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Foto del escritorTomás Morales y Durán

El Árbol de la Historia (IV). Los Padres de Dios

El cristianismo surge a partir del pensamiento de Lucio Lactancio, un fanático que plasma en Dios todo el odio que conservaba hacia los judíos. Lactancio era un retórico, no era un teólogo, por lo que la idea inicial de Dios era más bien poco consistente. Resulta poco menos que hilarante que fuera posteriormente criticado por ser poco “ortodoxo” pero, sin embargo, haber sido capaz de captar la “esencia” de Dios.

Esta es una de esas ocasiones en las que la criatura se escapa del control del creador. Jesucristo se va convirtiendo poco a poco en una especie de Frankenstein, hecho a cachos de ideas de unos y de otros, según la conveniencia política de cada momento. Lo cierto es que empieza siendo un verdadero monstruo.

Lactancio retrata a Dios en sus obras firmadas, aparte del Nuevo Testamento, como son De opificio Dei (sobre la obra de Dios) que establece la supervisión de Dios sobre los hombres tomando como base la forma del cuerpo humano. Aquí emplea argumentos platónicos para justificar la injerencia de Dios en la vida de los hombres. En De ira Dei (Sobre la Ira de Dios), Lactancio establece que la ira es un componente necesario de Dios, sin ella no puede castigar a los malhechores. No es que Dios se enfade, es que está siempre apocalípticamente cabreado. Este asunto da para mucho; empezó siendo utilizado para condenar a los judíos que era su gran obsesión y de ahí se extendió a todo aquel que se opusiera. Esta idea de la ira de Dios o ira justa ha sido la idea más perversa de la historia, al construir a Dios como alguien cruel y despiadado y la justicia divina, pura venganza. Y en las Institutiones divinae (Instituciones divinas) que consta de siete libros, intenta demostrar que la doctrina cristiana como un sistema armonioso y lógico.

Cuando alguien necesita siete libros para demostrar que algo es armonioso y lógico es porque no es armonioso en absoluto y menos aún lógico. Si, además, añadimos a esta idea central de Lactancio las aportaciones de Eusebio de Cesarea, cuya finalidad era darle algo de sentido al personaje para que fuera posible encajarlo creíblemente en la Historia y no en la historieta, introduciendo el concepto del amor, la cercanía y la piedad terminamos la primera fase de la construcción del monstruo produciendo un Frankenstein bipolar realmente peligroso.

El pensamiento de Lactancio pasaba necesariamente porque Jesucristo no solo fuera el mesías del pueblo judío, para arrebatarles su esperanza y su futuro, sino que fuera Dios mismo, para terminar de machacar la fe judía. Por su parte, Eusebio veía en esto una barbaridad conceptual, no hay un Dios único si hay dos dioses. El se atenía a la idea de fabricar un héroe, a su pesar milagrero, que se inmolara por la humanidad, pero no podía ser el mismo Dios. Dos no son uno, eso no tiene lógica.

A Lactancio la lógica era algo accesorio, era un incólume defensor de la fe. Dios no necesita lógica, solo fe. Esto llegó a alterar a Eusebio hasta el punto de que se puso a marcar con el acróstico simon (Falso, burla, mentira), todo lo que escribía, como una forma de boicot a los delirios de su jefe.

Lactancio fallece. Pero su puesto lo ocupa Osio de Córdoba, otro fanático del estilo del autor principal. Así que nos encontramos, una vez lanzada la religión y con el fervor de los recién conversos, las dos posturas irreconciliables, la de Lactancio que derivará en el trinitarismo, aunque de momento solo contaba con dos Dioses, y el unitarismo, para los que “No hay más Dios que Yahveh…”, observa que si cambias Allah por Yahveh veras que el meme nace aquí.

Lactancio está muerto y Eusebio era un pobre hombre, no era líder ni dada parecido. Así que se montó la controversia entre trinitarios y unitarios encabezados por sus nuevos líderes, Osio de Córdoba y Arrio de Alejandría, lo que partió la iglesia recién creada ya en dos bandos irreconciliables. A fin de que el asunto no se le escapara de las manos, el mismo emperador Constantino el Grande convoca el Concilio de Nicea para ponerlos de acuerdo.

Que Jesucristo sea Dios implica un detalle políticamente fundamental. En el primer evangelio que escribe Lactancio, el llamado “de Mateo”, aparece la siguiente cita:

“Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos…”

Si Jesucristo no es Dios, no tiene poder para darle las llaves del cielo a nadie, y menos al su discípulo más tonto. Las implicaciones son enormes. Si no es Dios la iglesia como organización “salvífica” no tiene sentido ya que no tiene poder. Si Jesucristo es Dios, o pasas por la iglesia o estás jodido.

En este punto, la mayoría de los obispos congregados prefirieron por mayoría aceptar las tesis lactancianas defendidas por Osio ya que les otorgaba poder real sobre el pueblo, frente a Arrio que se quedó solo. Incluso su amigo Eusebio, viendo como iba el panorama, lo abandonó.

