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Foto del escritorTomás Morales y Durán

El Árbol de la Historia (VIII). El Caos Oriental

La antigua ciudad de Marib era la capital del Reino De Saba’a, una nación próspera de comercio, con el control del incienso y las rutas de las especias entre Arabia y Abisinia. En ella se construyó la presa que lleva su nombre para captar las lluvias del monzón que caen en las montañas cercanas para poder regar tierras alrededor de la ciudad.

Aunque ya existían en el año 2.000 aEC. presas simples de tierra y una red de canales, la construcción de la presa de Marib comenzó entre 1.750 y 1.700 aEC. Se construyó usando tierra apisonada de sección transversal triangular con 4 metros de altura y 580 metros de longitud. Se apoyaba entre dos grupos de rocas a ambos lados del cauce del torrente y estaba anclado a la roca con importantes trabajos en piedra. La posición de la presa permitió un vertedero y compuertas entre el extremo norte de la presa y el acantilado hacia el oeste. Alrededor del 500 aEC. se aumentó la altura de la presa hasta los 7 metros. La pendiente fue reforzada con una cubierta de piedras, y la irrigación se extendió a la parte sur, así como al lado norte.

Tras el final del Reino de Saba, la posesión de la presa pasó a los himyaritas, alrededor del 115 aEC. Los que llevaron a cabo una nueva reconstrucción, creando una estructura de mayor altura con extensas obras que no se finalizaron en realidad hasta el año 325 EC. y permitieron el riego de unos 100 km².

La presa tenía una altura máxima de 20 metros, cerca de 700 metros de longitud y estaba formada por un simple terraplén homogéneo revestido en su paramento. Si importantes fueron sus dimensiones, más lo eran las del aliviadero y estructura de toma. El aliviadero tenía 50 m de longitud y su umbral se situaba 3 m por encima de las tomas de agua y 4 por debajo de la coronación, creando un volumen de laminación de 30 hm³, extraordinario para la época y que pone de manifiesto el conocimiento que sus constructores tenían acerca de los peligros del río en el que se situaba.

A pesar de los incrementos en la altura, y de la capacidad de desagüe de las tomas y aliviadero (1.500 m³/s), la presa sufrió numerosas fallas (incidentes graves se produjeron en 449, 450, 542 y 548) y los trabajos de mantenimiento se hicieron cada vez más costosos, la última reparación grabada en piedra tuvo lugar en 557. La última avenida que sufrió la presa en servicio ocurrió a principios del siglo VII EC, provocando daños que hicieron abandonar definitivamente su explotación, casi 1.300 años después de su construcción.

La destrucción final de la presa se ​​indica en el Corán:

«Los saba tenían un signo en su territorio: dos jardines, uno a la derecha y otro a la izquierda. ‘¡Comed del sustento de vuestro Señor y dadle gracias! Tenéis un buen país y un Señor indulgente’. Pero se desviaron y enviamos contra ellos la inundación de los diques (Sayl al-Arim). Y les cambiamos aquellos dos jardines por otros dos que producían frutos amargos, tamariscos y unos pocos azufaifos. Así les retribuimos por su ingratitud. No castigamos sino al desagradecido» (C. 34:15-17).

En el Corán «Sayl al-Arim» significa «la inundación del Arim». Esta expresión también nos informa cómo sucedió el desastre. La palabra «Arim» significa «dique» o «barrera». La expresión «Sayl al-Arim» describe una inundación que se produce por el colapso de la barrera.

El consiguiente fracaso del sistema de riego provocó la migración de más de 50.000 personas del corazón del Yemen hacia el norte. Al tratarse de una región con un alto grado de civilización y con conexiones permanentes con el Cuerno de África, Egipto, India y Mesopotamia esta migración bien podría constituir un buen arranque para un cambio social: se despuebla el cultualmente avanzado sur de Arabia y sus gentes desembocan en el norte.

No es casualidad que se haga coincidir este acontecimiento con el nacimiento de Muhammad.

La existencia de miles de inscripciones de calidad en lenguas del espectro filoárabe desde el Yemen hasta Mesopotamia, nos da cuenta del vestigio de un pueblo dominante en la zona a mediados del primer milenio aEC. Estas inscripciones no pueden tener aún los caracteres del alifato árabe por ser éste muy posterior.

