Copyright © 2021 Tomás Morales Duran. Todos los Derechos Reservados
«Un buen libro es el que arde bonito».
Sorprendente frase para un escritor. Pero antes que escritor, parrhesiastés. La pura verdad es que los libros son el principal impedimento en el buddhismo.
Hay que entender que el Buddha era un personaje prehistórico, en el sentido literal del término. En la India de su época no existía la escritura. Se perdió en la desaparición de la cultura Harappa dos milenios antes, una avanzadísima civilización levantada en la cuenca del Indo por los Yakkhas, australoides emparentados con los aborígenes australianos, donde la estandarización y el control de calidad fue tal que los primeros arqueólogos que vagaron por Mohenjo-Daro descartaron los hallazgos por pensar que se trataba de construcciones demasiado modernas.
Ni parecidos a los legendarios arios indoeuropeos de la cuenca del Ganges, analfabetos acarreadores de ganado que construían con excrementos de vaca, barro y cañas, se iniciaban en la agricultura y en la urbanización temprana.
A falta de escritura, se usaba la memoria.
Eso no debemos olvidarlo.
El Buddhismo trata esencialmente del combate singular del individuo contra su propia ignorancia que le mantiene atrapado en del Samsara incapaz de dejar de nacer, sufrir y morir, una y otra vez.
Vamos a tratar de los diferentes tipos de conocimiento que se emplean en esta guerra contra la ignorancia. Y como veremos, no tienen que ver con plantarse delante de un libro y ponerse a estudiar.
Estos tipos de conocimientos son Sāti, Vipassana, Vijjā, Abhiññās y Ñāṇa. Y, precisamente, ninguno de estos se puede traducir como «conocimiento».
Sati sería lo único asemejable a estudiar. Sati es el equivalente de la voz sánscrita smṛti que significa “aquello que hay que recordar”, en referencia a un conjunto específico de textos diseñados para guiar a una persona a través de su vida diaria. De esta forma, por ejemplo, el conocido vocablo compuesto «Satipatthana» significa “los principios o fundamentos que hay que recordar” para guiar a la persona. En ese conjunto de instrucciones está lo necesario para acceder al resto de conocimientos puesto que contiene las instrucciones para hacer las jhānas que son la puerta de entrada.
Vipassanā significa “intuición”. El conocimiento intuitivo consiste en encontrar la solución a un problema perfectamente planteado directamente, en base a casar patrones de soluciones similares en el espacio a gran velocidad. Esto es parte del pensamiento espacial, por lo que se requiere que las áreas del pensamiento secuencial estén deprimidas. Por ello, para la intuición se requiere la “tranquilidad” o samatha. La intuición se entrena con la abstracción, especialmente con el álgebra.
Vijjā se traduce como “gnosis”, es decir, conocimiento absoluto e intuitivo, especialmente de la divinidad. Este conocimiento es que se logra mediante las jhānas y Ayatanas al sumergir al practicante en las diferentes esferas de los dioses o devas y compartir con ellos. Esta es la práctica más habitual y es la más frecuente en los textos. La comunicación es directa, sin necesidad de, por ejemplo, modular sonidos para transmitir conceptos, como entre las personas. Se transfieren conceptos e imágenes tal cual y de forma instantánea. No solo por esta vía se tiene comunicación con los devas, sino que por esta vía es por donde se presenta el Māra. Un ignorante se define como aquel individuo que no tiene Vijjā.
Las Abhiññās son el conjunto de habilidades superiores mediante las cuales se puede ver y comprender directamente el Samsara. Se desatan en la esfera de la cuarta jhana, la más profunda, en aquellos individuos que las hubieran desarrollado en alguna vida anterior. Son seis, la primera es la capacidad de desarrollar el «cuerpo hecho con la mente», es decir, el cuerpo astral. Mientras que es una capacidad bastante habitual entre la gente, el Buddha la reprueba por ser una práctica distractora inútil.
La segunda Abhiññā es el oído divino, o clariaudiencia. La tercera es la capacidad de escudriñar la mente de los demás. La cuarta es el recuerdo de vidas anteriores. La quinta es el ojo divino, que es la capacidad de ver en toda su globalidad el Samsara, con los seres muriendo y renaciendo en dependencia del conjunto de sus condiciones, o sea, su kamma: el Samsara es justo eso, el kamma en movimiento con los seres atrapados en él, sin libertad y encadenados por la ignorancia. Y la sexta, es la capacidad de reconocer la propia iluminación y la de los demás.
Por último, la culminación de estos procesos es Ñāṇa, que es sinónimo de “episteme”, que en sus tres acepciones significa:
f. Conocimiento exacto.
f. Conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo.
f. Fil. Saber construido metodológica y racionalmente, en oposición a opiniones que carecen de fundamento.
Es la episteme (ñāṇa) lo que logra la liberación final. Para lograr el dominio total de la episteme se emplea la intuición (vipassanā), para dar una estructura ordenada a la enorme cantidad de conocimiento surgido tanto de las abhiññās, con la gnosis (vijjā).
Por ejemplo, el Buddha alcanzó la episteme en su iluminación mediante las cuatro jhānas que abrieron las abhiññās. Uso las de recordar vidas pasadas, del ojo divino y de conocer su propia liberación para lograrlo.
Teniendo esto en cuenta, es fácil entender que, antes de la práctica mística, son los ingenieros y matemáticos los que, por formación, están más cerca del ñāṇa y que leer, estudiar, oír charlas y todo este tipo de cosas corrientes, más allá de las pocas instrucciones que hay que recordar (Sati) son completamente inútiles.
Como se quería demostrar.
Comentarios