top of page

Funerales

Foto del escritor: Tomás Morales y DuránTomás Morales y Durán

Copyright © 2022 Tomás Morales y Duran. Todos los Derechos Reservados

Parece que es una tendencia humana universal homenajear y ofrendar a las personas cuando mueren y no mientras están aún vivas. Como diría el castizo: «A burro muerto, la cebada al rabo». Esa tendencia es aprovechada por la sociedad y especialmente por las religiones para montar sus ceremonias, y con ellas, su negocio. Un negocio próspero porque todo el mundo, sí o sí, se acaba muriendo.

Las monedas en los ojos para Caronte han derivado en una floreciente industria funeraria: coches fúnebres, lápidas, panteones, oraciones, dinero para misas, flores que se marchitan acompañando al cadáver, símbolo de ese futilidad de la vida que solo se recuerda en estos momentos, medallitas de vírgenes bendecidas e incluso fajos dinero falso. Todo eso se ofrece al muerto, como si al muerto, ahora ya muerto, le sirviera para algo y lo agradeciera de alguna forma.

La gente que ignora qué es la vida, y por tanto la muerte, llora a sus muertos. Bueno, realmente su duelo es por el dolor que les produce desprenderse del apego que han ido desarrollando al muerto a lo largo del tiempo. Padre, madre, hijo, esposa, amigo, pariente… Y parece que lo quieren aliviar ofreciendo aquello que creen que le puede ser útil, quizás por aquello de limpiar algún sentimiento de culpa o alguna mala conciencia…

La gente se muere porque ha nacido. Y ha nacido porque existe. Y existe porque está apegado a la existencia. Y está apegado a la existencia porque tiene ansia de existir. Ahí no interviene nadie, es su historia, crea y paga por lo que hace y ahí no te puedes meter. Además, la gente no es libre. Hace lo que hace porque lo que hace crea las causas de lo que hará. La única forma de dejar de pagar es dejar de existir, y para dejar de existir hay romper la existencia…

Y aquí vamos a entrar en el tema de la transferencia de méritos.

Imaginemos que el mérito fuera transferible, es decir, la deuda de uno la puede pagar otro. Habría granjas de gente haciendo méritos para transferírselos a un tirano para que sus culpas se vayan expiando a la vez que sigue haciendo barbaridades.

Pero nadie salva a nadie. Cada uno es responsable de su propio destino, aunque no sea libre para elegir y no podamos hablar de culpa. Aquí no hay juicios. Las causas provocan consecuencias desde el inicio hasta el final del Samsara. Es una ley matemática. Al morir renacerá porque existe y lo hará dependiendo, como todo, de sus causas, no de las de los demás.

El Buddha nos lo recuerda en este sutta:


SN 42.6: Con el hijo de Asibandhaka

En cierto momento, el Buddha se encontraba cerca de Nālandā en el bosque de mangos de Pāvārika.

Entonces el hijo de Asibandhaka, el jefe de aldea, se acercó al Buddha, se inclinó, se sentó a un lado y le dijo:

—Maestro, hay brahmanes occidentales cubiertos de musgo que cargan cántaros, se sumergen en el agua y sirven a la llama sagrada. Cuando alguien ha fallecido, realmente lo levantan, lo elevan y lo guían al cielo. Pero, ¿qué pasa con el Maestro, el Digno, el Buddha Plenamente Despierto: es capaz de asegurarse de que el mundo entero renazca en un buen lugar, un reino celestial cuando su cuerpo se rompa, después de la muerte?

—Bien, entonces, jefe de aldea, te preguntaré sobre esto a cambio, y podrás responder como quieras.

¿Qué piensas, jefe de aldea?

Tomemos el caso de una persona que mata seres, roba y tiene relaciones sexuales con la mujer de otro. Usa un discurso que es falso, divisivo, cruel o sin sentido. Y es codiciosa, maliciosa y tiene una creencia incorrecta. Y una gran multitud se reúne para ofrecer oraciones y alabanzas, rodeándola con las palmas juntas y diciendo: «cuando el cuerpo de esta persona se rompa, después de la muerte, ¡que renazca en un buen lugar, un reino celestial!».

—¿Qué piensas, jefe de aldea? ¿Esa persona renacería en el cielo debido a sus oraciones?

—No, señor.

—Jefe, imagínate a un hombre arrojando una enorme roca en aguas profundas. Si ahora toda la gente se reúne para orar y reza con las manos levantadas para que la piedra vuelva a flotar y se desplace hasta la orilla, ¿crees que ayuda? ¿Crees que la piedra vuelve a flotar y llega a la orilla sólo porque toda la gente se reúne para orar y la pide con las manos levantadas?

—No, señor.

