Te sientes como Ulises en su barco a merced del capricho de los dioses, haciendo esfuerzos sobrehumanos para tratar de dirigir tu destino, pero te sientes incapaz de lidiar contra la férrea voluntad de Neptuno. Haces lo que puedes, pero ves que no está en tu mano. Miras alrededor y, unos mejor y otros no tanto, todos andan igual.
Te ves en medio de un mar proceloso al que no has sido invitado, pero no sabes como llegaste a él… o quizás siempre estuviste aquí.
Y entre olas enarboladas, monstruos abisales y sirenas de perdición no tienes mucho tiempo de parar y pensar qué has hecho tú para merecer esto.
“¿Quién o qué es el dueño de mi destino?” – Puede que te preguntes, y respuestas nunca te van a faltar; pero todas las respuestas están en el mar. Puede que elijas una, puede que más. Puede que te la hayan enseñado, puede que insertado. Y vives así, con un dispositivo insertado que traduce por ti, como en una pesadilla de realidad aumentada, todo lo que te pasa y da explicaciones. Muchas. Todas, y todas malas. Y vas detrás del fabricante de sueños solicitándole que te lo desconecte… como si él no tuviera otro dispositivo como tú.
Anda, para.
Y hazme el favor de pensar; si luego te duele, tómate un analgésico, pero piensa.
¿Quién ve por ti? ¿Quién oye lo que tu oyes? ¿Quién percibe lo que tú tocas?
Pues tú. Nadie más que tú. Pereces tonto, nadie más oye lo que tú oyes…o ¿eres capaz de oír lo que oyen los demás, o ver lo que ven los demás? ¿A qué no?
Entonces, ¿a qué viene que vayas detrás de un individuo que vende respuestas, si no puede entrar en tu cabeza?
Lo que ves y lo que ve es tu mente. Nadie es capaz de ver “ondas”, ves los mismos colores que tú mismo te fabricas. A ver… ¡Despierta!
¿Dónde está el problema? ¿En el mundo? ¿Y donde está el mundo?
En tu cabeza.
Y quien está en tu cabeza… Tú. Y ¿Quién más? ¿Eh?
¿Quién sin estar ahí, quien sin conocer nada, quien sin saber que sucede puede “ayudarte”? ¿Quién?
¿Y donde vive el Neptuno que te trae mártir? ¿Dónde?
Si, ahora ya sé que lo sabes. En tu cabeza.
¿Y de quien es tu cabeza? ¿Tuya? Pues échale.
¿De qué te quejas?
Y si te pregunto, ahora, que quien es el Dueño de tu Destino, seguro que me respondes:
-Yo…
Pues te tengo una mala noticia… no hay ningún “yo” ahí dentro. Y si no me crees, búscalo, y cuando lo agarres me lo enseñas.
No hay nadie ahí dentro. Nadie es el Dueño de tu Destino, porque tu Destino no pertenece a nadie. Ni siquiera es un destino… solo es una película que ves y, mientras te creas que eres un personaje en ella, que ese de ahí “soy yo”, seguirás soñando con el mar proceloso y arbolado y no habrá forma de que pares. Y si todas tus “soluciones” están en la pantalla, la película seguirá y seguirá y tú le seguirás echando maldiciones al guionista que sigue sin existir.
¡Qué gracioso eres!
Anda, apaga la tele y despierta…
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