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Foto del escritorTomás Morales y Durán

El Dia que el Buddha disolvió el Sangha

En su último discurso, el más largo del Canon Pāli, a modo de testamento, el Buddha da sus últimas instrucciones. En ellas no ha lugar a la continuación de su Sangha al morir él. Las más bellas palabras del Canon Pāli fueron esta exhortación a Ananda, en la que declara la vía que queda abierta para lograr lo más alto: 1.- El refugio en uno mismo, ser una isla para sí mismo, y no tener a nadie más que sea refugio. 2.- El abandono del mundo. 3.- La práctica de la Jhānas. 4.- El deseo de aprender. Éstas son: “Por lo tanto, Ananda, sé tú mismo una isla para ti, sé tu propio refugio y que no haya nadie más que sea tu refugio, con el Dhamma como tu único refugio. Y ¿cómo hace el monje para convertirse en una isla para sí mismo, para ser su propio refugio y no tener a nadie más que sea su refugio, con el Dhamma como su único refugio? “Es cuando el monje permanece contemplando el cuerpo en el cuerpo, diligentemente, claramente consciente, atento, habiendo dejado atrás el deseo y la pena concernientes al mundo. Es también cuando permanece contemplando las sensaciones en las sensaciones… la mente en la mente… las formaciones mentales en las formaciones mentales, diligentemente, claramente consciente, atento, habiendo dejado atrás el deseo y la pena concernientes al mundo. Es así como el monje se hace una isla para sí mismo, se hace su propio refugio y no tiene a nadie más que sea su refugio, con el Dhamma como su único refugio. “Aquellos monjes míos, Ananda, que ahora o después de mi partida permanezcan como sus propias islas, sean su propio refugio, sin que tengan a nadie más que sea su refugio, con el Dhamma como su único refugio, ellos alcanzarán lo más alto, si es que tienen deseo de aprender”. Hay muy poco que añadir a esto. El Buddha mientras deja abierta, y bien abierta, la via del Paccekabudda, del Buddha solitario, cierra la suya propia. Si quieres alcanzar lo más alto, más alto que el arahantado, los requerimientos son esos: ganas de aprender, de investigar, de explorar. Alejarte de todo, del mundo. Practicar jhānas y ser tu propio refugio. Son esas cuatro, ni una sola menos. Cuatro. Con un fuerte deseo de aprender, habiéndote alejado del mundo, practicando jhānas no vas a lograr nada si mantienes refugio en algo o en alguien, bien sean maestros, sanghas, doctrinas, enseñanazas… Para lograr la iluminación completa no se puede ser buddhista. Rechazar totalmente todo esto es condición sine equa non para iluminarse. Como las ganas de aprender. Como la práctica de jhānas. Como alejarse del mundo. Si, has entendido bien.  La Iluminación NO es para los buddhistas. Luego que no se extrañen de que ningún buddhista se ilumine. Eso ya me lo dijo la práctica con las personas. Las que no son buddhistas tienen un desarrollo rapidísimo, mientras que las que se declaran buddhistas afrontan un muro inexpugnable que les impide hacer ni el más mínimo progreso hacia el despertar total. Quizás por eso la única terapia que les funciona es el más absoluto rechazo a todo lo “buddhista”. Y no hay más. Desde ese momento, el Sangha deja de ser un objeto de refugio y el Buddha deja de ser un objeto de refugio. Es notorio el psasje donde el Buddha les da recomendaciones para el futuro. Un futuro sin él como maestro: Las recomendaciones para sus discípulos tienen unas indicaciones simples:

  1. Mientras sigan reuniéndose frecuentemente en asambleas regulares,

  2. Mientras se encuentren en armonía,

  3. Mientras no autoricen cosas que no han sido autorizadas, no deroguen las que ya han sido autorizadas,

  4. Mientras respeten, veneren, honren y saluden a sus ancianos de larga estadía, a los que han sido ordenados hace mucho tiempo, padres y líderes del Sangha, y los consideren dignos de ser escuchados,