—De la misma manera, tomemos el caso de una persona que mata seres, roba y tiene relaciones sexuales con la mujer de otro. Usan un discurso que es falso, divisivo, cruel o sin sentido. Y es codiciosa, maliciosa y tiene una creencia incorrecta. Aunque una gran multitud se reúne para ofrecer oraciones y alabanzas... cuando su cuerpo se rompa, después de la muerte, renacerá en un lugar de desgracia, un mal lugar, el inframundo, el infierno.

Tomemos el caso de una persona que no mata seres, no roba ni tiene relaciones sexuales con la mujer de otro. No usa un discurso falso, divisivo, cruel o sin sentido. Y está contenta, es de buen corazón y tiene una creencia correcta. Y una gran multitud se une para ofrecer oraciones y alabanzas, rodeándolo con las palmas unidas y diciendo: «¡cuando el cuerpo de esta persona se rompa, después de la muerte, que renazca en un lugar de desgracia, un lugar malo, el inframundo, el infierno!».

—¿Qué piensas, jefe? ¿Esa persona renacería en el infierno por sus oraciones?

—No, señor.

—Jefe de aldea, imagínate que un hombre arroja un frasco de mantequilla o aceite en agua profunda y que el frasco se rompe en pedazos pequeños. El frasco se resquebraja, pero la mantequilla o el aceite flotan. Si ahora todas las personas se unen en oración y oran con las manos levantadas para que la mantequilla o el aceite se hundan hasta el fondo, ¿crees que ayuda? ¿Crees que la mantequilla o el aceite se hunde hasta el fondo solo porque toda la gente se reúne para orar y lo pide con las manos levantadas?

—No, señor.

—De la misma manera, tomemos el caso de una persona que no mata seres, no roba ni tiene relaciones sexuales con la mujer de otro. No usa un discurso falso, divisivo, cruel o sin sentido. Y está contenta, es de buen corazón y tiene una creencia correcta. Aunque una gran multitud se reúne para ofrecer oraciones y alabanzas... cuando su cuerpo se rompa, después de la muerte, renacerá en un buen lugar, un reino celestial.

Cuando dijo esto, el hijo de Asibandhaka, el jefe de aldea, le dijo al Buddha:

—¡Excelente, Maestro! Desde este día en adelante, que el Buddha me recuerde como un seguidor laico que se ha refugiado de por vida.


Entonces, ¿de qué sirven los funerales?

Es un acto social que anuncia el fallecimiento de uno de sus miembros, convoca a los vecinos para acompañar en su duelo a los allegados y, entre tanto, hay gente que vive de ello. Todo presidido por un sacerdote. Pero, al muerto, no le sirve nada de nada, como es obvio.

El budismo Mahāyāna, creado por intereses económicos y con vocación universal, no podía prescindir de los rituales funerarios brahmánicos a los que el mismo Buddha se refería, debido al apego del pueblo indio por ellos, y como su objetivo era captar al mayor número de fieles posible, este asunto se incorporó sin escrúpulos desde el primer momento. El budismo tibetano no solo lo incorpora sino que lo aumenta con toda la parafernalia de las supersticiones animistas que pueden llegar a extremos repugnantes.

Al surgir el budismo theravada, éste no deja de aprovechar la demanda de sacerdotes para oficiar funerales, y se inventan el cuento de que el Buddha dijo que cuando un muerto está reciente y va a renacer como peta o espíritu hambriento, los familiares y parientes pueden transferirle mérito para que no caiga en esa miserable vida. Y echan mano de los textos, que no dicen lo que ellos pretenden que dicen:

Leemos lo siguiente:


MN 6: Sobre lo que un bhikkhu podría esperar con ilusión.

Un bhikkhu podría esperar con ilusión: «Que cuando los parientes de los petas y de los muertos me recuerden con alegría, esto sea muy fructífero y beneficioso para ellos». Así que cumpla con sus preceptos…


AN 10.71: Uno podría desear.

Un bhikkhu podría desear: «Cuando los familiares de los fallecidos y los parientes de los que han fallecido me recuerden con una mente confiada, que esto sea muy fructífero y beneficioso para ellos».


En el primer sutta se dice que un bhikkhu podría desear que sea de mérito el hecho de que los parientes de los petas y de los muertos le recuerden con alegría.

En el segundo, dice lo mismo con otras palabras. Es un deseo de uno respecto a los familiares y parientes de los que han fallecido.

En ningún caso, como algunos pretenden, existe la «transferencia de mérito», que por otra parte es tan alabada por las diferentes sectas que se hacen llamar budistas, cuando desean que otros estén felices, estén contentos y estén bien, o fórmulas similares. No deja de ser un deseo, y un deseo sabemos dónde desemboca.

Si quieres hacer algo por alguien, hazlo antes de que muera.


20 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Verdad

Impasible

Comments


bottom of page