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Foto del escritorTomás Morales y Durán

El Árbol de la Historia (III). Cristianismo

El cristianismo surge debido a una confluencia de diversos factores que se precipitan en un lapso de muy pocos años, los que van desde el 303 EC hasta el 325 EC. Y no podemos decir que exista una causa, sino muchas.

Al inicio del cuarto siglo de la Era Común, el imperio romano acaba de salir de una crisis que casi lo destruye. Y lo hace gracias al talento y las reformas del emperador Diocleciano. Estas reformas cambiaron de forma fundamental la estructura del gobierno imperial y ayudaron a estabilizarlo económica y militarmente, permitiendo que el Imperio perdurase más de cien años más, cuando había estado a punto de colapsarse pocos años antes. Diocleciano se dio cuenta de dos cosas, la primera que era demasiado imperio para ser gobernado por una sola persona y la segunda que era mucho mejor elegir e ir preparando a los futuros emperadores y se fueran relevando.

Diocleciano rompe así con la nefasta costumbre de cambiar de gobierno asesinando al emperador y poniendo a cualquiera al frente, que fue lo que llevó a la crisis al imperio en el siglo III.

Diocleciano divide la administración del Imperio romano en dos mitades, la mitad occidental y la mitad oriental, estando cada una de ellas gobernada por un augusto (Diocleciano en oriente y Maximiano en occidente). Estos, a su vez, contaban con el apoyo de un césar, o emperador junior, con la idea de que heredaran el poder a la muerte de su augusto. Para tal fin, en el año 286 Diocleciano ascendió a su colega militar, Maximiano, hasta el rango de coemperador de las provincias occidentales, ​ mientras que se reservó el gobierno de la parte oriental del imperio, comenzando el proceso que finalmente terminaría con la división del Imperio romano en dos mitades, el Imperio Romano de Occidente y el de Oriente.

Debemos hacer notar que Diocleciano gobierna en Nicomedia, actual Izmit, ciudad de Anatolia a 60 kilómetros de Estambul en una bahía profunda del mar de Mármara. Nicomedia fue la metrópoli de la provincia de Bitinia bajo el Imperio romano, y Diocleciano la convierte en la principal ciudad del Imperio romano de Oriente, adornándola de espectaculares construcciones. Constantino el Grande estableció allí su residencia. Fue centro jurídico y el lugar donde el concilio provincial se reunía para celebrar las ceremonias del culto imperial. Más tarde, durante el siglo IV, Nicomedia fue un lugar clave del arrianismo.

Es importante remarcar que estamos dentro del área de influencia del idioma griego.

Por otra parte, el panorama religioso en el Imperio era un reflejo de la multiculturalidad que representaba tener en sus fronteras a la cuarta parte de la Humanidad de aquel tiempo. La religión oficial del Imperio convivía en espacios comunes, incluso compartiendo lugares de honor, con una enorme variedad de religiones, siendo las de corte oriental las más populares. Entre ellas hay cuatro destacables y fueron el culto frigio a Cibeles, el persa a Mitra, el egipcio e Osiris-Isis (Ast) y Horus y el judío a Yahveh.

La religión judía vivía una fase de gran expansión y popularidad por todo el Mediterráneo, gracias a la Edad de Oro que supuso el siglo tercero en Judea. Esa expansión tuvo su origen en un activo proselitismo. Esta religión tenía además dos características distintivas, la primera era que adoraban a un Dios único, Yahveh, al que Josías hace dios único un milenio antes, un dios abstracto al modo persa, por las ventajas económicas y políticas que le supuso. Lo segundo, era la dificultad en hacerse judío debido a los diversos tabús que mantenían como era la prohibición de comer cerdo o la circuncisión, entre otras. Esto generó alrededor de esta religión la existencia de un numeroso grupo de simpatizantes, los temerosos de Dios, que no habían dado el paso al tener que aceptar lo anterior y, además, renunciar a la idolatría.

El judaísmo estaba muy extendido en el norte de África y en Hispania, de donde surgieron los sefardíes que, hasta la aparición de los jázaros, fueron el grupo étnico más numeroso de los que integraban la religión judía.

El centro del culto de Isis (Ast en egipcio) estaba en Filé, donde la diosa encontró el corazón de su esposo y se construyó un templo dedicado a ella durante la XXX Dinastía. El culto de Isis se difundió desde Alejandría por todo el mundo helenístico después del siglo IV a.C. Apareció en Grecia en combinación con los cultos de Horus, su hijo, y Serapis, el nombre griego de Osiris. El historiador griego Heródoto identificaba a Isis con Deméter, la diosa griega de la tierra, la agricultura y la fertilidad. El culto tripartito de Isis, Horus y Serapis se introdujo después del 86 a.C., en Roma durante el consulado de Lucio Cornelio Sila y llegó a ser uno de los cultos más populares de la religión romana. Llegó a adquirir una mala reputación debido al carácter libertino de algunos de sus ritos sacerdotales, de tal modo que algunos cónsules posteriores hicieron esfuerzos para suprimir o limitar el culto de Isis. El culto desapareció en Roma después de la instauración del cristianismo y los templos egipcios dedicados a Isis que quedaban fueron cerrados a mediados del siglo VI d.C.