  5. Mientras no caigan presa de los deseos,

  6. Mientras permanezcan devotos al bosque como su lugar de residencia,

  7. Mientras preserven su propia atención consciente de manera tal que, en el futuro, otros virtuosos monjes encuentren entre ellos una grata compañía y aquellos que ya están ahí, vivan en paz,

prosperarán. Siempre habla de pasado, y de futuro solo refiendose a que serán una grata compañía para otros virtuosos monjes que vayan a verles. Y en otro pasaje el Buddha le dice a Ananda: “¿Qué más puede esperar de mí el Sangha de los monjes, Ananda? Yo he enseñando el Dhamma sin miramientos, para que nada resultase esotérico o no manifiesto: en cuanto a la doctrina se refiere, el Tataghata nada dejó oculto, como si sostuviera todavía algo en un puño cerrado. Si hubiera alguien que pensara ‘yo me haré cargo del Sangha’ o ‘el Sangha depende de mí, me pertenece’, entonces, esa persona, sí debería ofrecer las instrucciones al Sangha. Sin embargo, Ananda, en el Tathagata, semejantes pensamientos no tienen lugar, ¿cómo entonces, podría el Tathagata aún ofrecer las instrucciones al Sangha? Pero queda un último esfuerzo. El asceta errante Subbadha le pide a un Buddha moribundo que le enseñe el Dhamma, y lo hace. Fue el último arahant que produjo el Buddha. Ninguno de los quinientos ariyas que le acompañaban en aquellos decisivos momentos podía enseñar. O él no nadie. Y en un último esfuerzo expuso el Dhamma a Subbadha. El Sangha se queda sin maestro. Nadie queda para hacerse cargo del Sangha. El Sangha no tiene quien lo posea. Ya no habrá más maestros. Y ya no habrá más amigos. Los vínculos de amistad que desde muchos años unían a los miembros del Sangha quedan disueltos. Ya no se llamarán entre sí como amigo, sino por su nombre o como venerable. Y, cómo no, las últimas palabras del Buddha encuentran así una dimensión desconocida: el Buddha y el Sangha son condicionadas y como tales, destinadas a desparecer. Sin embargo, el Dhamma no. El Dhamma siempre estará para ti, si tienes el valor, la decisión y las ganas de explorar.  DN 16 – MAHAPARINIBBANA SUTTA Bhikkhuaparihaniyadhamma—Condiciones para evitar la decadencia de los monjes Un poco después de que Vassakara se hubo retirado, el Bienaventurado dijo: “Ananda, ve junto a los monjes que están viviendo alrededor de Rajagaja y reúnelos en la sala de las asambleas”. “Muy bien, Venerable Señor”, respondió el Venerable Ananda y así hizo. Después se acercó al Bienaventurado, le rindió homenaje y colocándose a un lado, dijo: “La comunidad de los monjes está reunida, Venerable Señor. Puede Usted proceder según su deseo”. Entonces, el Bienaventurado se levantó de su asiento, se fue a la sala de las asambleas y, sentándose en el asiento preparado para él, dijo: “Monjes, voy a enseñaros los siete principios que conducen al bienestar. Escuchad y prestad atención que voy a hablar”. “Sí, Venerable Señor”, respondieron los monjes y el Bienaventurado continuó: “Mientras los monjes sigan reuniéndose frecuentemente en asambleas regulares, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Mientras se encuentren en armonía, disuelvan sus asambleas en armonía y traten sus asuntos en armonía, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Mientras no autoricen cosas que no han sido autorizadas, no deroguen las que ya han sido autorizadas, sino que procedan de acuerdo con lo que ha sido autorizado por las reglas de la práctica, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Mientras respeten, veneren, honren y saluden a sus ancianos de larga estadía, a los que han sido ordenados hace mucho tiempo, padres y líderes del Sangha, y los consideren dignos de ser escuchados, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Mientras no caigan presa de los deseos que nacen en ellos y que llevan a nuevas existencias, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Mientras permanezcan devotos al bosque como su lugar de residencia, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Mientras preserven su propia atención consciente de manera tal que, en el futuro, otros virtuosos monjes encuentren entre ellos una grata compañía y aquellos que ya están ahí, vivan en paz, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Mientras los monjes mantengan estos siete principios y tengan conocimiento de ellos, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Ahora, os enseñaré otros siete principios que conducen al bienestar. Escuchad y prestad atención que voy a hablar”. “Sí, Venerable Señor”, respondieron los monjes y el Bienaventurado continuó: “Mientras que los monjes no se regocijen, deleiten ni estén absortos en