¿Dónde van los programas cuando se apaga el ordenador? ¿Dónde va la vida cuando pasa por ella la muerte? ¿Dónde va la existencia cuando deja de existir? El entorno en el que nos movemos, el entorno de la información, porque queramos o no, somos conciencia y, más allá de la conciencia ¿qué podríamos decir que hay? Todo lo que pudieramos proyectar, plantear, asumir… cae redondo sobre la vorágine conceptual. Conceptos compartidos por conciencias dormidas. Las más extrañas preguntas tienen una contestación visual. Entra y mira. Entra y ve. Es muchísimo más fácil de lo que imaginas o qué crees? Millones de ciegos apostando por carreras de fotones que no saben qué son, que ni siquiera comparten tiempo porque no lo tienen. Los objetos que nos rodean están construídos con los mismos ladrillos que son pintados por tizas blancas en pizarras verdes: funciones. El Samsara es un océano en permanente movimiento donde cada gota, cada movimiento, cada ola, cada ameba, cada delfín está urdido de funciones de onda… Ondas que no son más que funciones. Aquí no hay más que información, está la información, es un universo (o más) de información, la pizarra del profesor de física. Aquí nada se pierde, aquí nada se desperdicia. La información se nutre de sí misma, se deglute, se absorbe y se vomita en funciones que describen la sintropía de la que surge el orden. Y en el orden, arriba, muy arriba, la conciencia. Sistemas dinámicos de reflujo constante, de ir y volver, olas sobre la arena que a veces cubre, a veces se retira… ¿Qué hay de la ola? ¿Qué hay del agua? ¿Qué hay de la conciencia? ¿Qué hay de la información? Todo en permanente cambio, todo condicionandose entre sí… La gota se convierte en ola, la ola se regenera en gota. Todo está y todo se devuelve al mismo océano, aquí nada se pierde. Son las caras de una función, llegar a información, llegar a programa. La conciencia como todo programa traga y traga información y escupe y escupe información. Todo un pez en su océano. Este es el océano de la condición: desde lo minúsculo, la función, a todo su conjunto, toda la información. Y no le busques los cabos a este nudo de Gordias, están fundidos entre sí. La función, funcionándose. La función, funcionada. La información, informándose. La información, informada. La función, informándose. La función, informada. La información, funcionándose. La información, funcionada. ¿Qué es la vida?: Función. ¿Qué es la existencia?: Información. ¿Quién te crees que eres si piensas que puedes pararlo? Si no eres. Eres en el disco duro, estático, del almacenamiento secundario, donde tiramos los conceptos para que los usen los programas novatos que no saben de recursividad ni de condicionalidad. Programa novato. Y ¿Dónde van los programas cuando se apaga el ordenador? ¿Dónde va la vida, cuando la muerte la apaga? Se ha ido gastando…mientras se vivia, mientras se ejecutaba. Influyendo a otras vidas, siendo influida por otras vidas, condicionando su existencia, programandola, creando nuevos códigos, construyendo un futuro en el que no vivirá en base a la información en la que vive. Recreando, instante a instante, su existencia. ¿Adonde va la existencia, cuando la iluminación la extingue? Al no tener nada que decir. Al no tener nada que contar. Al no tener nada que procesar. Al no tener espacio para informar. Cerrada, hermética, sin hueco donde moverse: A la sabiduría completa, al fin de la Ignorancia. A Nibbāna. ¿y tú, minúscula ola? ¿De quien dependes? Otras olas mayores que pasen por encima de ti te convertirán en su armónico, pero, lo que tu mueves, lo mueves tu. Eres tú la hacedora de tu propia evolución.
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