El día a día en la vida de un arahant resulta verdaderamente extraño, no comparable a nada conocido. Mientras crece en Sabiduría va perdiendo libertad, hasta que llega al punto de vivir de forma mecánica. No tiene decisiones que tomar. Nada que decidir. Solo hace lo que tiene que hacer. Ciertamente es la consecución de la lógica. Quien todo lo sabe no puede hacer nada, tendiendo asintóticamente una variable respecto a otra. También sucede que el arahant llega al extremo de la ética buddhista: no hacer nada por ignorancia. Este punto es, a veces, resulta terrible. Pequeños detalles cotidianos de convivencia con las personas se vuelven impedimentos insalvables. El arahant no se permite hacer algo por pura tontería, y no es que no quiera o no quiera hacerlo: no lo hace. De esta forma, la convivencia se hace difícil porque las personas comunes opinan, hacen y piensan basados en la ignorancia y, además, con errores de razonamiento. El arahant simplemente discrimina si el que está enfrente se ha equivocado o simplemente es un necio. En el primer caso, le corrige. En el segundo, simplemente se aleja definitivamente. La necedad es el mejor repelente de sabios. Y cuando se hace patente, no se discrimina entre tonto y tontería. Van en el mismo paquete. La guerra personal que ha llevado y le ha traído hasta aquí continúa externamente allí donde la ignorancia se manifieste. Y eso es en todas partes. Estar rodeado de tontos llega a ser abrumador. Es comprensible que en la época del Buddha simplemente desaparecieran. Era lo lógico. En nuestros tiempos al poder cribarse un gran número de personas gracias a las redes sociales y gracias a los medios de transporte, un pequeño número de ignorantes pueden ahora ser accesibles, aunque suponga viajes de miles de kilómetros. Una buena conversación bien merece una buena kilometrada. Por otro lado, el mecanismo de producción de kamma está inservible. Nada de lo que haga le termina afectando, porque nada le afecta. Cuando la existencia está rota, el kamma no puede coagularse. Esto tiene una consecuencia que parece indeseable: nada de lo que haga puede variar un juego del que ya no participa. Y todo marcha automáticamente. No hay dolor, no hay sufrimiento. Solo, a veces, la molestia de tener que seguir viviendo una vida sin existencia. No es de extrañar que una salida natural sea el suicidio. La vida santa está vivida, ya no queda más por hacer. Sin existencia, la vida no puntúa. El juego se vuelve vacío, hueco. Con el marcador roto, no hay nada que ganar y nada que perder. Además, la atracción indescriptible de Nibbāna, que no genera ninguna clase de anhelo, queda restringida a momentos sublimes que ni se recuerdan. Una vida vacía de existencia. ¿Realmente es deseable? No. Es la gracia. No desear ni siquiera la vida de un arahant. Sutta Nipata 5.10 El Camino al Más Allá Las preguntas del joven Todeyya «El que no tiene ningún sentido en la morada desea», dijo el venerable Todeyya, «Aquel en quien no se encuentra el anhelo, El que cruzó más allá de las dudas, ¿Qué clase de libertad hay para él? «El que no tiene sentido en la morada desea», dijo el Agraciado, «Aquel en quien no se encuentra el anhelo, El que ha superado las dudas, No hay más libertad para él «. «¿Es él sin anhelo, o sigue anhelando?», Dijo el venerable Todeyya, «¿Es sabio, o todavía está adquiriendo sabiduría? Yo sabría exactamente como es el sabio, Sakyan: Explíqueme eso a mí, Visionador Visible «. «Él es sin anhelo, él no está anhelando todavía. Él es sabio, todavía no está adquiriendo sabiduría. Sabed que el Sabio es así, Todeyya: No tiene nada y no se aferra a la existencia sensorial «.
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