diversas actividades, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. Mientras que los monjes no se regocijen, deleiten ni estén absortos en el parloteo … en el sueño … en la compañía … en los malos deseos … en mezclarse y asociarse con malos amigos … en contentarse con los logros parciales … Mientras que los monjes mantengan estos siete principios que conducen al bienestar y tengan conocimiento de ellos, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Ahora, monjes, os enseñaré otros siete factores que conducen al bienestar. Escuchad y prestad atención que voy a hablar”. “Sí, Venerable Señor”, respondieron los monjes y el Bienaventurado continuó: “Mientras que los monjes tengan fe, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. Mientras que tengan modestia … miedo de cometer maldades … competencia en el aprendizaje … vigor … atención consciente … sabiduría, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. Mientras que los monjes mantengan estos siete principios que conducen al bienestar y tengan conocimiento de ellos, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Ahora, monjes, os enseñaré otros siete factores que conducen al bienestar. Escuchad y prestad atención que voy a hablar”. “Sí, Venerable Señor”, respondieron los monjes y el Bienaventurado continuó: “Mientras que los monjes desarrollen la atención consciente como factor del despertar, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. Mientras que los monjes desarrollen la investigación de los fenómenos como factor del despertar … la energía como factor del despertar … la felicidad como factor del despertar … la tranquilidad como factor del despertar … la concentración como factor del despertar … la ecuanimidad como factor del despertar, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. Mientras que los monjes mantengan estos siete factores que conducen al bienestar y tengan conocimiento de ellos, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Ahora, monjes, os enseñaré otros siete factores que conducen al bienestar. Escuchad y prestad atención que voy a hablar”. “Sí, Venerable Señor”, respondieron los monjes y el Bienaventurado continuó: “Mientras que los monjes desarrollen la percepción de la transitoriedad, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. Mientras que los monjes desarrollen la percepción del no-yo … de las contaminaciones … del peligro … de la desdicha … del renunciamiento … del desapasionamiento … del cese, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. Mientras que los monjes desarrollen estos siete factores que conducen al bienestar y tengan conocimiento de ellos, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. “Ahora, monjes, os enseñaré los seis factores que conducen al bienestar. Escuchad y prestad atención que voy a hablar”. “Sí, Venerable Señor”, respondieron los monjes y el Bienaventurado continuó: “Mientras que los monjes, tanto en público como en privado, muestren mutuo amor benevolente en sus actos, en su forma de hablar y en su pensamiento, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. Mientras que los monjes compartan con sus virtuosos compañeros cualquier cosa que reciban, como los rectos obsequios, incluida la comida de sus cuencos, y no la guarden exclusivamente para ellos mismos … Mientras que los monjes guarden de manera consistente, inquebrantablemente e inalteradamente las reglas de la conducta intachable, reglas que llevan a la liberación, alabadas por los sabios, elogiables y conducentes a la concentración, y perseveren en ellas tanto en público como en privado … Mientras que los monjes continúen en la noble visión que lleva a la liberación, a la ulterior destrucción del sufrimiento, permaneciendo conscientes con sus compañeros tanto en público como en privado … Mientras que los monjes guarden estos seis factores que conducen al bienestar y tengan conocimiento de ellos, pueden esperar la prosperidad y no la decadencia. Subhaddaparibbajakavatthu—Historia del asceta errante Subhadda En esta ocasión, un asceta errante de nombre Subhadda estaba en Kusinara. Y Subhadda, el asceta errante escuchó lo siguiente: “Hoy, durante la tercera parte de la noche, el asceta Gotama pasará a su Parinibbana”. Entonces este pensamiento surgió en él: “Escuché, por parte de los ancianos y los venerables ascetas errantes, maestros de los maestros, que la aparición de los Tathagatas, de los Arahants plenamente despiertos, acontece en muy contadas ocasiones. Y ese mismo día, durante la última parte de la noche, va a ocurrir el Parinibbana del asceta Gotama. Ahora mismo surgió una duda en mi corazón y estoy seguro que el