El culto de Isis tuvo una influencia considerable sobre el de la Virgen María. Isis también fue el modelo para todas las reinas de Egipto, que eran conocidas como «hija de Dios», «gran esposa del rey» y «la madre de Dios». Las imágenes cristianas coptas heredaron esta concepción de la diosa (Isis), dando origen a representaciones posteriores de María Lactans. Los estudiosos han hecho comparaciones con el culto a Isis a finales de la época romana y el culto a la Virgen María. Después de que la religión cristiana ganó popularidad y comenzó a dispersarse en Europa y luego en Roma, los cristianos convirtieron el santuario de Isis en Egipto en una Iglesia en honor a María, así como de maneras deliberadas tomaron imágenes del mundo pagano y utilizaron estas imágenes. Este fue el resultado de la exposición del cristianismo primitivo al arte egipcio. Numerosos egiptólogos coinciden en que la imagen de Horus niño e Isis ha influido en la iconografía cristiana de la Virgen y el Niño. Los primeros cristianos a veces rendían honores, a las estatuas de Isis amamantando al niño Horus, viendo en ello un rito antiguo y noble acerca como por medio de la mujer (es decir, el principio femenino), se crearon todas las cosas, que finalmente se convirtió en la Madre de Dios.

Si el nacimiento de Jesús se relaciona por sus detalles con el de Horus, su vida adulta, muerte y resurrección parecen extraídos de las andanzas de Osiris.

Más paralelismos: Plutarco (125 – 50 aEC) ya cuenta cómo al dios Osiris lo mataron un viernes y resucitó al tercer día. Los textos de las pirámides también lo corroboran. Tanto a Osiris como a Jesús los traicionaron personas muy cercanas y fueron sendas mujeres, Isis y María Magdalena, las primeras en certificar su regreso a la vida.

El apelativo “chrestos” (bondadoso o amable) fue aplicado a ambos y ambos compartieron el símbolo de la cruz. Y las semejanzas entre el culto a Serapis y el cristianismo, incluyendo el arrepentimiento de los pecados, la confesión, el rito de la inmersión en el agua, la sagrada familia compuesta por Isis, Osiris y Horus, o el hecho de festejar el nacimiento de Horus a finales del mes de diciembre. Estas “coincidencias” ya fueron “descubiertas” en 1600 por el dominico Giordano Bruno que fue quemado en Roma por defender, entre otras cosas, que el verdadero origen de la cruz era faraónico.

El mitraísmo fue una de las religiones más grandes del imperio romano la cual se derivó del dios antiguo persa de luz y sabiduría. El culto a Mitra fue bastante importante en la antigua Roma, especialmente entre los militares. Mitra fue el dios de la guerra, batalla, justicia, fe y contrato. De acuerdo al mitraísmo, Mitra, fue llamado el hijo de dios, el cual nació de una virgen, tuvo discípulos, fue crucificado y se levantó de los muertos al tercer día, expió los pecados de la humanidad y regresó al cielo. Y no solo eso: las mujeres estaban excluidas de los misterios de Mitra. En cuanto a los varones, parece que no se requería una edad mínima para ser admitido, e incluso fueron iniciados varios niños. La lengua utilizada en los rituales era el griego, con algunas fórmulas en persa (seguramente incomprensibles para la mayoría de los fieles), aunque progresivamente se fue introduciendo el latín.

Parece ser que el rito principal de la religión mitraica era un banquete ritual, que pudo tener ciertas similitudes (en su apariencia externa) con la eucaristía del cristianismo. Los alimentos ofrecidos en el banquete eran pan, libaciones con vino y quizás carne de animales sacrificados. En algún momento de la evolución del mitraísmo, se utilizó también el rito del taurobolium o bautismo de los fieles con la sangre de un toro, practicado también por otras religiones orientales.

El 25 de diciembre (coincidiendo aproximadamente con el solsticio de invierno) se conmemoraba el nacimiento de Mitra.

Se califica como religión mistérica o religión de misterio a aquella que intenta transmitir el conocimiento a través de la “experiencia religiosa”. Presenta entonces ciertos misterios que no se plantea explicitar, toda vez que los detalles doctrinales han de conocerse a través de la experiencia iniciática ritual y no mediante la palabra o la razón. Las razones para escoger esta vía pueden ser varias, desde la defensa de la propia comunidad ante represalias de colectivos mayoritarios, protección de intereses personales, la vivencia de pertenecer a una sociedad exclusiva, o simplemente la imposibilidad de explicar racionalmente esos datos relacionados con la religión.

Por lo tanto, más que una religión es un modo de vivir una religión, existiendo a lo largo de la historia de las religiones muchas que pueden encajar en este tipo. El secretismo y exclusivismo de algunas de estas religiones mistéricas conlleva una serie de ritos iniciáticos, y frecuentemente un periodo de preparación y de pruebas, antes de aceptar a un nuevo adepto en la comunidad. Estas ceremonias recibían el nombre de misterios.

