El Buddhismo, aunque doctrinalmente no reconoce un sacerdocio, la función de los monjes, lejos de ser la original, se ha transformado en un auténtico sacerdocio convirtiéndose por medio de la figura del maestro en un verdadero intermediario entre el hombre y su propio destino dentro del buddhismo. La figura original de los bhikkhus era la de “pedidores de comida”, es la figura del renunciante que aparece como contestación a la religión brahmánica. Existen muchos y variados tipos de renunciantes, figuras que han llegado hasta la actualidad, fundamentalmente en India. El Buddha era él sí mismo un renunciante, y los primeros cinco seguidores eran también renunciantes. La propia dinámica de enseñar el Dhamma de forma ambulante inducía a la renuncia. Para seguir al Buddha a través de la India se debía renunciar a la vida del hogar y asumir la vida sin hogar. En los suttas, los seguidores laicos se ven fijados al territorio, mientras que los bhikkhus seguían al Bienaventurado. Lo que resulta lógico. Si trabajas y tienes un hogar no puedes escaparte de tus obligaciones para seguir al Buddha. Esta obviedad se asocia a la costumbre asentada en India de dar comida, vestido, techo y medicinas a estos personajes vagabundos a cambio de conseguir una u otra clase de mérito, de forma que, siendo renunciantes podían sostenerse gracias a la gente y seguir al Buddha en su prédica. Con el aumento del número de seguidores y su variada procedencia, los conflictos no tardaron en presentarse. Y la forma que adoptó el Buddha fue la institución de reglas o normas de conducta que unas servían para la práctica y otras para la convivencia. Estas normas no se constituyeron como un corpus desde el principio, sino que son el resultado de continuos parcheos sobre la marcha. Al final de su vida, al llegarle la muerte, el Buddha convoca a sus seguidores y da una serie de instrucciones para cuando él ya no esté. Debe entenderse que el su momento en India, un entorno cultural donde la escritura no existía, los discípulos seguían a un maestro. Si el maestro decidía constituir una escuela, dejaba encargada su labor a uno de sus seguidores, al más experto. Así, por ejemplo, cuando el Buddha era aún un Bodhisatta, con Alara Kalama y Uddaka Ramaputta destacó en maestría en sus dhammas respectivos y los dos maestros le ofrecieron seguir con ellos y sucederles una vez ellos hubieran desaparecido. Majjhima Nikaya 85. Bodhirajakumara Sutta ‘Es una ganancia para nosotros, amigo, una gran ganancia para nosotros, que tengamos a semejante venerable señor como compañero en la vida santa. Así que el Dhamma en el que Rama declaró que entró y permaneció, alcanzándolo por sí mismo con el conocimiento directo, es el mismo Dhamma en el que tú entras y permaneces, habiéndolo alcanzado por ti mismo con el conocimiento directo. Y el Dhamma en el que tú entras y permaneces, alcanzándolo por ti mismo con el conocimiento directo, es el Dhamma en el que Rama declaró que entró y permaneció alcanzándolo por sí mismo con el conocimiento directo. Así pues, conoces el Dhamma que conoció Rama y Rama conoció el Dhamma que tú conoces. Como fue Rama, eres tú; cómo eres tú, fue Rama. Ven, amigo, dirige ahora tú esta comunidad’. “De esta manera, Uddaka Ramaputta, mi compañero en la vida santa, me puso en la posición de un maestro y me concedió el honor más elevado. Sin embargo, el Buddha no puso a nadie en posición de maestro: Digha Nikaya 16. Mahaparinibbana Sutta En esta ocasión, el Bienaventurado se dirigió al Venerable Ananda con estas palabras: “Puede ser, Ananda, que te asalte este pensamiento: ‘Se ha terminado la enseñanza del Maestro. ¡No tenemos más al Maestro entre nosotros!’