El Sangha de un Bipolar o cómo la clave está en cómo orinar. El atributo de la Omnisciencia absoluta que sus seguidores atribuyen al Buddha no corresponde en absoluto con lo que los suttas nos relatan de él. Para empezar, la “Omnisciencia” es un término absurdo en sí mismo, como vimos en “El Absurdo y Dios”. Si alguien es Omnisciente no puede actuar de ninguna manera porque como sabe qué va a hacer, no puede hacer otra cosa: es un esclavo absoluto de su destino. Además no podría ni tan solo comunicarse, ni interactuar con nadie, puesto que cualquier consecuencia que tuviera, ya fuera de su control, cambiaría su predestinación. Absurdo pues. Vemos que hay un Sangha formado por el Buddha. ¿Para qué? ¿Para qué existe un Sangha? El Sangha que crea a su alrededor es copia lo que tiene alrededor. Sus mendigos son similares al resto de los mendigos que vagaban por la India mantenidos por la gente y dedicándose cada cual a lo suyo. Así, las escuelas filosóficas coetáneas del Buddha seguían semejante guión. Pero, he aquí lo extraño, existe una llamativa contradicción entre el Dhamma y la existencia de un Sangha destinada a la iluminación de sus afiliados. El Dhamma existe por sí mismo. Es una verdad absoluta que no depende de nada ni de nadie. Es la realidad de cómo es y cómo funciona el Samsara y su escape a Nibbāna. Lo lógico, lo adecuado, es simplemente trabajarse los métodos mediante los cuales cualquiera pueda tener acceso al Dhamma y así acceder automáticamente a las profundas transformaciones que provoca en el individuo. Está fuera de lógica predicar sobre ética, por ejemplo, cuando ésta aparece indisolublemente anexada a los progresos más tempranos. ¿Entonces? Plantearemos tres posibilidades:
Como no tenía un método eficaz para que la gente lo lograse, ésta no le quedaba otra que vagar acompañando al Buddha esperando que sucediera el milagro. El caso más patético es el del propio Ananda. Toda la vida acompañándole a todas partes, y no se iluminó en vida de él.
Quizás no buscaba más que la perduración de lo que había descubierto. Y esa parece la opción más viable, sin duda. No olvidemos que el Buddha era un personaje prehistórico y como todos los hombres prehistóricos no disponía de escritura. Eso es un problema muy serio si lo que tienes que grabar es muy amplio. La forma en la India del siglo VI AEC era usar el método de los Upanishads que literalmente significa “De boca a oreja”. Así se disponía de una legión de gente acompañándole a todas partes, recordando todo lo que vas diciendo, teniendo a Ananda como coordinador general de memorizaciones. O sea, un dictáfono primitivo portátil con capacidad de grabación de unos 500 arahants detrás…
Rodearse de gente, que aprecie verdaderamente la dimensión de su descubrimiento, fuera a donde fuera.
Parece que es una mezcla de las tres. Son todas compatibles con los suttas. Respecto a la organización de la misma, la historia del Sangha resulta muy clarificadora. De un Buddha de infinita omnisciencia se podría esperar un cojunto coherente de reglas prediseñadas y estructuradas de forma coherente, siguiendo unas directrices muy claras, de forma que una desviación de la regla supusiera una desviación del Dhamma. De éste no. No previó al formarla que debía darle unas reglas. Empezó a darse cuenta de que debía regular la convivencia entre tanta gente. Así que fue poco a poco, a salto de mata, según los mendigos iban causando problemas, añadiendo regla detrás de regla. Y, eso sí, hay una colección de reglas califiquémoslas benévolamente como “pintorescas” que seguro que corresponden a la resolución de un problema que surgió con algún mendigo en un instante dado pero, ¿Qué se mantengan en el tiempo? Al final, nada menos que 227. Y si hablamos de coherencia podemos evidenciar que tiene muchas coherencias, no solo una. Ahora vamos a mirar esta regla en particular: (117) Rehusar -luego de haber sido amonestado formalmente tres veces por la Comunidad- de dejar el erróneo punto de vista, según el cual no hay nada malo en transgredir intencionalmente alguna ordenanza particular del Buda, es Pacittiya. O