En Grecia comenzaron a tener muchos seguidores las religiones mistéricas del Oriente Próximo, como los dioses frigios (Cibeles, Atis, Sabacio, Mitra) o los egipcios (Anubis). Sin embargo, el culto a estas divinidades no muestra características mistéricas en sus lugares de origen, sino que parece adquirir estas características al llegar a Grecia. Algunos autores opinan que el éxito y la expansión de las religiones mistéricas se debían a que la mitología grecorromana clásica no implicaba al individuo en sus creencias, mientras que las religiones mistéricas acogían al creyente, proporcionándole protección y promesa de felicidad.

Las religiones mistéricas se extienden desde Grecia hacia la totalidad del Imperio romano, a pesar de los esfuerzos de varios emperadores por evitarlo, entre los que destacó Augusto. Poco después, con Tiberio, el protagonismo de las religiones mistéricas era una realidad inevitable.

Durante la época imperial romana ocurrió un fenómeno de sincretismo religioso entre los cultos latinos y los de divinidades procedentes de África y Oriente. En Roma, por ejemplo, los misterios eleusinos, cuyo origen se remonta a la Antigua Grecia, fueron introducidos bajo el nombre de misterios de Ceres o de la buena diosa, tomando otros nombres particulares según los lugares en que se celebraban. Asimismo, prosperaron los cultos de Hermes Trismegisto y de Asclepio, con antecedentes egipcios, aunque helenizados.

El término «misterio» deriva del latín mysterium, del griego musterion (por lo general, como el plural musteria μυστήρια), y en este contexto significa «secreto, rito o doctrina». Una persona que siguiese tal «misterio» era un mystes, «uno que se ha iniciado» (de myein, cerrar), una referencia al secreto (el cierre de «los ojos y la boca»), ya que sólo al iniciado se le permitía observar y participar en los rituales. Los misterios son a menudo suplentes de la religión civil, y por eso se habla de cultos mistéricos en lugar de religiones. Se llaman misterios al conjunto de pruebas y ritos que el aspirante debía cumplir para ser aceptado como miembro de derecho de la religión. Los misterios son formas de pedagogía primitiva que parten de la premisa de que el verdadero conocimiento o comprensión es el resultado de la asimilación de la información a través de la totalidad del ser humano. En esta representación mistérica, el iniciado recibe información simultánea de tipo intelectual, emocional y física, al ser el personaje activo de dicho drama. Así, el iniciado se convierte en el dios (o hijo de un dios) o héroe.

Lucio Lactancio

Lucio Cecilio Firmiano Lactancio, el padre del cristianismo y autor de la idea es un norteafricano de origen bereber de habla latina. Fue alumno de Arnobio, quien enseñó en la colonia romana de Sicca Veneria, hoy El Kef en Túnez, una importante ciudad de Numidia, donde una importante comunidad judía estaba establecida allí desde hacía mucho tiempo. La importante peregrinación anual, que reunió a judíos tunecinos y clanes judíos del este de Argelia, ilustró la veneración que fue objeto su sinagoga llamada Al Ghriba, “el solitario”. Sabemos que Lactancio desarrolló un odio cerval hacia los judíos y que conocía perfectamente sus creencias y ritos.

Lactancio empezó con una exitosa carrera pública. A petición del emperador romano Diocleciano, se convirtió en profesor oficial de retórica en Nicomedia; su viaje desde África se describe en su poema Hodoeporicum (ahora perdido). Allí, se asoció en el círculo imperial con el administrador y polemista Sossianus Hierocles y el filósofo Porfirio; y allí conoció a Constantino y a Galerio.

Lactancio era una persona difícil y muy fanática. En cuanto tuvo ocasión trató de malmeter a Dioclaciano contra los judíos. Al rechazarle éste y caer en desgracia, le recupera Constantino que vio en él la ocasión de organizar una religión imperial que estuviera a su servicio, y se lo lleva a las Galias donde residía mientras maquinaba con hacerse con el Imperio de cualquier forma posible.

El emperador Constantino nombró al anciano Lactancio tutor para su hijo Crispo que fue nombrado César (coemperador menor) y condenado a muerte por orden de su padre Constantino.

Eusebio de Cesarea

Llamado el Padre de la historia eclesiástica, entre otras cosas porque se la inventó, Eusebio de Cesarea, nació en Palestina, sobre el 265 y falleció también allí cerca del año 339), fue historiador y favorito del emperador Constantino, a quien conoció en Palestina en el año 296, cuando acompañaba a Diocleciano en una visita a la provincia. No era un líder

nato, ni tampoco un pensador profundo, pero cayó en la gracia del emperador. En el Concilio de Nicea tomó una posición moderada en la controversia con Arrio, y presentó el símbolo (credo) bautismal de Cesarea que acabó por convertirse en la base del Credo de Nicea. Al final del Concilio, Eusebio suscribió sus decretos.