. Pero no es así, Ananda, cómo debería considerarse esto. Pues aquello que yo he proclamado y he dado a conocer como el Dhamma y Disciplina, este será tu Maestro cuando no esté aquí. “Y aunque ahora, Ananda, los monjes se dirigen uno al otro con el nombre de “amigo”, esto tampoco seguirá así después de que no esté aquí, Ananda. El monje mayor deberá dirigirse al joven subalterno por su nombre; por su nombre de pila o usando el término ‘amigo’. Pero los monjes jóvenes, deben dirigirse a sus mayores como ‘venerable señor’ o ‘venerable [seguido por el nombre de pila]. “Si así lo deseáis, Ananda, el Sangha puede abolir las reglas menores y de menor importancia, cuando no esté aquí. Una vez desaparecido el Maestro, no queda más Maestro que el Dhamma. Nadie queda autorizado para enseñar. Se cierra la etapa breve en la que el Buddha, un Sammasambuddha, pudo enseñar el Dhamma y, una vez muerto, se regresa a la investigación personal del Dhamma, el mismo camino que el Buddha siguió, el camino del Paccekabuddha. Las instrucciones finales son, además, muy reveladoras. La relación entre los discípulos deja de ser de confraternidad y autoriza a que puedan abolir las normas menores. En un pasaje anterior del mismo sutta, el Buddha da instrucciones para sus renunciantes una vez que él no esté: “Mientras permanezcan devotos al bosque como su lugar de residencia, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia.” “Mientras preserven su propia atención consciente de manera tal que, en el futuro, otros virtuosos bhikkhus encuentren entre ellos una grata compañía y aquellos que ya están ahí, vivan en paz, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia”. Cuando se refiere a “otros virtuosos bhikkhus” encuentren entre sus discípulos “una grata compañía” nos está diciendo que los “otros” no son “éstos”. Unos son los que vienen y otros los que ya están ahí. Es una dualidad clara, no se habla nunca en términos de “conversión” o de un mismo grupo que se amplíe. En resumen, una vez que el Buddha muere, deja a sus discípulos sin maestro que siga la escuela y sus bhikkhus que no hayan llegado al arahantado les manda a que sigan el camino del refugio en sí mismo, la investigación y las jhānas. En ningún momento, y esto es lo fundamental, es que el Buddha nombra a todos sus discípulos maestros y les envía a proclamar su Dhamma por la Tierra. Lo que sí sabemos es que al poco de morir el Buddha, se empiezan a organizar escuelas con gente venida de todas partes que toman parte del mensaje del Buddha y se hacen pasar por auténticos discípulos del maestro. Al principio, asumen las reglas del Vinaya, pero con el tiempo dejan de hacerlo. Esto corre paralelo al apoyo que los reinos locales daban al Buddha y, por ende, a sus discípulos. Esta era una oportunidad clarísima de medrar para muchos. Haciéndose pasar por discípulos del Buddha, mezclándose con ellos, hablando de las cosas que aquellos hablaban, tenían el éxito económico y social asegurado. Y el político. Y lo que era una enseñanza de un perfecto Iluminado a sus discípulos, que no podían ver por sí mismos el Dhamma Incondicionado, se convierte en una religión, en la que se necesita fe para creer lo que hablaban los auténticos discípulos, porque ya nadie podía hacer ver, ya no había un Sammasambuddha que viera. Con la asunción del poder por parte de Asoka, unido al hecho de que el emperador da un corpus doctrinal llamado Abhidhamma ya tenemos todo lo que necesitamos: fe, apoyo político, doctrina, demanda social y beneficio económico. Todo junto constituye una religión. Así nace el buddhismo y pervivirá en aquellos lugares en los que los gobernantes la adopten. En India, por ejemplo, a la llegada de los mogoles musulmanes, el buddhismo desparece. El buddhismo como religión solo se entiende como religión de estado. Así lo ha sido en los países theravadines y en Tíbet país en el que el emperador lo impuso y perduró mientras los sucesivos gobiernos fueron