Como ya habíamos visto la paradoja de la Historia está en que cuando suceden los hechos no se pueden interpretar y cuando se pueden interpretar no se pueden conocer los hechos.
El éxito de la narrativa histórica se basa en la capacidad de replicación de los elementos narrativos que contiene, o sea, de sus memes. Es indudable que los memes exitosos son aquellos que en primer lugar llaman la atención, que provocan una emoción y que te sirvan para identificarte con ellos. De esa forma, si pasan a ser parte del YO sus posibilidades de replicación aumentan y su éxito será tal que pueden sobrevivir al tiempo.
Por otro lado, la historia se enseña a los niños, personas que aun no han abandonado el pensamiento mágico, porque aun no han madurado lo suficiente para entender la complejidad de la condicionalidad. También se enseña para todos aquellos que les resulta mucho más fácil de asimilar historias creacionistas porque son mucho más simples y fáciles de aprender al no requerir razonamiento alguno.
Además, al insertarse estos memes en los estratos primarios de la mente modulan todo lo que van aprendiendo para hacerlo compatible con la mentira de forma que la mentira pasa a ser parte del propio individuo, deformando su mente. La crítica a la mentira es la crítica a sí mismo y la renuncia a la mentira se traduce en renunciar a uno mismo.
Es por esto que la Historia es para los poetas, gentes de “letras”, y no para los científicos. Los historiadores suelen reaccionar violentamente cuando les remueven sus creencias adquiridas en base a la lectura de textos avalados por una “autoridad” aunque atente contra la lógica, en un recreo insano en la falacia ad hominem. De esta forma hemos visto que si un Rey, un Emperador o un Papa afirma algo, esa mentira es la “verdad” sin más. Para eso está la fe y para eso se usa la obediencia y la disciplina.
La Historia se enseña, no se aprende.
Una mentira que pasa a formar parte de las estructuras cerebrales profundas de sus víctimas, los creyentes deformándolas. No se trata solo de información incorrecta, es más, estamos delante de una deficiente construcción de la mente.
Además, cuanto más profundas son estas estructuras, son más difíciles de erradicar.
Las mentiras constructivistas, como la misma Historia y aún más si se trata de la propia, inhabilitan a su víctima para procesar correctamente nueva información. Sus construcciones deforman la inteligencia de la víctima degradándola e inutilizándola. Así que la mayoría de historiadores son módulos de memoria para replicación, sin capacidad de procesamiento y aún menos de crítica.
Es obvio que la historia es una narración donde la objetividad está condenada al fracaso. La Historia no es ciencia, es más, huye de la ciencia.
La Historia no está para manejar la complejidad de la realidad sino para contarla de forma sencilla. Por tanto, la Historia sirve para contar cuentos y no para explicar la realidad y mucho menos una realidad que sucedió en un pasado al que ya no tenemos acceso.
La Historia es para poetas a sueldo de sinvergüenzas.
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