Eusebio intervino en las luchas entre ortodoxos y arrianos. Llevado por su espíritu conciliador, se enfrentó varias veces con Atanasio. Fijó las bases de la cronología hasta el 323 en su crónica y escribió una historia del cristianismo hasta esa fecha. Es autor también de dos obras apologéticas: Preparación evangélica y Demostración evangélica.

Adversario de la “ortodoxia” lactanciana (el segundo Concilio de Nicea le excluyó) y considerado casi como el prototipo del obispo cortesano, Eusebio de Cesarea fue muy apreciado e imitado por su obra histórica y su extensa y multiforme actividad literaria.

Objeto de discusiones relativas a la autenticidad de los documentos contenidos en la obra, es su Vida de Constantino, texto hasta cierto punto completado por los dos opúsculos que integran el Elogio de Constantino, seguramente el panegírico del trigésimo aniversario, y un discurso del mismo Constantino a una asamblea de obispos denominado Oratio ad Sanctorum coetus.

Eusebio trató de dar verosimilitud al personaje que creó junto con Lactancio, para encajarlo en la historia y fuera creíble.

El móvil

El porqué del cristianismo como religión construida por Constantino es así fruto de diversos factores. Primero, la importante expansión del judaísmo por todo el Imperio pero que dejaba al alcance de la nueva religión a una enorme cantidad de simpatizantes, los temerosos de Dios, reticentes a renegar de la carne de cerdo, de la idolatría y de someterse a la circuncisión. Constantino facilitó la conversión de ese grupo añadiendo la prohibición bajo pena de muerte del proselitismo judío que tanto éxito le había dado.

A esto hay que añadir la posible determinación de una revelación divina antes de la batalla, junto con la atractiva apuesta por una divinidad que representa muy bien los intereses de unidad que Constantino quiere promocionar al erigirse como poder absoluto, y la labor que una Iglesia estructurada y con cierta organización jerárquica puede desempeñar a favor de su poder.

Podríamos añadir varios factores más: como la posible docilidad que una religión creada a su medida que obviamente está sometida al poder del Imperio; la idea de una Iglesia universal y no nacional como el judaísmo; la labor social y de preocupación y cuidado por el otro que el credo cristiano persigue y que no impide tener una posición social y económicamente privilegiada.

Esto lo hizo suplantando el papel de distribución de alimentos para épocas de hambrunas de los tribunos a los obispos, así el cristianismo aparecía como el benefactor de los pobres, a la vez que terminaría por perseguir a cualquier otro credo.

Fue por esto que la expansión del cristianismo fue muy rápida por las ciudades del Imperio, que dependían de los almacenes de víveres imperiales y no tanto así en el campo, en los pagos, donde eran autosuficientes. De ahí, el término “pagano” para designar a los no cristianos.

Sea lo que fuese, la maniobra de Constantino y su cristianismo fue definitiva para el futuro de la historia, si bien su religiosidad creemos que hay que entenderla de forma distinta a la idea de conversión que hoy en día tenemos, su apuesta dio unos resultados imprevisibles en la poderosa alianza de una religión monoteísta que satisfacía las necesidades salvíficas del hombre de a pie y del soldado, y que quedaba respaldada por un poder fuerte que podía ayudar a mantener la cohesión y unidad del credo y el rito.

Los hechos

Lactancio fue el padre de la idea.

La idea era construir la figura de un héroe fantástico, con todas las características que se atribuían a los dioses más populares de la época, encumbrándolo no solo ya como el verdadero Mesías de los judíos, sino incluso como hijo del mismo Yahveh y subiendo aún más la apuesta, siendo el personaje Dios mismo. De esta forma, vaciaba de contenido a la religión judía, vaciándola de contenido y aprovechaba para culpar a los mismos judíos de las desventuras de su héroe.

Este hombre en el año 303 se fue a hablar con el emperador Diocleciano para decirle que el “Dios Único” estaba indignado con Roma porque permitía adorar a muchos dioses y eso, que constituía una muestra de tolerancia imprescindible para una potencia que conquistaba todos los pueblos que se le ponían por delante, según Lactancio era algo que enojaba tremendamente al Dios Único e iba a mandar el Fin del Mundo. Diocleciano no hizo caso a semejante dislate, pero Constantino si le hizo caso o le vino bien para lo que él quería. El caso es que lo protegió y se lo llevó consigo cuando volvió con su padre Constancio Cloro, César de occidente, a las Galias.

Lactancio le dijo a Constantino que había que crear un equipo redactor porque había que construir una historia y él no era historiador, él era un profesor de retórica, y Constantino pensó en Eusebio de Cesárea que era historiador y amigo suyo y lo llamó a las Galias y entre los dos, Lactancio y Eusebio de Cesarea, crearon todo el Nuevo Testamento.

Lactancio tenía sus ideas y él solito escribió las epístolas de Pablo antes de la llegada de Eusebio. En ella él dio por su versión de lo que era Jesucristo, un ser medio mítico, medio nebuloso. Evidentemente, cuando escribió las epístolas de Pablo hacia el año 305 no pudo poner nada de la historia de Jesucristo de los evangelios porque sencillamente éstos no estaban escritos y no sabía hacerlo.