sea, este conjunto es para respetarlo literalmente. Ahora vamos a analizar algunas reglas problemáticas: (37) Tomar el oro o el dinero, hacer que alguien más lo tome o consentir que sea depositado como el donativo para uno mismo, es Nissaggiya Pacittiya. Un mendigo no puede recibir donativos y permitir que haya un laico que recaude dinero del que él se beneficie. ¿Cuántos hay por el mundo que VIVEN de ésto? (38) Obtener el oro o el dinero mediante el comercio, es Nissaggiya Pacittiya. Un mendigo no puede escribir un libro y ponerlo a la venta. (53) Entrenar a un novicio o a la persona laica para recitar los pasajes del Dhamma de memoria, es Pacittiya. A ver ahora: estamos en una época sin escritura. Esta regla era su forma de copyright. Si no estabas afiliado a su Sangha, no podías aprender y copiar su doctrina. (56) Enseñar más de seis sentencias del Dhamma a una mujer, excepto para responder las preguntas, es Pacittiya, a menos que esté presente algún conocedor del tema. Se debe limitar la trasmisión de conocimiento a las mujeres a seis sentencias. Una razón que no sea misógina se me escapa. Ahora, vamos con las reglas pintorescas que hablan por sí mismas. Ëstas son prohibiciones (nótese la especial aversión a la higiene personal, considerando el clima tropical de la India) : (59) Excavar el suelo o encomendar que sea excavado, es Pacittiya. (67) Estar sentado o acostado en la cama o en el banco con las piernas separadas en un desván desentablado dentro de la vivienda perteneciente a la Comunidad, es Pacittiya. (101) Hacer cosquillas a otro bhikkhu, es Pacittiya. (102) Saltar al agua o bañarse por diversión, es Pacittiya. (104) Intentar a asustar a otro bhikkhu, es Pacittiya. (106) Bañarse con más frecuencia que cada quince días, cuando se reside en el medio del valle del río Ganges, excepto en ciertas ocasiones, es Pacittiya. (109) Esconder el cuenco, el hábito, la tela para sentarse, el alfiletero o la cinta del otro bhikkhu -o hacer que alguien lo esconda- tanto como si fuera para jugar como para fastidiarlo-, es Pacittiya. (140) Adquirir la vestimenta para las lluvias y los baños demasiado grande después de haberla hecho -o hacer que alguien la haga- para su propio uso, es Pacittiya y requiere que la misma sea cortada antes de confesar la ofensa. (141) Adquirir el hábito amarillo demasiado grande después de haberlo hecho -o hacer que alguien lo haga- para su propio uso, es Pacittiya y requiere que el mismo sea cortado antes de confesar la ofensa. Estas deben ser las primeras reglas de Urbanidad de las que se tiene constancia en la Historia: (183) No voy a mirar el cuenco del otro, intentando encontrar alguna falta: esto ha de ser practicado. (184) No voy a tomar bocados demasiado grandes: esto ha de ser practicado. (185) Voy a hacer los bocados redondos: esto ha de ser practicado. (186) No voy a abrir la boca cuando el bocado aún no ha llegado a ella: esto ha de ser practicado. (187) No voy a insertar la mano entera dentro de la boca mientras como: esto ha de ser practicado. (188) No voy a hablar con la boca llena de comida: esto ha de ser practicado. (189) No voy a comer alzando bolitas de la comida: esto ha de ser practicado. (190) No voy a comer mordisqueando los bocados de la comida: esto ha de ser practicado. (191) No voy a comer rellenando las mejillas: esto ha de ser practicado. (192) No voy a comer sacudiendo la comida (de la mano): esto ha de ser practicado. (193) No voy a comer desparramando grumos de arroz alrededor: esto ha de ser practicado. (194) No voy a comer sacando la lengua afuera: esto ha de ser practicado. (195) No voy a comer relamiéndome los labios, haciendo el ruido “cap-cap”: esto ha de ser practicado. (196) No voy a comer haciendo el ruido de sorber “suru-suru”: esto ha de ser practicado. (197) No voy a comer lamiendo la mano: esto ha de ser practicado. (198) No voy a comer lamiendo el cuenco: esto ha de ser practicado. (199) No voy a comer relamiéndome los labios: esto ha de ser practicado. Y ahora, las restricciones a enseñar el Dhamma en ciertas circunstancias: (202) No voy a enseñar el Dhamma