Esas lenguas árabes, en conexión con el siríaco, hebreo, arameo, púnico, acabarían constituyendo una determinada lingua franca: el árabe medieval, lo que siempre ha sucedido.

Ninguna de las más antiguas copias del Corán que se conservan tienen más de veinte páginas, ninguna es anterior al año 700, ninguna está redactada como hoy lo está el pasaje correspondiente. El árabe se construye por decantación y no constituyó un idioma culto completo, con lexicografía y gramáticas hasta los trabajos de los eruditos bagdadíes en los últimos años del VIII.

La fuerza civilizadora y militar de Irán había colonizado la península árabe mucho antes de la era islámica, mientras mantenía el pulso militar con el Imperio Romano de Oriente. La Kaaba de la Meca es consecuencia de los rituales iranios mazdeístas y su culto al fuego, por eso contiene una piedra negra. Ahí tenemos otros ejemplos como la Kaaba de Zaratustra que parece datar del año 300 EC.  Ésta contiene inscripciones en persa, parto y pahleví y restos también de una piedra negra. Pero solo es una más de las que existen en todo el medio Oriente. La influencia del mundo iranio en el islam inicial es uno de los muchos elementos de esa diversidad, aunque desde Bagdad quisieron hacer ver lo contrario. El flujo de la civilización siempre va de donde hay cultura a donde no hay, y nunca al revés. El centro de la península arábiga se configura como el lugar que recibe la cultura tanto del Yemen como de Irán.

Ka’ba-ye Zartosht es el nombre de una estructura cuadrangular escalonada de piedra en el complejo Naqsh-e Rustam en Fars, Irán. La Kaaba-ye Zartosht está a 46 metros (151 pies) de la montaña, situada exactamente enfrente del mausoleo de Darío II. Es rectangular y tiene una sola puerta de entrada que conduce a la cámara interior a través de una escalera de piedra de treinta escalones. El material de la estructura es caliza blanca. Tiene aproximadamente 12 metros de alto, o 14.12 metros si se incluyen las escaleras triples, y cada lado de su base tiene aproximadamente 7.30 metros de largo. Su puerta de entrada conduce a la cámara interior a través de una escalera de piedra de treinta escalones. Las piezas de piedra son rectangulares y simplemente se colocan una encima de la otra, sin el uso de mortero; el tamaño de las piedras varía de 0.48 por 2.10 por 2.90 metros a 0.56 por 1.08 por 1.10 metros, y están conectados entre sí por juntas de cola de milano. La estructura fue construida en la época aqueménida y no hay información sobre el nombre de la estructura en esa época. La torre pudo ser un templo que se usó para encender y adorar el fuego sagrado.

A medida que la forma de la estructura era cuboides y las piedras negras que se colocaron en el fondo blanco de sus paredes se parecía a la Piedra Negra, la Kaaba musulmana, así que se hizo famosa como la Kaaba de Zaratustra.

Por su parte, La Kaaba árabe es un edificio en el centro de la mezquita más importante del islam, Al-Masjid Al-Ḥarām en la ciudad de Hejazi en La Meca, Arabia Saudita. La Kaaba es una estructura de piedra cuboide hecha de granito. Tiene aproximadamente 13.1 metros de altura, con lados que miden 11.03 metros por 12.86 metros. Dentro de la Kaaba, el piso está hecho de mármol y piedra caliza. Las paredes interiores, que miden 13 por 9 metros y están revestidas de mármol blanco alicatado hasta la mitad del techo, con adornos más oscuros a lo largo del piso. El piso del interior se encuentra a unos 2.2 metros sobre el área del suelo. La entrada es una puerta situada a 2,13 metros sobre el suelo en el muro noreste de la Kaaba, que actúa como fachada. El edificio está siempre cubierto por una tela de seda negra, la Kiswa, que se renueva anualmente. En la esquina oriental de Kaaba se halla la Piedra Negra engastada en un bloque de plata que aglutina todos los fragmentos que resultaron después de que estallara debido al calor provocado por un incendio en el año 683. Se trata de una pieza de basalto negro con posible origen volcánico de unos 30 cm.

Fue un almacén de ídolos de todo tipo del que sobresalía la figura de Miriam con el niño, una representación de la Virgen María.

Las similitudes son más que evidentes.

