Es realmente curioso lo que sucede con la Historia. Como cualquier fenómeno, y ella lo es, está condicionada. Y esto implica que le es aplicable el árbol de causas. Cualquier hecho histórico real, está condicionado por condiciones existentes y éstas a su vez por otras anteriores.
Sabemos que lo mágico no está condicionado, simplemente porque es mentira.
Pues lo chocante es que si estamos cuando se produce un hecho no podemos saber las consecuencias que tendrá, aunque sí estamos en el lugar y en el tiempo donde se puede verificar lo que sea necesario. Sin embargo, solo en el futuro sabremos que hechos son realmente significativos y tienen sus raíces en el presente. Pero ya no estamos en este presente, con lo que lo que podamos afirmar sobre este presente está sujeto a subjetividad en algunos casos y en la mentira en el resto.
La historia es la construcción social de los que somos. Y se usa para eso, para construir identidades. Basta con un historiador y un poeta para que entre los dos se inventen un pasado que te va a determinar a ti y a tu país, raza, religión o ideología.
Eres lo que te han dicho que eres y no puedes ir al pasado a comprobarlo.
Sé que suena a película de agente secreto letal al que han implantado cerebralmente una identidad falsa que asume sin dudar. Suena fuerte, pero es así. Y como a un Bourne de serie, estarás dispuesto a pelear, trabajar, esforzarte, entregar tu vida y tus bienes por un bien superior… que no es más que la ideación de un ladronés.
El caso de las “religiones del Libro”, que tienen infectada al 43% de toda la humanidad es un ejemplo paradigmático de todo esto. Algunos dicen que la mayoría no puede estar equivocada. Pues sí. No solo puede, sino suele estarlo o lo está siempre…
La historia mágica siempre echa mano del “creacionismo”, es decir, un hecho puntual de origen mágico que surge de la nada, la creación, es el que provoca cambios determinantes en la historia de la Humanidad. Vamos, que todo el mundo está tan tranquilo y de pronto pasa algo que les cambia a todos la vida, como un meteorito gigante.
Nadie ha visto caer ningún meteorito gigante, pero la magia está en todos los corazones… de los ignorantes infantiloides. Adoptar un relato mágico es sencillo, como cualquier mentira, pero, además, las mentiras de la Historia siempre tienen un aspecto poético que ayuda a su completa y entusiasta deglución.
La historia mágica de las religiones del Libro es bien conocida, pero vamos a repetirla para analizar la multiplicidad de elementos mágicos que contienen.
Había una vez un príncipe egipcio que se rebeló contra el poderoso faraón con la ayuda de Yahveh y logró la liberación de los esclavos hebreos a través de la coacción mediante plagas de diversa índole, incluyendo el asesinato de los primogénitos. Curiosamente el faraón que debería ser primogénito, no murió. Se echan al desierto cerca de 600.000 hombres que, con familia y demás no serían menos de dos millones y los persigue el faraón que perece junto a todo su ejército en medio del mar porque sus carros de combate son más lentos que los ancianos hebreos corriendo por el lecho del mar Rojo. Después de eso, esos dos millones de personas vagan por un desierto pequeñito durante cuarenta años en un recorrido que no se hace en 15 horas y media en coche y ellos habían demostrado ser más rápidos que los carros egipcios.
Luego caen como la langosta sobre Canaán sin más título de propiedad que el que Yahveh les había dado, masacrando todo lo que había y conquistando la “tierra prometida”.
Luego hay una serie de cuentos con héroes fantásticos como el de Sansón y Dalila, hasta que a Yahveh le da por constituir una monarquía. Nombra a Saúl y le sale rana y después David, un tipo con una moral más que dudosa, héroe fantástico que derrota a un gigante de una pedrada, da un golpe de estado con el apoyo del clero de la época y se constituye como rey de Judá. No enteramos, de pasada, que existe otro reino vecino, el de Israel pero que se une al de Judá por medio de Salomón, heredero de David. Este hace un fantástico templo para adorar a Yahveh como Dios Único y se convierte en el faro de civilización del mediterráneo oriental.
Pero como son malos y se dedican a cultos extraños, lo de adorar a Baal y demás son influencias “extranjeras”, Yahveh se cabrea y destruye el reino de Israel, aunque manda a sus profetas para aliviar la situación de su pueblo.