asceta Gotama, al enseñarme el Dhamma, podría disipar esta duda de mi corazón”. Entonces, el asceta errante Subhadda fue a la arboleda, al parque de recreación de los mallas y se acercó al Venerable Ananda para compartir con él su pensamiento. Le habló así: “Amigo Ananda, sería de gran provecho si me permitieras entrar en la presencia del asceta Gotama”. Pero el Venerable Ananda, le respondió con estas palabras: “Suficiente, amigo Subhadda. No importunes al Tathagata. El Bienaventurado está cansado”. Pero, por segunda y por tercera vez el asceta ambulante Subhadda pidió al Venerable Ananda lo mismo, y por segunda y por tercera vez, el Venerable Ananda se lo negó. Pero el Bienaventurado, escuchando la conversación entre el Venerable Ananda y el asceta ambulante Subhadda, hizo llamar al Venerable Ananda y le dijo: “¡Basta ya, Ananda! No rehúses más a Subhadda. A Subhadda, Ananda, debe ser permitido entrar en la presencia del Tathagata. Todo lo que va a preguntarme, será hecho con el propósito de buscar el despertar y no para molestar al Tathagata. Y todo lo que el Tathagata le responda, será para su pronta comprensión». Entonces, el Venerable Ananda dijo al asceta errante Subhadda: “Ven, amigo Subhadda, el Bienaventurado te otorga el permiso”. Acto seguido, el asceta errante Subhadda se acercó al Bienaventurado y lo saludó respetuosamente. Habiendo intercambiado con él cordiales saludos, se sentó a un lado y se dirigió al Bienaventurado con estas palabras: “Maestro Gotama, he aquí existen varios ascetas y brahmanes que son cabezas de numerosas comunidades de discípulos, que tienen grandes séquitos que son líderes de escuelas, bien conocidos y renombrados, tenidos en gran estima por las multitudes, maestros como Purana Kassapa, Makkhali Gosala, Ajita Kesakambali, Pakudha Kaccayana, Sañjaya Belatthiputta, Nigantha Nataputta. ¿Todos ellos, señor, han alcanzado la realización tal como cada uno de ellos lo hace creer o, más bien, ninguno de ellos la alcanzó o, quizá, algunos la alcanzaron y otros no?”. “¡Suficiente, Subhadda! Deja estos temas sin importancia sobre si han alcanzado todos ellos la realización o si ninguno de ellos la ha alcanzado, o si algunos la alcanzaron y otros, no. Yo te enseñaré el Dhamma, Subhadda. Escucha y presta bien atención que voy a hablar». “Así sea, Venerable Señor”. Y el Bienaventurado le dijo: “En cualquier Dhamma y Disciplina, Subhadda, en que no se encuentre el Noble Óctuple Sendero, tampoco se va a poder encontrar a un verdadero asceta en ninguno de los cuatro grados [de la iluminación]. Pero, Subhadda, en cualquier Dhamma y Disciplina en que se encuentre el Noble Óctuple Sendero, también se va a poder encontrar a un verdadero asceta, tanto de primer, segundo, tercer como de cuarto grado de santidad. Ahora bien, en este Dhamma-y-Disciplina, se encuentra el Noble Óctuple Sendero, por eso también, se encuentran en él los verdaderos ascetas tanto de primer, segundo, tercer como de cuarto grado [de iluminación]. Sin embargo, los sistemas de otros maestros carecen de verdaderos ascetas. Pero si en este sistema, Subhadda, los monjes tan sólo vivieran rectamente, el mundo no estaría privado de arahants. Tenía veintinueve años, Cuando renuncié al mundo para buscar el bien. Cincuenta y un años pasaron, desde entonces. Y en todo este tiempo permanecí en la vida errante, En el reino de la virtud y la verdad, Fuera del cual no hay ascetas verdaderos [de cualquiera de los cuatro grados]. Otras escuelas se ven privadas de ellos, Pero si los monjes vivieran rectamente, El mundo no estaría privado de los arahants». Cuando eso fue dicho, el asceta errante Subhadda se dirigió al Bienaventurado con estas palabras: “¡Excelente, Venerable Señor, realmente asombroso, Venerable Señor! Esto fue como si el Bienaventurado enderezara lo que estaba torcido, o como si revelara lo oculto, o como si mostrara el camino a alguien que estaba extraviado, o como si prendiera una lámpara en la oscuridad para que aquellos que tienen ojos puedan ver. Es así como el Bienaventurado expone el Dhamma de diferentes formas. Es por eso que yo tomo refugio en el Bienaventurado, en el Dhamma y en el Sangha. Que el Bienaventurado me acepte, por favor, dentro del Sangha y me conceda la alta ordenación». “Cualquiera, Subhadda, que anteriormente fue un seguidor de algún otro credo y pretende ser admitido para recibir la alta ordenación en este Dhamma y Disciplina, debe pasar por un tiempo de prueba por el periodo de cuatro meses. Al terminar el cuarto mes, si los monjes estén satisfechos con él, le conceden la admisión y la alta ordenación como monje. Pero en este caso, Subhadda, reconozco