Parece que a quien se le ocurrió el algoritmo esa noche andaba bien borracho. Pero era una idea genial. Si se mezcla una buena dosis de estupidez junto con una base consistente de sufrimiento vamos a obtener todo un éxito evolutivo. Y dicho y hecho, se puso a implementar el algoritmo y lo probó y ¡Oh! ¡Funciona! Cómo funciona… de changos en pelotas tocandose sus partes todo el dia en unos pocos cientos de miles de años conseguimos que éstos mismos bichos exterminen el planeta. ¿Y cómo es posible tal milagro? Como toda idea genial es muy simple: les inducimos a un grupo de changos el apego. Y ya. Un grupo familiar es suficiente… y nos apartamos… Cuando no tiene un plátano, anda como loco buscando uno. Cuando lo consigue, en lugar de volverse con el grupo a comérselo y seguir tocándose sus partes, se va a buscar otro y otro. Le da igual que se pudran. Los acumula. No puede vivir sin estar buscando plátanos… Si otro chango, al ver tal cantidad de plátanos, agarra uno, se le tira y le mata. ¿Por un plátano? Pues si. El tema parece serio. Igual sucede con las hembras, no se conforma con coitar con una o con otra, compartiendolas en el grupo familiar, no. Quiere conseguir una aunque ésta no se deje. Y cuando tiene una, quiere otra, y solo se las pasa buscando plátanos y coitando. Pero no existe un número infinito de plátanos y las hembras se cansan de sus pulsiones sexuales. Y sufre, sufre muchísimo… asi que en este punto de implementamos la estupidez. “El problema está fuera”. Así, imbuído en resolver su obsesión, dedicará sus mejores esfuerzos en acumular, transformar y esclavizar a su entorno. En lugar de percatarse del apego que tiene introducido, solo buscará la forma de calmarlo transformando el mundo. De esta forma, imbuído en un trabajo hercúleo, apagar el fuego del apego, su entorno cambia de forma muy significativa: tiene hembras, tiene descendencia, tiene comida para todos. Solo damos un pequeño toque para que el chango exhausto pare alguna vez de sufrir: la dopamina y la serotonina. Cuando alcanza algún objetivo significativo se le premia con una de estas drogas, que el chango traduce en placer y felicidad y que son un pequeño respiro a su eterna insatisfacción. Es imprescindible para que el chango no se acabe despeñando por un barranco solo por pura desesperación. Así, por fin tenemos el cuadro completo del humano exitoso evolutivamente. Los otros changos se quedaron sin comida, se quedaron sin hembras. Su éxito evolutivo es total. Pasa esa información a sus descendientes y así llegamos a hoy. A punto de dejar exhausto el Planeta. Acabando con sus recursos, transformándolos en basura. Viviendo inmerso en su propia basura, arruinándolo todo, sigue buscando su pequeña dosis de felicidad… Y como la estupidez tiene la propiedad de solventar problemas que no existen complicandolo todo cada vez más, el chango exitoso ha montado una complejísima civilización que no solo no resuelve el ardor que le consume, sino que lo multiplica. Ya no solo no quiere los recursos locales, quiere también los de la otra parte del globo. En el camino ha ido creando múltiples culturas, lenguajes, conceptualizaciones, filosofias, ciencias, matemáticas, geometrías, modelos económicos, políticos… hasta inventa el dinero para esclavizar a los otros changos humanizados. ¿Para qué? Para nada bueno en realidad. A veces añora el tiempo en el que toda su preocupación era tocarse sus partes… pero está demasiado ocupado en cosas “importantes”. Así, solo una infima minoría, en el crepúsculo de una exitosa existencia, puede retirarse a un lugar paradisíaco a hacer de chango feliz. Aunque ya sus partes no están para que se las toque mucho… ¿Y para esto se ha cargado el planeta?. El apego y la estupidez se convierten así en la base sólida del éxito evolutivo humano. Hijos del apego y la estupidez.
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