Cuando el emperador bizantino Mauricio, un prominente general que luchó con éxito contra el Imperio de Sasánida que logró librar a los bizantinos de pagar a los persas miles de libras de oro cada año por la paz, fue asesinado por el usurpador Focas, Chosroes II titulado «Aparvēz» el Victorioso, último gran rey del Imperio sasánida declaró la guerra para vengar la muerte de su benefactor. Mientras que los persas tuvieron éxito durante las primeras etapas de la guerra, al conquistar gran parte del Levante, Egipto e incluso Anatolia, el ascenso de Heraclio finalmente llevó a la caída de los persas. Las campañas de Heraclio alteraron el equilibrio, obligando a los persas a la defensiva y permitiendo que los bizantinos recuperen el impulso. Aliados con los avaros, los persas intentaron tomar Constantinopla, pero fueron derrotados.

Mientras se llevaba a cabo el Sitio de Constantinopla, Heraclio se alió con lo que las fuentes bizantinas llamaron los Jázaros (pueblo turco occidental que constituye hoy la etnia judía askenazi), que le ofrecieron regalos maravillosos y una promesa de la recompensa de la porfirogenita Eudoxia Epifania. Los turcos con base en el Cáucaso respondieron enviando a 40,000 de sus hombres a devastar el Imperio Persa en 626 para comenzar la Tercera Guerra Perso-turca. Las operaciones conjuntas de Bizancio y los turcos azules se centraron en el sitio de Tiflis.

A mediados de septiembre de 627, Heraclio invadió el corazón persa, esta vez con entre 25,000 y 50,000 soldados y 40,000 turcos azules los cuales lo abandonaron rápidamente debido a las extrañas condiciones invernales.

Heraclio fue seguido por el ejército de Rhahzadh de 12,000 pero logró evadir a Rhahzadh e invadió el corazón del Imperio Persa, en Mesopotamia (actualmente Irak). Heraclio adquirió comida y forraje del campo, por lo que Rhahzadh, siguiendo a través del campo ya despojado, no podía encontrar fácilmente provisiones para sus soldados y animales. El 1 de diciembre, Heraclio cruzó el Gran Río Zab y acampó cerca de las ruinas de la capital del antiguo Imperio Asirio de Nínive.

El 12 de diciembre, Rhahzadh desplegó sus fuerzas en tres masas y atacó. Heraclio fingió retirarse para llevar a los persas a las llanuras antes de invertir sus tropas para sorpresa de los persas. Después de ocho horas de lucha, los persas se retiraron repentinamente a las colinas cercanas, pero no fue una derrota. 6.000 persas cayeron.

Nicéforo cuenta que Rhahzadh desafió a Heraclio l combate singular. Heraclio aceptó y mató a Rhahzadh en un solo impulso; Otros dos retadores lucharon y también perdieron. Sin embargo, se ha puesto en duda si esto ocurrió realmente o no. En cualquier caso, Rhahzadh murió en algún momento de la batalla. Los 3.000 refuerzos persas llegaron demasiado tarde para la batalla

La batalla de Nínive fue la batalla culminante de la guerra bizantina-sasánida del 602–628 que dejaría agotados a los dos imperios. La victoria bizantina más tarde dio lugar a la guerra civil en Persia y durante un período de tiempo restauró el Imperio Romano (del Este) a sus antiguas fronteras en el Medio Oriente. Este resurgimiento del poder y el prestigio no duraría, ya que, en unos pocos años, las invasiones árabes pusieron al imperio de nuevo al borde de la destrucción.

Después de la batalla de Nínive entre Bizancio y los persas se pone de manifiesto el desgaste de ambos imperios y la licencia de numerosos ejércitos locales al servicio de uno u otro. En el año 633 se produce un cambio en Irán con la subida al poder del último emperador sasánida, Yazdegard III.

Yazdegerd era el hijo del príncipe Shahriyar y el nieto del último y prominente sha de Irán, Chosroes II (590–628), quien fue derrocado y ejecutado en 628 por su propio hijo Kavadh II, quien procedió a ejecutar a todos sus hermanos incluyendo a Shahriyar. Esto fue un duro golpe al imperio, del cual nunca se recuperaría. Además, la caída de Chosroes II también culminó en una guerra civil que duró cuatro años, con los miembros más poderosos de la nobleza ganando plena autonomía y comenzando a crear su propio gobierno. Las hostilidades entre los persas y los partos dividieron la riqueza de la nación.