El Cristo de Pablo es el Cristo de Lactancio. En el año 307 con Constantino ya dueño de la cuarta parte del Imperio Romano hace llamar a Eusebio a las Galias dónde está Lactancio y comienza a escribir los evangelios. Lactancio al no ser historiador no se atreve con este tema, así que deja a Eusebio que escriba primero. Eusebio escribe el evangelio de Marcos qué es el más sencillo y lo hace a su manera siguiendo las indicaciones de Lactancio, con muchos efectos especiales, poniendo muchos milagros, fundando una iglesia y apóstoles y todas esas cosas y muriendo en la cruz, porque según Lactancio, el personaje tenía que morir en la cruz porque al ser el hijo de Dios, el Dios Único se sentiría así reconciliado con la Humanidad.

A continuación, Lactancio escribe los evangelios de Lucas y Mateo fijándose en el de Marcos, añadiendo más cosas que se le habían ocurrido. Por último, ya con los tres evangelios escritos, Eusebio escribe el evangelio de Juan completamente diferente a los otros tres que resultaban demasiado iguales, por eso se llaman sinópticos. De esta forma con los cuatro evangelios y las cartas de Pablo ya escritos, se ponen con el resto del Nuevo Testamento los dos al alimón, al 50% cada uno.

Entre el año 303 que Lactancio empezó a escribir para satisfacer a Constantino hasta el año 323, un poco antes del Concilio de Nicea, hay 20 años y en ese tiempo dos profesionales como ellos, gramateos, literatos ilustrados, escribieron no solo los 27 libros del Nuevo Testamento, sino muchas más cosas. Si van a poner el nacimiento del hijo de Dios, ese ficticio que se han inventado, situándolo en época de Tiberio, trescientos años antes para evitar cualquier clase de rastreo, tuvieron que suceder cosas desde ese punto hasta la fecha en que lo escribieron.

Al haberse fundado una iglesia y una religión, lógicamente los seguidores de esa religión tienen que haber escrito cosas, tienen que haber dejado huella escrita de sus creencias. Así que necesitan inventarse además una serie de escritos de estos supuestos escritores cristianos del siglo I, del siglo II y del siglo III. Y no solo eso, sino también escritos de otros autores que les atacaron, que les vilipendiaron y criticaron.

Así que crearon todos los autores que ahora se llaman padres apostólicos porque se supone que estuvieron en tiempo de los Apóstoles y padres apologetas griegos que son los que presuntamente fueron posteriores, a partir del siglo II y se inventaron a una serie de autores falsos por ejemplo Arnobio de Sica, Minucio Félix, Tertuliano, Ireneo de Lyon y un largo etcétera para llenar el hueco de esos 300 años casi que habrían transcurrido desde los hechos relatados.

Todos estos personajes hablan solo de Jesucristo, obviamente, no van a hablar de otra cosa ya que fueron crearon para dar base y sustento a la falsificación.

Pero usan también a cuatro autores reales:  Flavio Josefo, Suetonio, Tácito y Plinio el Joven. Para esto, tomaron sus cartas y añadieron párrafos que hablan de Jesucristo, en forma de interpolación. Las dos interpolaciones que hizo Eusebio, que las hizo cuando se resistió a los que se estaba haciendo, aunque no podía decirlo claramente ya que Lactancio era su jefe, puso la firma de “simon” (falso, burla) también en los pasajes que interpolaba de Flavio Josefo y de Plinio.

A ojos de Eusebio, Lactancio se estaba excediendo, y la forma que tuvo de protesta silenciosa fue colocar la firma de falsedad en todo lo que él escribió.

Esta guerra ideológica es lo primero que resalta de los escritos del Nuevo Testamento. Esta guerra fue la que posteriormente dio origen al cisma de Arrio y siglos después, a la génesis del islam.

Lactancio era el jefe y el hombre de la idea y defendía la visión mágica de Jesucristo hijo de Dios, incluso Dios mismo, mientras que Eusebio era todo lo contrario. No se podía hacer Dios a un héroe si había un Dios Único, lo que se “resolvió” creando un tercer Dios, el Espíritu Santo para unificar al Dios Único con Jesucristo. Para Eusebio esto era una barbaridad, demasiado increíble para ser historia, pero al ser el subordinado se dedicó a boicotear todo lo que fue pudiendo.

Ante un pueblo romano analfabeto, ignorante y pobre, el emperador Constantino favoreció con toda su autoridad el establecimiento del cristianismo. Cuando en las ciudades había hambrunas, lo que era frecuente, se repartía trigo y alimentos entre los necesitados. Constantino le arrebata las llaves de los almacenes imperiales a los tribunos y se los entrega a los obispos. De esta forma, si querían comer, tenían que bautizarse. La Iglesia sigue manteniendo estas malas mañas por el enorme éxito que siempre le han dado.

Eso no sucedió en el campo, porque al no ser dependientes de la caridad imperial no tenían obligación alguna de convertirse. Aun se conserva el término “paganos”, como aquellos no conversos derivada de la palabra “pago” del latín, pagus, o territorio periférico a una localidad.