Más o menos es lo que recogen los cuentos y relatos que recopila el rey Josías en su biblioteca, llamada La Biblia, con elementos propios de Babilonia del que era aliado. Lo que pretendía este tipo era montar una historia fantástica para reivindicar la Tierra Prometida por Yahveh, a través de su propia figura de Rey en la monarquía establecida por Yahveh, sobre el reino desparecido de Israel y no sobre su paupérrimo territorio de Judá del que era reyezuelo, y con capital en Jerusalén donde Salomón supuestamente construyó el magnífico templo, donde era obligado que todos los judeos fueran a entregar su óbolo anual. Utilizó elementos de su época, como la idea persa de dioses abstractos y no estatuas físicas como hasta el momento en su zona, y mitos como el diluvio y todo lo demás.
La idea de Josías no era otra que crear un mito fundacional para reivindicar su derecho a unas posesiones de las que no tenía ningún derecho. Es como el que falsifica escrituras de propiedad. Como es habitual, “encuentra” todos los documentos de forma mágica (no va a ir diciendo que los ha encargado a falsificadores y poetas, recordemos la importancia de los poetas en la falsificación de la historia) y reivindica su derecho a gobernar sobre todo Canaán.
Este sinvergüenza no andaba bien de recursos, así que monta un único templo porque no tenía para más y sin estatua, probablemente por restricciones presupuestarias. Tener un único templo no solo es lo más barato, sino que centraliza el cobro de impuestos (no hay religión sin dinero detrás). Así que debemos el concepto de “Dios Único” y a que es “abstracto” a la falta de fondos de Josías.
Yahveh era uno más de los cientos de dioses que se adoraban en esa área. Y los judeos eran cananeos que originariamente tenían el tabú de la carne de cerdo. Por lo demás, aparte de ser más pobres que las ratas y comerciar con el rico reino de Israel y gracias al colapso de los pueblos que dominaban la zona, se quedaron con ella.
Y no, no hay ni una sola prueba arqueológica de los dos millones de judíos haciendo camping en el desierto del Sinaí, que era parte de Egipto como todo Canaán, durante 40 años, ni siquiera existe el monte Sinaí. Moisés sacó a su pueblo de Egipto para llevarlos a… Egipto.
Mentir groseramente sobre el pasado en esa época salía gratis porque nadie estaba vivo que pudiera decir lo contrario y a nadie se le ocurriría inventar la arqueología solo para perjudicar a Josías.
El cuento acaba mal para Josías por la geopolítica entre Egipto y Babilonia.
Este es el mito fundacional del judaísmo, que sigue corriendo con los siglos.
Otro de los mitos es el concepto de “pueblo elegido”, como una raza prodigiosa que vaga por el mundo con la condena de todos y con la esperanza de la tierra prometida. Ese mito es muy moderno, del sionismo actual, precisamente para dar cobertura al grupo mayoritario del judaísmo que son los jázaros turcomanos no semitas, llamados askenazis empeñados en lograr un estado en tierra extranjera, usando el manido mito fundacional de nuevo.
Este mito se basa en que el judaísmo no es proselitista, lo que es falso. De hecho, el poderoso imperio jázaro en las estepas ucranianas y del sur de Rusia se convirtió en masa al judaísmo porque sus dos vecinos, el imperio bizantino, cristiano de un lado y por el otro, el Califato de Bagdad era musulmán. No podían ser ni lo uno ni lo otro, así que se convirtieron en masa al judaísmo para mantener el equilibrio regional.
Y cuando su imperio cayó emigraron al norte de Alemania y de ahí se dispersaron por el norte de Europa. Y hoy son la voz cantante del judaísmo y del sionismo mundial y manejadores del antisemitismo cuando ellos mismo además de no ser semitas (son turcos) se dedican a masacrar a los semitas (árabes). Los mitos sirven para robar y matar con total impunidad.
El mito de que el judaísmo no es proselitista se basa en la prohibición que Constantino les hizo para favorecer la religión que él había encargado. Y para explicar que existan judíos por todo el mundo se echa mano del mito de la diáspora que supuestamente sucedió después de la destrucción del templo nuevo del Idumeo Herodes (no era judeo como la mayoría incluso en esa época) por parte de Tito. Sin embargo, hubo una rebelión mucho más importante sesenta años después y otros setenta años después los judíos gozaron de su época de oro en Palestina.
Lo que tuvo el judaísmo fue una tremenda popularidad en el imperio romano de que se sirvió Constantino para montar una nueva religión que le ayudaría decisivamente en su golpe de estado contra los otros regentes del Imperio.
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