Por si no fuera suficiente, unos meses más tarde, una plaga devastadora se extendió por las provincias del oeste del imperio y mató a la mitad de su población, incluido el propio sha Kavadh II. Le sucedió su hijo Ardashir III de ocho años, quien fue asesinado dos años más tarde por el destacado general Shahrbaraz, quien a su vez fue asesinado cuarenta días después en un golpe de estado por el líder pahleví Farrukh Hormizd, quien instaló a Boran, hija de Chosroes II, en el trono. Depuesta un año después, se produjo una sucesión de gobernantes hasta que Boran fue soberana una vez más en 631, solo para ser asesinada al año siguiente.

Los magnates más poderosos del imperio, Rostam Farrokhzad y Piruz Khosrow, ahora amenazados por sus propios hombres, aceptaron finalmente trabajar juntos e instalaron Yazdegerd III en el trono, poniendo así fin a la guerra civil.

Fue coronado en el templo de fuego de Anahid en Istakhr, donde se había escondido durante la guerra civil. Fue casi el último miembro vivo de la casa real sasánida. Yazdegerd solo tenía ocho años en su coronación.

El joven sha carecía de autoridad y reinaba como testaferro, mientras que el poder real estaba en manos de los comandantes del ejército, cortesanos y miembros poderosos de la aristocracia, que luchaban entre ellos aniquilándose entre sí. El Imperio sasánida se estaba derrumbando rápidamente debido a conflictos internos.

Yazdegerd no tenía la autoridad necesaria para llevar la estabilidad a su extenso imperio, que se estaba desmoronando rápidamente debido a los incesantes conflictos internos entre los comandantes del ejército, los cortesanos y los miembros poderosos de la aristocracia, que luchaban y se eliminaban entre sí.

Muchos de los gobernadores del imperio proclamaron la independencia y forjaron su propio reino. Los gobernadores de las provincias de Mazun y Yemen ya habían afirmado su independencia durante la guerra civil de 628-632, lo que resultó en la desintegración del gobierno sasánida en la península árabe

El sha solo consiguió que se acuñaran monedas con su nombre en el sur.

El imperio también fue invadido al mismo tiempo en todos los frentes; por los turcos en el este, y por los jázaros en el oeste, que atacaron Armenia y Adurbadagan. El ejército sasánida se había debilitado mucho debido a la guerra con los bizantinos y al conflicto interno. Las circunstancias eran tan caóticas, y la condición de la nación tan alarmante, que «los persas hablaron abiertamente de la caída inmanente de su imperio, y vieron presagios en calamidades naturales».

En mayo, los árabes derrotaron a una fuerza sasánida cerca de la importante ciudad estratégica de Ḥīrā, que fue ocupada poco después. La actual Al-Hirah era una ciudad importante en la historia árabe preislámica. En los siglos IV al VII sirvió como la capital de un reino vasallo árabe del Imperio sasánida, a quien ayudó a contener a los árabes nómadas del sur. Ḥīrā era un centro cristiano, una diócesis de la Iglesia del Este entre los siglos IV y XI.

Después de la caída de Hira, Yazdegerd comenzó a prestar mayor atención a los árabes nómadas; Rostam Farrokhzad envió un ejército al mando del oficial militar persa Bahman Jadhuyih y del oficial militar armenio Jalino contra los árabes. Se sabe que Rostam le ordenó a Bahman en secreto que «si Jalino regresa derrotado, entonces córtale la cabeza». El ejército sasánida logró derrotar a los árabes en la batalla del puente, o batalla de Al-Jisr, sobre el río Éufrates.

En 636, Yazdegerd III le ordena a Rostam Farrokhzad someter a los árabes      invasores que habían acampado en Qadisiyyah. Allí el ejército sasánida sufrió una aplastante derrota, muriendo Rostam y los principales líderes.

Los árabes no encontraron resistencia en su avance hacia la capital, Ctesifonte. Yazdegerd tomó su tesoro, y junto con 1,000 de sus sirvientes huyeron a Hulwan en Media. Los árabes posteriormente sitiaron la ciudad y terminó cayendo.

La derrota iraní en la batalla de al-Qadisiyyah sirvió como un llamado de atención para los ejércitos iraníes, quienes se dieron cuenta que su faccionalismo les destruiría definitivamente.