Pero luego vino el emperador Teodosio y obligó por decreto a que todo el mundo se hiciera cristiano, porque el que no lo fuera no podía hacer testamento por lo que sus bienes, en lugar de a sus hijos, pasaban a ser del emperador. Con estas coacciones al final todo el mundo se hizo cristiano, única solución factible.

Hubo, por tanto, una invasión del poder político sobre mundo las conciencias. Eso provocó que Europa se retrasase 17 siglos.

No hay nada que se base en alguna realidad en algún personaje real. Situaron a una persona 300 años antes para que no se la pudiera rastrear y menos aún con los instrumentos de información de entonces y hacer una persona creíble. Eusebio trató de montar un personaje que resultara creíble y le dio el formato de un maestro del conocimiento de los griegos. Pero sólo hay una parte muy pequeña de su aportación, porque tenía que hacerle caso a Lactancio que era el jefe del equipo y tenía que poner al Jesucristo mágico, ese hijo de Dios que Lactancio quería. Así en los evangelios de Marcos y de Juan se construyen con un evangelio original hecho por Eusebio, pero sometido a una batería de interpolaciones con las ideas de Lactancio. Es normal que Eusebio no se sintiera cómodo con la situación.

Antes de la imprenta los escritos se transmitían por copia manual y precisamente por eso se empleaba la forma de escribir con estructura. El autor se obligaba a escribir con ciertas longitudes del texto para que el lector supiera en todo momento que efectivamente estaba leyendo la obra sin alteraciones, y no una mala copia. Lactancio empleaba estructuras complejísimas propias de un retórico como él. Por su parte, Eusebio colocó acrósticos en todo lo que escribió para demostrar que era falso y no sólo colocó acrósticos de “simon” en el Nuevo Testamento, sino que las colocó en su obra principal La Historia Eclesiástica qué es la historia falsa hasta la raíz de lo que habrían sido los 300 años anteriores. Y luego están las dos etapas de relación con ideas opuestas. Escribir mentiras tiene el problema que acaban siendo descubiertas para quien sabe mirar.

Las estructuras son similares a un soneto que se escribe con reglas muy estrictas: dos cuartetos y dos tercetos que riman de una determinada manera. Absolutamente todos los escritores antiguos escribían con estructura. Las estructuras se sujetan a órdenes de números. Si uno creaba una estructura muy complicada, estaba muy constreñido a la hora de escribir o, por el contrario, si las estructuras eran más simples quedaban más libres y por tanto pues no estaban apenas limitados al escribir.

Lactancio, que era un ególatra, escribía con una estructura muy estricta, muy rigurosa, muy complicada y muy difícil. Cometió el error de escribir todos sus libros, tanto éstos como el resto de su obra, exactamente con el mismo tipo de estructura. Le gustaba lucirse, era un gran retórico y dominaba las técnicas de las estructuras a la perfección y las sabía aplicar a los escritos. Por eso, el evangelio de Lucas, el de Mateo, las cartas de Pedro, las cartas de Pablo y la carta de Judas, todas están escritas con el mismo tipo de estructura que denota que todo son obra de la misma persona. La misma que escribió las obras de Lactancio. No hay que hacer mucho cálculo para entender que nos referimos a él.

No tardaron en darse cuenta de este error, por lo que trataron de cambiar las estructuras. Es por ello que con el tiempo empezaron a producir una enorme cantidad de variantes del Nuevo Testamento, partiendo capítulos, por ejemplo. Pero Lactancio era mucho más barroco y aplicaba otro tipo de estructuras en los textos como, por ejemplo, usar adverbios de tiempo al principio de ciertos capítulos, por lo que se puede reconstruir el texto original. Por su parte, Eusebio introducía en sus escritos el acróstico “simon”, por lo que se le sigue perfectamente.

Las estructuras se construían por capítulos. Cada capítulo tenía su propia estructura y en el caso de estar escrito por Eusebio de Cesarea tenía su firma, su acróstico. Pues bien, han cambiado la longitud de los capítulos, han unido dos capítulos en uno, han partido un capítulo original por la mitad, empezando a medio capítulo un capítulo con el fin de que no se pueda seguir el tema de las estructuras y disimular. Pero lo malo es que los escritores antiguos escribían haciendo que cada capítulo empezase por una cierta con una cierta similitud. Por ejemplo, en el evangelio de Juan actual que ha sido alterado, refundiendo capítulos se puede ver que desde el segundo capítulo en adelante hasta el cuarto y quinto empiezan por un adverbio de tiempo: “y al día siguiente” y “al siguiente día” y “un día más tarde salieron Jesús y sus discípulos…”. Estas son formas para señalar el principio del capítulo, algo desde lo que pasa desapercibido a la persona que no conoce de estos temas.