a alguien que, no estando enfermo, tenga el paraguas en la mano: esto ha de ser practicado. (203) No voy a enseñar el Dhamma a alguien que, no estando enfermo, tenga un bastón en la mano: esto ha de ser practicado. (206) No voy a enseñar el Dhamma a alguien que, no estando enfermo, calza zapatos que no sean de cuero: esto ha de ser practicado. (207) No voy a enseñar el Dhamma a alguien que, no estando enfermo, calza zapatos de cuero: esto ha de ser practicado. (208) No voy a enseñar el Dhamma a alguien que, no estando enfermo, se encuentra dentro de un vehículo: esto ha de ser practicado. (209) No voy a enseñar el Dhamma a alguien que, no estando enfermo, esté acostado: esto ha de ser practicado. (210) No voy a enseñar el Dhamma a alguien que, no estando enfermo, está sentado abrochando sus rodillas: esto ha de ser practicado. Y con éstas ya se llega al clímax: (218) No estando enfermo, no voy a defecar ni orinar mientras esté de pie: esto ha de ser practicado. (220) No estando enfermo, no voy a defecar, orinar ni escupir sobre el agua: esto ha de ser practicado. O sea, si ves a un mendigo orinar de pie en un retrete está incumpliendo no una, sino dos reglas: ¿debería mear sentado, acostado o de rodillas y además en el piso del baño…? Y ya sabes, si te exhortan tres veces, te pueden echar. Y si replicas que esto es de locos, te echan. Y si montas un Sangha de mendigos que puedan mear en el baño, te condenas al infierno. Porque eso sí, el Buddha se las pasaba diciendo que uno de los seis malos actos que conlleva la mayor de las condenas es provocar un cisma en el Sangha. Y ¿qué mejor forma de provocar un cisma en el Sangha que poniendo estas reglas? El caso es que las reglas relativas a los horarios fueron la que provocaron el colapso de su Sangha. Éstas son: (134) Entrar al pueblo, aldea o ciudad durante el periodo comprendido entre después del mediodía hasta el alba del día siguiente, sin haber tomado el permiso de algún bhikkhu disponible -salvo que sea una urgencia-, es Pacittiya. Y sobre todo ésta: (86) Comer la comida corriente o no corriente en el periodo comprendido entre después del mediodía hasta el alba del día siguiente, es Pacittiya. El cisma y disolución del Sangha sucedió porque un grupo de mendigos sostuvo que pasarse dos dedos de la sombra del mediodía, mientras se acababa de comer, no constituía motivo de reprobación. Al momento de su Parinibbāna, el Buddha aún añadió más reglas: Entonces, el Venerable Ananda dijo al Bienaventurado: “¿Cómo, Venerable Señor, tendríamos que conducirnos en asuntos relacionados a las mujeres?». «Absteneos de mirarlas, Ananda». «Pero, Venerable Señor, y ¿si les hubiésemos mirado?» «Absteneos de hablarles, Ananda». «Pero, Venerable Señor, y ¿si les hablásemos?» «Entonces, Ananda, estad conscientemente atentos». Viendo que con algunas reglas podría haberse pasado, exhortó a Ananda así: “Si así lo deseáis, Ananda, el Sangha puede abolir las reglas menores y de menor importancia, cuando no esté aquí. Así, de nuevo, una vez más, deja abierta la puerta al cisma. Si autorizas al Sangha (¿Cuántos mendigos es el “Sangha”? ¿Mayoría absoluta, mayoría calificada, unanimidad?) a que quite reglas “menores” (¿Qué son menores? ¿Mear de pie es menor?), estás provocando que un grupo de mendigos tome estas palabras y se monte otro Sangha perfectamente legítimo reñido con el inicial (de peeleas entre Sanghas no hay nada escrito) y así, se empiece a transmitir dhammas diferentes, hasta llegar al supermercado de hoy, en el que ser mendigo es raparse la cabeza, vestirse de túnica y encontrar una bola de seguidores que te llamen “venerable”. El resto no es problema. Una norma no escrita hace que a la vista de la gente exista una cordialidad manifiesta entre todas las sectas. Eso sí, se critican ferozmente fuera de foco. O sea, esto es lo que hay. Y así ha salido: el resultado es todo este circo. ¿Y de qué, o de quien, es la responsabilidad? ¿Del Omnisciente?. Asi que si quieres saber si tu maestro es auténtico, y no es un impostor, pregúntale cómo orina…
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