En abril de 637, los árabes derrotaron a otro ejército de sasánida en la batalla de Jalula y después a un nuevo ejército en Nahavand que trataba de retomar Cesifonte en 642 fue el segundo desastre militar para los sasánidas después de la batalla de al-Qadisiyyah.

Después del desastre, Yazdegerd huyó a Isfahan y formó un pequeño ejército al mando de un cierto oficial militar llamado Siyah, que había perdido su propiedad ante los árabes. Sin embargo, Siyah y el resto del ejército se amotinaron contra Yazdegerd, y acordaron ayudar a los árabes a cambio de lugares para vivir. Mientras tanto, Yazdegerd había llegado a Estakhr, donde trató de organizar una base para la resistencia en la provincia de Pars. Sin embargo, en 650, Abdullah Ibn Aamir, el gobernador de Basora, invadió Pars y puso fin a la resistencia persa. Estakhr acabó en ruinas después de la batalla y una fuerza de 40,000 defensores, incluidos muchos nobles persas, fue aniquilada. Después de la conquista árabe de Pars, Yazdegerd huyó a Kirman mientras era perseguido por una fuerza árabe. Yazdegerd logró huir de la fuerza árabe en una tormenta de nieve en Bimand.

En su huida Yazdegerd se dirigió a Merv para unirse al líder de los turcos. Sin embargo, cuando llegó a Jorasan los habitantes no estaban de acuerdo con la decisión de Yazdegerd de continuar librando la guerra y le dijeron que era mejor que hiciera las paces con los árabes; Yazdegerd, sin embargo, se negó. Sakastan fue tomada más tarde por las fuerzas árabes después de una pelea sangrienta alrededor de 650-652. Yazdegerd también fue apoyado por el Principado de Chaghaniyan, que le envió tropas para ayudarlo contra los árabes. Cuando Yazdegerd llegó a Marv (en lo que hoy es Turkmenistán), exigió impuestos al marzban de Marv, con lo que perdió también su apoyo y lo derrotó junto con sus seguidores.

Después de su derrota, Yazdegerd buscó refugio en un molino cerca de Marv, quien, donde fue asesinado por el molinero para robarle sus joyas.

La muerte de Yazdegerd marcó el final del Imperio sasánida y dificultó a los árabes la conquista del resto de Irán. Todo Jorasan pronto fue conquistado por los árabes, quienes lo usarían como base para atacar a Transoxiana. La muerte de Yazdegerd marcó el fin del último imperio iraní preislámico después de más de 400 años de gobierno. Un imperio que había conquistado brevemente una generación anterior Egipto y Asia Menor, llegando incluso a Constantinopla, cayó ante una fuerza de árabes poco equipada y que estaban acostumbrada a escaramuzas y guerras en el desierto.

La pesada caballería sasánida era demasiado lenta y sistematizada para contenerlos, y los mercenarios árabes ligados o iraníes orientales de Jorasan y Transoxiana habrían tenido mucho más éxito.

Yazdegerd fue, según la tradición, enterrado por monjes cristianos en una tumba alta que estaba situada en un jardín decorado con seda y almizcle. Este evento enfatiza que los cristianos nestorianos del imperio se mantuvieron leales a los sasánidas zoroastrianos, incluso posiblemente más que los nobles iraníes que habían abandonado a Yazdegerd. Al final, fue recordado como un príncipe martirizado.

Yazdegerd instauró un nuevo calendario zoroastriano, que no es ni de lejos “islámico” y no hay califato alguno del que dependa. Lo que sucedió fue una lenta arabización del persa que alcanzará sólo al alfabeto.

En la mente y el corazón de los musulmanes, la Cúpula de la Roca tiene un significado específicamente islámico; los musulmanes creen que Mahoma ascendió al cielo desde aquí. Sin embargo, la Cúpula de la Roca, un octágono, nunca sirvió para una congregación. Más bien, se parece mucho a las iglesias octogonales contemporáneas de la cristiandad: por ejemplo, que, sobre la Casa de Pedro en Cafarnaúm, la Iglesia de María en el monte Gerizim, y la porción del Santo Sepulcro alrededor de la tumba de Jesús.

La iglesia octogonal en la cristiandad, no construida para una congregación, generalmente conmemora un evento o honra a un santo. En lugar de erigir una mezquita en la roca, se levantó este santuario y se construyó una mezquita adyacente en época posterior.