Lactancio era una persona muy especial muy difícil y muy fanática. Esto se ve en sus escritos, concretamente en Instituciones Divinas. Tenía una manía impresionante a los judíos y a los griegos. A los griegos porque tenían el conocimiento de los maestros griegos, lo que ahora llamamos filosofía pero que era el Conocimiento. También él sabía que este conocimiento era el mayor enemigo potencial del cristianismo y como él quería implantar su religión, lo que hizo fue atacar el conocimiento de los griegos y se prohibieron. Se cerraron las escuelas, se quemaron todos los libros y no los ha quedado nada, de forma que todo lo que enseñaba que es digno del ser humano y acertado, todo eso ha quedado sepultado y oculto. Y ese es el peor pecado del cristianismo que ha retrasado a Europa 1700 años. Posiblemente, el cristianismo sea la patraña más dañina de la historia de la humanidad. Una mentira que ha provocado guerras, muertes, persecuciones, odio y retraso.

Apéndice. Entorno histórico

Cayo Aurelio Valerio Diocleciano Augusto; nace el 24 de diciembre de 244 y fallece el 3 de diciembre de 311),4​ nacido con el nombre de Diocles, fue emperador de Roma desde el 20 de noviembre de 284 hasta el 1 de mayo de 305. Nacido en una familia iliria de bajo estatus social, fue escalando puestos en la jerarquía militar hasta convertirse en el comandante de la caballería del emperador Caro. Tras la muerte de Caro y de su hijo Numeriano en campaña en Persia, Diocleciano fue aclamado emperador por el ejército. Consiguió acceder al trono tras un breve enfrentamiento con Carino, el otro hijo del emperador Caro, en la batalla del Margus, y su llegada al poder puso fin a la crisis del siglo III.

Diocleciano nombró a Maximiano coemperador, otorgándole el título de Augusto de occidente en 285. El 1 de marzo de 293 nombró a Galerio y a Constancio como césares, un título similar al de príncipe o heredero del augusto. Este nuevo régimen, conocido como la tetrarquía, o «gobierno de cuatro», implicaba que el gobierno del imperio se repartía geográficamente entre los cuatro gobernantes. Este detalle resultará fundamental en la génesis de la nueva religión.

Las reformas de Diocleciano cambiaron de forma fundamental la estructura del gobierno imperial y ayudaron a estabilizarlo económica y militarmente, permitiendo que el Imperio perdurase más de cien años más, cuando había estado a punto de colapsarse pocos años antes.

Diocleciano dividió la administración del Imperio romano en dos mitades, la mitad occidental y la mitad oriental, estando cada una de ellas gobernada por un augusto (Diocleciano en oriente y Maximiano en occidente). Estos, a su vez, contaban con el apoyo de un césar, o emperador junior, con la idea de que heredaran el poder a la muerte de su augusto. Para tal fin, en el año 286 Diocleciano ascendió a su colega militar, Maximiano, hasta el rango de coemperador de las provincias occidentales, ​ mientras que se reservó el gobierno de la parte oriental del imperio, comenzando el proceso que finalmente terminaría con la división del Imperio romano en dos mitades, el Imperio Romano de Occidente y el de Oriente.

Hacia el año 288, habiendo terminado su periodo como gobernador, Constancio Cloro fue nombrado Prefecto del Pretorio de Occidente, bajo el mando de Maximiano. ​ Con la finalidad de fortalecer sus vínculos con el emperador Maximiano, el poderoso Constancio se divorcia de su concubina Helena, con quien tuvo a Constantino, y contrae matrimonio con la hija del emperador, Flavia Maximiana Teodora.

En el año 293, Diocleciano autorizó a Maximiano a ascender al rango de césar a Constancio Cloro, mientras que él hacía lo propio con Galerio, completando así la tetrarquía.

Entre los años 303 y 305, Galerio, el césar de Oriente, comienza a maniobrar políticamente con el fin de asegurarse la posibilidad de arrebatarle el poder a Constancio una vez que Diocleciano dejara el gobierno. ​ En 304, Maximiano se reúne con Galerio, probablemente para discutir el problema de la sucesión, reunión a la que Constancio no asiste o bien porque no fue invitado o no fue capaz de acudir a la reunión debido a la situación en la frontera.

Aunque antes de 303 parecía haber un acuerdo tácito entre los tetrarcas para que fueran el hijo de Constancio, Constantino, y el de Maximiano, Majencio, quienes ascendieran al rango de César una vez que Diocleciano y Maximiano dejaran el poder, ​ a finales de 304 Galerio había logrado convencer a Diocleciano (quien a su vez convenció a Maximiano) para nombrar a los candidatos de Galerio: Severo II y Maximino Daya, como nuevos césares.

Diocleciano y Maximiano abdicaron como emperadores el 1 de mayo de 305, posiblemente debido a problemas de salud de Diocleciano.

Enfermo y debilitado, Diocleciano abdicó el 1 de mayo de 305, convirtiéndose en el primer emperador romano en dejar voluntariamente su cargo. Desde entonces vivió en su palacio en la costa de Dalmacia, dedicado al cultivo de sus jardines y huertos, en lo que hoy es Split (Croacia). En el mismo acto, también Maximiano abdica frente a los ejércitos, convocados en Milán. Se quitó la toga púrpura y se la entregó a Severo, el nuevo César, y proclamó a Constancio Cloro nuevo Augusto.