buddhistas. En los países Mahāyana, el buddhismo convive y permea a las religiones y filosofías preestablecidas, pero siempre con apoyo del gobierno. Poner el caso de Dogen en Japón. Pudo establecer y permanecer con su escuela gracias el Shogun. Como cualquier religión, el buddhismo se vertebra en base a sus sacerdotes. Aunque el concepto es inverosímil doctrinalmente, se impone con solo evitar el nombre “sacerdote”. Y aparece la figura del monje, venerable, figura absolutamente indistinguible de cualquier otro sacerdote de otra religión, pero que no admite ese título. El sacerdote se convierte por arte de birlibirloque en maestro con el título de “monje”. Lo que el Buddha no vió en sus discípulos por no ser ninguno un Sammasambuddha, lo tiene cualquier individuo que se someta a las normas y disciplina de una secta que se haga llamar buddhista. Esta es una patente de corso. Darle a alguien el título de “monje” o “maestro” es la forma de titulación acreditada con la que ganarse la vida de forma cómoda y fácil. Así las sectas disponen de una especie de universidad expedidora de títulos. Y según la demanda, así exigen a sus alumnos. Y como evidentemente no tienen ni la más mínima legitimidad, se la inventan en base a recurrir a antiguos linajes ininterrumpidos de maestros, y hacen sellos y parafernalias, como si la capacidad de ver el Dhamma Incondicionado se transmitiera por viejas tablillas de hojas de palma, concedidas en ceremonias barrocas. Todas estas prácticas condenadas desde siempre por el Buddha. El monje se convierte así en el intermediario entre el laico devoto y consumidor de religión y su “salvación”. Y se adoptan las peores prácticas religiosas: no se puede cuestionar al sacerdote (maestro), y menos aún a la jerarquía. Quien lo hace es un arrogante con mucho ego. Se somete al laico, o al novicio, a la subordinación mental. Dentro de la secta, dentro del camino que le marca su sacerdote el devoto puede alcanzar lo que el sacerdote le venda. Y así, abandonaron el bosque, las prácticas ascéticas y adoptaron las doctrinas que mejor les fueron yendo en vista de los gustos del político del que, al final, dependen. Porque si el pueblo no acepta una doctrina, el rey la impone. El pueblo paga, agacha las orejas y obedece. De esta forma hemos llegado al día de hoy. Si observamos a los sacerdotes buddhistas en Asia se asemejan a sus colegas cristianos en casi todo. Visten de camisón de colores que en su día fueron caros para distinguirse de la plebe. Dirigen ritos, conciertan matrimonios, ceremonian a difuntos… y venden sacramentos y bendiciones. Los abusos son tan evidentes en unos y otros. Pederastia, prostitución, violencia, blanqueo… Solo hay que observarlos en sus países de origen. Lo que hacen, no lo que dicen. En Occidente, han aparecido en dos formas. En la sacerdotal con preferencia. Lo normal en cualquier secta autodenominada buddhista es que el futuro adepto adopte a un sacerdote para que le entregue su obediencia y sumisión. Unos les llaman maestro otros, monje. Es lo mismo. Cuando ellos hablan, todos agachan las orejas. Ellos son los venerables. No se admite discusión. Igual que en el cristianismo, la misoginia va por barrios. Unos admiten sacerdotisas y otros no. Cuando no, recurren a defectos de forma nimios que lo imposibilitan todo. Cuando sí, cuando el cabeza de secta es amante de las mujeres, tiene un montón de sacerdotisas habilitadas por él. Incluso hasta se casa con ellas. Y salen en público vistiendo camisones de colores tan al gusto de occidente. Solo hay que ver en los almacenes de ídolos que hay en cada pueblo que todos los representados van con camisón. Los curas van con camisón, los monjes van con camisón… ¡Es que comprar un camisón es más fácil que ser un Sammasambuddha!
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