La literatura védica no sirve de mucho como material de fuente histórica, a pesar de que el Rig Veda se pueda remontar al 1100 aEC. Aunque se considere que es el más informativo de los textos védicos, lo que contiene son himnos rituales y guías litúrgicas. Las pocas pistas acerca del estilo de vida de los arios está cubiertas bajo una inmensa manta de himnología redundante, que se remonta a la era persa, anterior a la llegada de los arios a la India. El Rig Veda se mantenía como una reserva de varias familias, para ser usado exclusivamente en el culto sacrificial.
Las colecciones védicas posteriores (Samaveda, Yajurveda y Atharvaveda) reiteran y complementan los versos del Rig Veda, pero rara vez los ilustran. En cuanto a los Brahmanas son un árido desierto de especulaciones infantiles sobre ceremonias rituales y los Upanisads exploran el significado metafísico de los Vedas y, aunque sean importantes para el desarrollo de la filosofía india, contienen poca información histórica.
Desde el siglo XI aEC hasta el III aEC que aparecen los primeros guiones, o sea, la escritura perdida desde la caída de Harappa, pasan siete siglos en los cuales los diez mil versos del Rig Veda se transmitieron oralmente. Cabría pensar que sufrieron cambios en el recurrente proceso de memorización y transmisión oral de boca a oreja, de maestro a discípulo. Pues no. Una de las peculiaridades de la historia de India es la fidelidad en la que los textos sagrados se transmiten fonéticamente, incluyendo tanto la entonación como la pronunciación y, a veces, en un lenguaje que a los transmisores les va siendo cada vez menos cotidiano. La razón es que están hechos como fórmulas mágicas para el sacrificio, la recitación debía ser absolutamente perfecta para que el sacrificio fuera efectivo.
Una equivocación en una sílaba o una coda improvisada, podría dar al traste con el costosísimo sacrificio, condenando al desastre lo que se estaba tratando de evitar. No conocer incluso el significado de las palabras ayuda a que no se modifique la trasmisión.
Los intermediarios asumieron la responsabilidad de asumir la carga de la memoria y de esta forma ser los intermediarios entre dioses y hombres. Pronto entendieron que su extraña jerga les servía para impresionar al profano, tal como hoy sigue sucediendo en los círculos de especialistas en una materia.
Originalmente, estos intermediarios pueden no haber sido más que saltimbanquis, bardos itinerantes, videntes y chamanes. No hay razón para que fueran descendientes de arios.
Su influencia fue creciendo a medida que sus benefactores ganaderos fueron adoptando formas de vida más sedentarias pero sujetas a nuevas técnicas de cultivo, a las debilidades frente al clima y a las plagas. Se fueron haciendo necesarios sacrificios más elaborados y especializados. Así, eventualmente, y tal vez con aliento popular, esos bardos y chamanes acabaron convirtiéndose en una clase hereditaria de sacerdotes o brahmanes. Los que salieron de la boca de Brahma.
Manejar a los dioses podría ser aún más exigente para la destreza aria que manejar a sus enemigos. Los sacrificios y los elaborados rituales que los acompañaban eran obligatorios y recíprocos. Los dioses dependían de ellos para su fuerza; y los arios dependían de la fuerza de sus dioses. Sin la intervención efectiva de sus dioses, sus líderes caerían, su ganado moriría, sus enemigos triunfarían y sus cosechas fracasarían. Dioses y hombres estaban igualmente comprometidos en el negocio del equilibrio cósmico.
En el Rig Veda, los brahmanes ensalzan la destreza y la generosidad de sus mecenas, así como la fuerza y el poder de sus dioses. Inicialmente fueron los líderes de los clanes los que constituían la élite de la sociedad aria, no los brahmanes. Esta situación puede haber reflejado su papel del liderazgo en la guerra y en la dirección de la trashumancia estacional.
La maquinaria administrativa en la India védica estaba encabezada por un rey tribal llamado Rajan cuya posición no era hereditaria. El rey era elegido en una asamblea tribal, que incluía a las mujeres. Los rajan protegieron a la tribu y al ganado, eran asistidos por un sacerdote y nunca mantuvieron un ejército permanente. El concepto del sistema de cuatro castas era inexistente.
El término rajanya indica “los parientes del rajan”, o sea, los parientes del gobernante. Este grupo surgió como una clase social diferenciada y al final del período védico el término fue reemplazado por kshatriya. Mientras rajanya enfatiza el parentesco con el rajan, kshatriya, “gobernar; uno del orden gobernante”, denota poder sobre un dominio específico.
Se piensa que Rajanya era el nombre de la gente política y que los Rajanya eran, por lo tanto, una democracia con un gobernante electo. El jefe central era elegido por varios jefes de clan o jefes de linaje con una polarización creciente entre los rajanya y los vis o campesinos que conduce a una distinción entre los jefes como una clase separada del campesinado del clan.
Pero con el cambio a una forma de vida más estable y segura, el papel del rajanya disminuyó. Cada vez más, el líder del clan miraba al brahman en lugar del campo de batalla para la legitimación de su autoridad. Los riesgos y los gastos inherentes al combate fueron reemplazados por los riesgos y gastos inherentes al sacrificio.
Las grandes asambleas de sacrificios se convirtieron en exhibiciones de consumo notable en el que se esperaba que el raja munificente, además de complacer a sus parientes con orgías inducidas por soma, una bebida alucinógena, donara rebaños de ganado y de caballos, cubos de oro y grupos de esclavas por forma de atraer el favor divino y recompensar el apoyo brahmánico. Los juegos de azar con dados formaban parte del ritual así como de la diversión. Simbolizaban el elemento de riesgo implícito en el sacrificio en sí, además de brindar una oportunidad adicional para que el favor divino se revelara.
Aunque el aria ocasionalmente practicaba sacrificios humanos, las ofrendas de sacrificio mencionadas en los Vedas son predominantemente de ganado, que representa riqueza, y de caballos, que revelan la intención de legitimar la realeza y la soberanía territorial, nociones que eran novedosas en una sociedad seminómada basada en clanes.
En los Vedas, la obsesión por la ejecución precisa de los ritos de sacrificio se extendía a compulsiones como la orientación del altar de sacrificio y la disección quirúrgica de la víctima. Y acabaron teniendo alcance científico. Asi el posicionamiento exacto del altar estimuló el estudio de la astronomía y la geometría, mientras que la disección alentó el desarrollo de la anatomía. Del mismo modo, esa obsesión con la recitación de la liturgia de la “palabra perfecta” inspirará la codificación del lenguaje y el estudio de la fonética y la versificación por las cuales la antigua India es célebre.
A las ansiedades sobre la conducta impecable y la ubicación sagrada de los asistentes de tales rituales se les puede atribuir nociones tempranas sobre la pureza o el efecto contaminante de los presentes. Los participantes primero se tuvieron que someter a ritos de purificación que eran más rigurosos para aquellos que, debido a su dudoso origen o profesión, podían gafar el sacrificio.
De estos esquemas de diferentes niveles de purificación acabó surgiendo la estratificación jerárquica de la sociedad conocida como castas. Así, a los rituales védicos se puede rastrear la génesis de algunos de los rasgos más distintivos de la antigua sociedad, cultura y ciencia de la India. En el período de los Brahmanas, entre el 800 aEC y el 700 aEC, los Rajanya se colocan primero, seguidos por Brahmana y luego Vaishya. Los Kshatriya a menudo se consideraban preeminentes en los círculos budistas El orden de la tradición brahmánica, Brahmana, Kshatriya, Vaishya y Shudra, se fijó tardíamente en la época de los dharmasutras (450 aEC a 100 aEC).
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