo conduce a una cantidad reducida de nuevas células nerviosas y a una función nerviosa alterada. También afecta el aprendizaje y la vista. Una deficiencia de DHA en los primeros años de vida se ha asociado con problemas de aprendizaje, hostilidad, agresividad y otros trastornos.
El DHA también es fundamental para el envejecimiento saludable del cerebro. Hay muchos factores que ocurren naturalmente con el envejecimiento del cerebro, como el estrés oxidativo, el metabolismo energético alterado y el daños al ADN. La estructura del cerebro también cambia, lo que reduce su tamaño, peso y contenido de grasa. Curiosamente, muchos de estos cambios también se observan cuando los niveles de DHA disminuyen. Esto incluye la alteración de las propiedades de la membrana, la disminución del rendimiento en tareas de memoria, la alteración de la actividad enzimática y la alteración de la función neuronal. Por eso es importante mantener una ingesta adecuada de alimentos ricos en ácido docosahexaenoico.
Los suplementos de DHA mejoran significativamente la memoria, el aprendizaje y la fluidez verbal en caso de déficit de memoria por estrés y ansiedad.
Un bajo nivel de DHA puede causar alteraciones en la función cerebral y algunos estudios apuntan que existe una relación con el desarrollo de enfermedades cerebrales.
La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia en personas mayores. Afecta al 4.4% de los adultos mayores de 65 años e impacta la función cerebral, el estado de ánimo y el comportamiento. Los cambios en la memoria episódica se encuentran entre los primeros signos de cambios cerebrales en los adultos mayores. Esto se refiere a la dificultad para recordar eventos que ocurrieron en un momento y lugar específico. Curiosamente, los pacientes con enfermedad de Alzheimer tienen cantidades más bajas de DHA en el cerebro y el hígado, mientras que los niveles de EPA y DPA se encuentran en niveles elevados.
Comer mal, es decir, una alimentación desequilibrada, con una ingesta excesiva de azúcar y grasas a partir de alimentos procesados industrialmente y comida chatarra que a menudo carecen de nutrientes, no proporciona lo que necesita el cuerpo y especialmente las neuronas.
La cantidad de ácidos grasos Omega-3 que llega al cerebro es clave para el desempeño de sus células pues a medida que las membranas absorben estos ácidos grasos mejoran sus propiedades eléctricas. Las neuronas que son ricas en ácidos grasos Omega-3 transmiten la señal más rápido y la red es más eficaz. En el caso de deficiencia de ácidos grasos Omega-3 el funcionamiento del cerebro puede verse afectado .
Grandes sectores de la población muestran una deficiencia en ácidos grasos Omega-3. Por eso es importante asegurarse de una ingesta suficiente especialmente en ciertas etapas como durante el desarrollo, cuando el cerebro necesita grandes cantidades de estos ácidos grasos. Esto también cuenta en la adolescencia porque en esta etapa los hábitos alimenticios cambian a menudo. También en la vejez cuando el cerebro absorbe menos los ácidos grasos Omega-3 se debe aumentar la ingesta.
Por eso para que el cerebro funcione a toda velocidad deben evitarse especialmente las deficiencias en la alimentación, pero se debe disponer de los nutrientes adecuados y la comida debe ser variada.
El pescado graso, las entrañas, los aceites vegetales, las semillas y los frutos secos han sido desde hace mucho tiempo los que más aportan Omega-3 a los seres humanos, pero estos alimentos se han vuelto poco frecuentes en las cocinas de los países industrializados.
La condición de ser tonto puede venir dada de una mala alimentación de la madre en las etapas finales del embarazo y en un pobre aporte de DHA en los primeros años. Si no tiene con qué, el cerebro no se construye como debiera. Si además, durante la vida útil del cerebro lo sometemos a carencias de DHA, irá lento, irá mal y no se regenerará.
Tratar de meter formación en un cerebro deficiente es perder el tiempo, como experimentan los formadores todos los días. Y en muchas ocasiones no es cuestión de aplicar uno u otro método pedagógico o un moderno plan de estudios. Los tontos comen mal, porque son tontos y son tontos porque comen mal.
Y ya sabemos que al café sin azúcar es tontería darle vueltas.
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