La Cúpula de la Roca de Jerusalén, erigida en la explanada de la desolación, el hueco dejado tras la destrucción del Templo de Jerusalén, rememora en gran medida las construcciones templarias cristianas de la época, especialmente modeladas según el esquema de la Iglesia del Santo Sepulcro. En la descripción de los hechos acaecidos en su tiempo de construcción –parece que iniciada en torno a 638 en plena supuesta invasión islámica–, el obispo de Jerusalén recomienda no viajar a Belén para celebrar la Navidad porque los caminos no son seguros.

Es extraño que no hable de invasiones o musulmanes. Y más extraño aún que un peregrino de su tiempo, el alemán Arculfo, nos explique que en la explanada del Templo están removiéndose las piedras para reconstruir el Templo.

Sabemos que la reconstrucción del Templo de Jerusalén –en principio– corresponde a los judíos. Desde luego, en Jerusalén no se sabe nada en ese tiempo de la construcción de la hoy conocida como Cúpula de la Roca. Parece cosa de judíos mesiánicos que entienden llegado el fin de los tiempos. Sin embargo, comparando cuanto entonces se construyó con cuanto ya existía a unos kilómetros de allí desde 450, resulta que esa construcción rememora exactamente la llamada Iglesia del Kathisma; en puridad, Iglesia de la Sede de María (kathisma, significa sede en griego). Esa iglesia mariana, con su roca central, su fuente cercana, parece estar en la idea fundacional del templo jerosolimitano –nunca concebido ni considerado como mezquita– llamado la Cúpula de la Roca. Y resulta interesante que las primeras inscripciones árabes conservadas en ese templo hagan referencia precisamente a la Virgen María y al nacimiento de Jesús, pero no como “Madre de Dios”. Son referencias que no encajan en el Corán, parece más propio de alguna corriente mariana arabizada, textos que después aparecerán en el Corán.

Años después, y esta vez sí, en la esplanada se construyó la mezquita Al Aqsa con vigas de madera y los paneles retirados de la mezquita durante las renovaciones en la década de 1930 muestra que están hechos de cedro del Líbano y ciprés. La datación por radiocarbono indica una gran variedad de edades, algunas de ellas tan antiguas como el siglo IX a. C. pero no de antes. Apropiadamente se narra su previa destrucción por un terremoto y su “reconstrucción” por Al-Mansur, segundo califa abasida de Bagdad. ¿Qué podría haber previamente de lo que no se conserva nada, ni siquiera en forma de material reciclado?

Quizás lo más sorprendente sea la historia de San Juan Damasceno. Según el relato “oficial” el colapso del “califato omeya” de Damasco se produce en 756. Situar en Damasco un califato que dé sentido al abasí de Bagdad solo sirve para organizar un relato lineal de la historia islámica que sirve para dirigir legitimidades a costa de resultar increíble. La historia empieza en Medina, que pasa a La Meca y para dar el salto a la historicidad de Bagdad hay un lapso de años que deben cubrirse. Ahí es donde se coloca al supuesto “califato omeya de Damasco”.

Juan Damasceno era un alto funcionario de la Administración en Damasco. Según la historia “oficial” vivió a escasos años del final de ésta, ¿cómo es posible que solo escribiera en griego? ¿Una administración islámica árabe omeya en Damasco que solo habla griego?

En su obra, cuando trata sobre las herejías, el damasceno habla de la threskeia de los sarracenos, y eso es lo que tradicionalmente han traducido por “islam”. Threskeia es un concepto que va desde el celo sectario hasta la corriente religiosa.

¿Cómo puede ser posible que Juan no sepa que es una religión diferente, la de los pueblos que los han invadido?

¿Cómo puede ser posible en el año 740 en pleno corazón del supuesto “califato islámico omeya”, siendo un alto funcionario en la capital, no supiera qué es el Corán?

Lo que sí confirma es la existencia de una multitud de pequeños textos de los que cita algunos que luego sí, constituyeron capítulos del Corán.

A la muerte de San Juan Damasceno, en el 750, el Corán es aún un palimpsesto, un pergamino reciclado, una colección de textos aún sin unificar. Y el islam ni siquiera se reconoce a sí mismo, ni siquiera es reconocible como una religión diferente.

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