La misma escena tuvo lugar en Nicomedia, con Diocleciano como protagonista. Constancio Cloro, como emperador senior, gobernó el imperio occidental, mientras que Galerio gobernaba las provincias orientales.

Constantino, defraudado de no haber sido nombrado César, abandonó la corte de Galerio a petición de Constancio Cloro, que estaba enfermo, para que volviera con él.​ Constantino se unió a la corte de su padre en la costa de la Galia, en el momento en que se encontraba preparando una campaña en Britania.

En 305 Constancio cruzó el Canal de la Mancha para llegar a Britania, viajó hasta el extremo norte de la isla y lanzó una expedición militar contra los pictos, tras la que se arrogó el título honorífico de Britannicus Maximus II el 7 de enero de 306. Se retiró a Eboracum (York) para pasar el invierno y, aunque planeaba continuar la campaña, murió el 25 de julio de ese año. Su hijo Constantino se encontraba junto a él en su lecho de muerte, donde su leal general Chroco, de ascendencia alemana, y las tropas leales a la memoria de su padre le proclamaron augusto (emperador), lo que fue aceptado rápidamente en Britania y Galia, pero rechazado en Hispania.

Simultáneamente, el césar occidental Severo II, era proclamado augusto por Galerio. Ese mismo año el pueblo de Roma nombra emperador a Majencio, hijo del anterior tetrarca Maximiano. Este último regresa también a la escena política reclamando el título de augusto.

Comienza así un período de 20 años de conflicto que culminará con la asunción del poder absoluto por Constantino el Grande. De este primer grupo de contendientes el primero en caer fue Severo traicionado por sus tropas; mientras que por su parte Constantino y Maximiano concertaban una alianza. Al final del año 307 había 4 augustos: Constantino, Majencio, Maximiano y Galerio y un solo césar, Maximino Daya.

Fig.1. Situación del Imperio Romano en 311

A pesar de la mediación de Diocleciano, al final del año 310 la situación era aún más confusa con siete augustos: Constantino, Majencio, Maximiano, Galerio, Maximino, Licinio —al que había introducido en la pugna Diocleciano— y Domicio Alejandro, vicario de África y autoproclamado augusto.

En este entorno convulso comenzaron a desaparecer candidatos: Domicio Alejandro fue asesinado por orden de Majencio; Maximiano se suicidó asediado por Constantino y Galerio falleció por causas naturales.

Finalmente, Majencio fue relegado por los tres augustos restantes y finalmente vencido por Constantino en la batalla del Puente Milvio, en las afueras de Roma, el 28 de octubre de 312. Una nueva alianza entre Constantino y Licinio selló el destino de Maximino, quien se suicidó tras ser vencido por Licinio la batalla de Tzirallum, en el año 313.

A partir de este punto, el imperio quedaba dividido entre Licinio en oriente, y Constantino en occidente. Tras los enfrentamientos iniciales, ambos firmaron la paz en Serdica en 317. Durante este período ambos nombraron césares según su conveniencia, entre los miembros de su familia y círculo de confianza. En el año 324, después de sitiar Bizancio y vencer a la armada de Licinio en la batalla del Helesponto, Constantino logró derrotar definitivamente a las fuerzas licinianas en Crisópolis.

Constantino representa el nacimiento de la monarquía absoluta y hereditaria. Durante su reinado se introdujeron importantes cambios que afectaron a todos los ámbitos de la sociedad del bajo imperio. Reformó la corte, las leyes y la estructura del ejército. Constantino trasladó la capitalidad del imperio a Bizancio a la que cambió el nombre por Constantinopla. Falleció, por enfermedad en 337, 31 años después de haber sido nombrado emperador en Britania. Al final de su vida y solamente antes de morir se bautizó para morir como un cristiano arriano.

Bajo el nuevo imperio de Constantino, y con el cambio de rumbo en la religión estatal, Diocleciano acabaría siendo demonizado. Sin embargo, el propio gobierno de Constantino sirvió para validar los logros de su antecesor y del principio autocrático que representaba: las fronteras permanecieron seguras a pesar del gran gasto de Constantino en el ejército durante las guerras civiles, la transformación burocrática del gobierno romano se completó, y Constantino tomó los actos ceremoniales de Diocleciano para su corte, haciéndolos incluso más extravagantes. ​

Constantino ignoró aquellas partes del gobierno de Diocleciano que no encajaban en sus planes. La política monetaria de Diocleciano basada en la estabilidad de la plata quedó abandonada, y fue sustituida por una moneda basada principalmente en el solidus de oro. Los controles de precios se ignoraron. Incluso la nueva religión sería atada a la estructura del estado de un modo autocrático, y Constantino alegaría tener una relación tan cercana al dios cristiano como la que Diocleciano mantenía tener con el dios Júpiter. El sistema impositivo de Diocleciano fue mantenido y estrechado.

Con todo, y ayudado por la nueva maquinaria burocrática estatal creada por Diocleciano, el Imperio romano de Oriente sobreviviría durante más de mil años después de su muerte.

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