Aunque estas fue una victoria, no fue definitiva. Constantino cambió de opinión varias veces, posiblemente por la ambivalencia de tener a una iglesia fuerte, pero que estuviera o no controlada. De hecho, al morir aceptó ser bautizado como arriano.

Arrio no era, ni mucho menos, la figura más importante del unitarismo, que lo fue otro Eusebio, el de Nicomedia. Se hizo popular gracias a las diatribas y ataques que recibió de otro fanático, Atanasio de Alejandría que en base a condenas y burlas acuñó el término arrianismo para ridiculizar el unitarismo.

En este punto nos podríamos poner cínicos y preguntar qué pensaban los “padres de la Iglesia”, esos que supuestamente habrían ya definido estas cosas tan básicas los tres siglos anteriores. Pero claro, esos padres vivan en la nebulosa de su inexistencia y solo tenían los libros que ficticiamente Eusebio de Cesarea les había asignado.

Eusebio no fue un cobarde siempre. La controversia arriana continuó a pesar de la realización del Concilio y Eusebio se mantuvo involucrado en la cuestión. Entró en disputa con Eustaquio de Antioquía, que se oponía a la creciente aceptación de las teorías de Orígenes, uno de los personajes que creó Eusebio para dar cobertura histórica al cristianismo, y que pensaban que era el origen teológico del arrianismo. Eusebio, como “defensor” de Orígenes, fue reprendido por Eustaquio, quien le acusó de alejarse de la fe de Nicea. Eusebio respondió acusando a Eustaquio de seguir las ideas del Modalismo de Sabelio, por lo que Eustaquio fue condenado y depuesto en un sínodo en Antioquía. y propusieron que se nombrase a Eusebio como nuevo obispo. Éste por su parte, rechazó la oferta. Más tarde, se enfrentó a Atanasio de Alejandría, un oponente mucho más peligroso. En el 334, Atanasio fue conminado a comparecer frente a un sínodo en Cesarea, aunque no compareció. Al año siguiente, se convocó otro sínodo en Tiro, presidido por Eusebio. Atanasio, previendo el resultado, se dirigió a Constantinopla, donde presentó su causa al emperador. Constantino convocó a los obispos para su corte, entre los cuales estaba Eusebio. Atanasio fue condenado al exilio a finales del 335. En ese mismo sínodo, otro oponente suyo fue condenado, Marcelo de Ancira que hacía mucho que luchaba contra los eusebianos, protestando contra la rehabilitación de Arrio. Acusado también de sabelianismo, fue depuesto en el 336. Constantino murió al año siguiente. Eusebio no le sobrevivió mucho tiempo.

Porque tampoco los trinitarios lo tenían muy claro. El Modalismo se define en el hecho de que Dios no es una esencia compartida por tres personas, sino que existe un solo ser en tres modos en diferentes tiempos, así en el Antiguo Testamento Dios se manifestó como Padre, en el Nuevo Testamento durante su encarnación se manifestó como Hijo y desde pentecostés como Espíritu Santo. O sea, un tres-en-uno, pero secuencial.

El monarquianismo modalista o modalismo, identificaba a Jesucristo como Dios mismo (el Padre) manifestado en carne mientras que el monarquianismo dinámico o Adopcionismo, declaraba que Jesús era un ser inferior y subordinado a Dios. Mantenía que Jesús era un ser humano que llegó a ser el Hijo de Dios a causa de la sabiduría divina o el Logos que habitaba en Él.

Eusebio de Nicomedia y Constantinopla (m. 341) fue obispo de Berito (actual Beirut), posteriormente de Nicomedia cuando la corte imperial residió allí y finalmente de Constantinopla desde 338 hasta su muerte. Fue uno de los obispos unitarios más importantes. Propagó el unitarismo entre los pueblos germánicos, particularmente los visigodos, ostrogodos y vándalos. Este es un detalle fundamental para la historia de Hispania.

Como estaba emparentado lejanamente con la familia imperial de Constantino I el Grande, consiguió los medios para ascender desde la insignificante sede episcopal de Berytus hasta la de Constantinopla, y además le permitió alcanzar gran poder eclesiástico. Gozó de completa confianza por parte de Constantino I y Constancio II excepto por un breve período, y algunos creen que fue él quien bautizó al primero en su lecho de muerte en mayo de 337,1​ momento en el que está aún en comunión con la Iglesia.

Durante el Primer Concilio de Nicea (325) firmó la Confesión, pero solo tras una larga y desesperada oposición. Su defensa de Arrio y sus tesis encolerizó al emperador y un par de meses después del concilio fue condenado al exilio. Tras un intervalo de tres años, consiguió recuperar la confianza imperial y tras su vuelta en 329 consiguió que toda la maquinaria del gobierno se pusiera de su lado para imponer sus tesis sobre toda la Iglesia Cristiana.

Como vemos, Nicea no logra imponer el dogma. Más bien, fue una patada al avispero.

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