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El Precio de la Enseñanza

Foto del escritor: Tomás Morales y DuránTomás Morales y Durán

El que algo quiere, algo le cuesta. Nada es gratis. Y la Enseñanza no es gratis. Es cara. Tanto que su precio está fuera de lo que puede pagar el dinero, porque no hay dinero que alcance para pagar la Enseñanza. Se paga con dinero, se paga con esfuerzo. Con cinco monedas que debes poseer para pagar la matrícula y las cuotas. Las cinco monedas con las que se paga la Enseñanza son: La primera, la confianza en la Iluminación Completa del Maestro, lo que hace que tu maestro sea único en el mundo, porque no puede haber dos Sammasambuddhas simultáneamente en el mundo. Así que elige bien, porque si en esta generación llega a haber uno, es solo ese. Si te falla a confianza, da igual que oigas todas las maravillas que nunca vas a dar el primer paso. Porque para verlo por ti mismo se requiere una disposición favorable previa a tu propia comprobación. Porque no hay más ciego que el que no quiere ver. Este esfuerzo no siendo muy grande es decisivo. Sin él no hay vía posible. Esta moneda es como las del barquero. Sirven para iniciar el viaje, sin ellas, Caronte no te recoge. La segunda, es tener una buena salud para poder soportar el esfuerzo que se necesita. Tenerla no depende de uno, normalmente. Sin ella, nada puedes hacer. Necesitas una buena salud física y mental, estando libre de preocupaciones y aflicciones. Debes dejarte en casa los problemas. Esto es más importante y requiere de toda tu capacidad física y mental. Esta moneda puedes tenerla y si no la tienes, debes buscarla. La tercera es tener una baja autorregulación, o sea, mostrarte tal como eres. Debes ser lo más transparente posible ante tu Maestro para que pueda ver a través de ti y saber qué tiene que hacer. Los reguladores altos, aquellos sometidos a la opinión de la gente, que no se muestran tal como son, aquí nada tienen que hacer. Esto, para muchas personas es un impedimento absoluto. Es lo que se conoce como Síndrome de Solomon, como un efecto de la presión del grupo. El Síndrome de Solomon es un trastorno que tiene como particularidad que la persona que lo padece evita destacar o sobresalir por encima de las otras personas, por encima de un grupo, debido a la presión que dicho grupo ejerce sobre él por distintos motivos, expresando o experimentando un miedo o un recelo a destacar sobre el resto de sus compañeros ante un logro. Las personas reaccionan según lo haga el grupo, y no según como lo harían por sí mismos. Puedes verificarlo si seleccionas un grupo de personas y te compinchas con todos menos con uno en que contesten a una obviedad tal como “esto es más grande que esto otro” dando la respuesta errónea. Tres de cada cuatro individuos son víctimas de este trastorno por lo que contestan lo mismo que lo que contestó el grupo, aunque estén viendo lo contrario. Los malos maestros se apoyan en este síndrome para tener capados a sus alumnos en base a reprimirles con palabras clave como “ego” o “arrogancia”. Si sufres de este síndrome, y es muy probable, no vas a poder lograrlo. Debes entender que la iluminación no se consigue por ir con la manada, por el contrario, es un proceso individual de cada uno, y cada uno debe ver por sí mismo. Alguien que no admite lo que ve no tiene ninguna opción. Si padeces de este síndrome, o no eres capaz de mostrarte tal como eres, careces de esta valiosa moneda. La cuarta es un esfuerzo continuo de purificación de la mente. La iluminación requiere de atención constante, y aunque vivas la vida que vivas, nunca abandonas el proceso. El esfuerzo y también los cambios y transformaciones son constantes y se producen gracias a la concentración del esfuerzo y la atención. Y, por supuesto, la práctica meditativa que será la que más peso en el proceso lleve. Esta moneda se paga constantemente. Y la moneda más exclusiva: ser sabio, al menos respecto a la condicionalidad. Eso implica que has roto con los conceptos, lo que es mucho. En un mundo de necios y tontos, los sabios se cuentan con los dedos. Si miras a una lámpara y solo ves una lámpara, si crees que la realidad está dentro de las palabras, si crees que los conceptos pueden actuar en la realidad, si crees en Dios… es porque eres tan pobre que no podrás pagar las clases. Asi que, resumiendo. La enseñanza es tan cara que muy pocos pueden pagarla. ¿Tú puedes? Si es así, es la mejor inversión que puedes hacer en la vida. Y si no, ni todo el oro de mundo te abrirá las puertas de lo inmortal. Majjhima Nikaya 85 Brahmarajakumara Sutta De la misma manera, príncipe, he aquí estos cinco factores del esfuerzo. Y, ¿cuáles son esos cinco? He aquí, un monje tiene fe, deposita su fe en la Iluminación del Tathagata de esta manera: ‘El Bienaventurado es realizado, completamente iluminado, perfecto en el verdadero conocimiento y la conducta, Sublime, el conocedor de los mundos, el incomparable líder de personas que han de ser amansadas, maestro de los dioses y seres humanos, Iluminado, Bienaventurado’. “Entonces es libre de enfermedad y aflicción, posee una buena digestión, la cual no es demasiado fría ni demasiado caliente, sino moderada, capaz de soportar la tensión del esfuerzo. “Además, es honesto y sincero, y se muestra a sí mismo tal como realmente es, tanto al Maestro como a sus compañeros de la vida santa. “Además, es enérgico en el abandono de los perjudiciales estados mentales y en la realización de los estados mentales beneficiosos; es resuelto, pone en marcha su esfuerzo de cultivar los estados mentales beneficiosos con firmeza y perseverancia. “Además, es sabio, posee la sabiduría con respecto al surgimiento y desaparición, la cual es noble y penetrante, y que conduce a la completa destrucción de la insatisfacción. Estos son los cinco factores del esfuerzo. “Príncipe, cuando un monje que posee estos cinco factores del esfuerzo encuentra al Tathagata para que lo entrene, podría permanecer siete años hasta que lo descubra por sí mismo y con el conocimiento directo, y en esta presente vida, entre y permanezca en aquella meta suprema de la vida santa, por la cual los hombres de clan correctamente abandonan la vida hogareña y asumen el estilo de vida sin hogar.

 
 
 

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