que puede haber distinción entre distintos casos de personas”. “Venerable Señor, si es que cualquiera que anteriormente fuera el seguidor de otros credos y que pretendiera ser admitido para recibir la alta ordenación en este Dhamma y Disciplina, debiera pasar por un tiempo de prueba por el periodo de cuatro meses y, al terminar el cuarto mes, se le concediera la admisión y la alta ordenación como monje si los monjes estuvieran satisfechos con él, en tal caso yo pasaría por el tiempo de prueba por un periodo de cuatro años. Y al terminar el cuarto año, si los monjes estuviesen satisfechos conmigo, me concederían la admisión y la alta ordenación como monje”. Pero el Bienaventurado, llamó al Venerable Ananda y le dijo: “Ananda, admite a Subhadda dentro del Sangha”. “Así sea, Venerable Señor”, respondió el Venerable Ananda. Entonces el asceta errante Subhadda dijo al Venerable Ananda: “Amigo Ananda, esto es un gran beneficio para vosotros y bendición, que hayáis recibido la consagración como discípulos en la misma presencia del Maestro”. Y aconteció que también el asceta ambulante Subhadda fue admitido y recibió la alta ordenación en la presencia del Bienaventurado. Una vez ordenado, el Venerable Subhadda permaneció en soledad, recluido, atento, ferviente y resuelto. Y en poco tiempo alcanzó la meta suprema por la cual el miembro del clan abandona correctamente la vida hogareña para vivir un estilo de vida sin hogar, habiendo realizado la vida santa y el alto conocimiento por sí mismo. Y supo: “destruido está el nacimiento; la vida santa ha sido vivida, he aquí no hay más futuros estados de existencia”. Así, el Venerable Subhadda llegó a ser uno entre los arahants y fue el último discípulo convertido por el mismo Bienaventurado. Tathagatapacchimavaca—Última exhortación del Tathagata En esta ocasión, el Bienaventurado se dirigió al Venerable Ananda con estas palabras: “Puede ser, Ananda, que te asalte este pensamiento: ‘Se ha terminado la enseñanza del Maestro. ¡No tenemos más al Maestro entre nosotros!’. Pero no es así, Ananda, cómo debería considerarse esto. Pues aquello que yo he proclamado y he dado a conocer como el Dhamma y Disciplina, este será tu Maestro cuando no esté aquí. “Y aunque ahora, Ananda, los monjes se dirigen uno al otro con el nombre de “amigo”, esto tampoco seguirá así después de que no esté aquí, Ananda. El monje mayor deberá dirigirse al joven subalterno por su nombre; por su nombre de pila o usando el término ‘amigo’. Pero los monjes jóvenes, deben dirigirse a sus mayores como ‘venerable señor’ o ‘venerable [seguido por el nombre de pila]. “Si así lo deseáis, Ananda, el Sangha puede abolir las reglas menores y de menor importancia, cuando no esté aquí. Entonces el Bienaventurado se dirigió a los monjes con estas palabras: “Puede ser, monjes, que alguno de vosotros tuviera alguna duda o incertidumbre acerca del Buda, el Dhamma o el Sangha. Quizá, acerca del sendero o de la práctica. ¡Preguntad, entonces, monjes! No sea que alguno de vosotros tenga después remordimientos, pensando: ‘El Maestro estaba delante de nosotros, cara a cara, y nosotros fallamos en preguntarle’”. Pero cuando se dijo esto, los monjes permanecieron en silencio. Y por segunda vez … por tercera vez el Bienaventurado dijo a los monjes: “Puede ser, monjes, que alguno de vosotros tenga alguna duda o incertidumbre acerca del Buda, el Dhamma o el Sangha. Quizá, acerca del sendero o de la práctica. ¡Preguntad, entonces, monjes! No sea que alguno tenga después remordimientos, pensando: ‘El Maestro estaba delante de nosotros, cara a cara, y nosotros fallamos en preguntarle’”. En esta ocasión, diciendo: “¡Esto es maravilloso, Venerable Señor, es asombroso! ¡La fe que tiene esta comunidad de los monjes! Yo percibo, Venerable Señor, que aquí no hay ni un solo monje que tenga dudas o incertidumbres acerca del Buda, el Dhamma y el Sangha. Tampoco acerca del sendero o de la práctica». “Tú dices eso por la fe, Ananda, pero el Tathagata sabe con certeza que entre estos monjes realmente no hay ni uno solo que tenga dudas o incertidumbres acerca del Buda, el Dhamma o el Sangha. Tampoco acerca del sendero o de la práctica. Aún el más pequeño entre estos quinientos monjes, Ananda, es el que entra-en-la-corriente, que escapó de la ruina, está seguro y saltó hacia el Despertar”. Y el Bienaventurado se dirigió a los monjes, diciendo: “Ahora, monjes, os declaro esto: todas las cosas condicionadas, están destinadas a desaparecer. ¡Sed vigilantes y esforzaos para completar la tarea!” Y estas fueron las últimas palabras del Tathagata.

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