Deconstruyendo el YO. Parece que lograr que un programa tome conciencia de sí mismo es muy complicado. En efecto lo es. Mucho. Pero podemos hacer una simulación de “tomar conciencia de sí mismo” de forma que el programa se crea cualquier cosa que no es, que crea que controle las cosas que no controla, que crea que tiene voluntad, que tampoco la tiene, y que piense que es igual a lo que percibe “ahí fuera”. Es muchísimo más fácil programar una rutina bastante idiota que se crea que es cualquier cosa. Hacer que tome conciencia de sí mismo eso ya no está al alcance del programador. Lo primero es estudiar un sistema multihilo. En él procesos en paralelo se ejecutan automáticamente, aparecen, se ejecutan, desparecen. Como en miles de carriles en una enorme autopista, surgen del asfalto, recorren una distancia mayor o menor y se sumergen de nuevo el asfalto. Entre medias, mientras se ejecutan, envían mensajes a otros procesos, que hacen que varíen su ejecución, o son banderas, o disparadores de otros, que, hace que arranquen. O incluso inhiban a otros. Están constituídos en tres capas: la inferior es la capa de las creencias. En esa capa tenemos escritas a fuego librerías de rutinas que acceden a esa posición después de ejecutarse miles de veces de la misma manera. Es el sistema automático del sistema. Da respuesta rápida a casi todas las necesidades de las rutinas de los dos niveles superiores. Vamos una vulgar librería del sistema. La segunda capa, son procesos intermedios, que no generan ninguna clase de salida hacia afuera. Se encargan del trabajo duro. Son los que rellenan de colores las imágenes. Los que crean las formas. Los que generan sonido. Es la capa subyacente, al que llamaremos subconsciente, por llamarle algo. Como veremos esta capa es la que se encarga de la volición. Aunque el sistema no lo sospeche: si no lo hacemos así la máquina quiebra enseguida. Las decisiones deben tomarse en base a las librerías de creencias, que vienen a ser la experiencia, que es una buena base para la supervivencia. La tercera capa, es el consciente. Son sindicatos de subprocesos. Como suena, sindicatos. Ninguno es mejor o peor, sólo gritan más o menos. El subproceso que más grite es el que manda en cada sindicato. Las prioridades las tiene cada sindicato, y cada uno se encarga de cosas más o menos homogéneas, aunque alguno de ellos sirve para casi todo. Hay procesos como el Asistente, que lleva las funciones de reloj, agenda y emergencia. Es el que coordina temporalmente a lo demás. Está el Analista, que recoge datos y apunta, si es interesante almacena. Analista es el que hace que una respuesta sea váilda. Está Sexo, que es que relaciona todo lo que tiene que ver con la replicación del sistema. Puede ser inhibido, pero la finalidad última de nuestra máquina es que se replique. Consume muchos recursos por eso, de vez en cuando conviene arrestarle. Alguacil es el encargado de encarcelar sindicatos. Si por consenso de los demás sindicatos se decide que uno de ellos es un peligro para el sistema se le encarcela. Y aunque sigue funcionando, no puede alterar a nadie. Sus mensajes se inhiben. Presidente, no manda nada, es como un presidente de un parlamento, cuando se grita demasiado, poner orden, y es el constata una mayoría para tomar una decisión. Hay procesos para cada una puerta de los sentidos. Y así, seguimos programando nuestro ecosistema. En fin, hasta aquí, hay prioridades dentro del sindicato, luego entre sindicatos se impone el que más grite, porque cada uno defiende su interés. Y el presidente poner orden y lleva la votación. Hasta aquí es un conjunto de programas que para nada tiene conciencia de nada. Ahora vamos a introducir un proceso idiota, es como un comentarista de todo al que le han dado un micrófono que no va a ninguna parte y se le ha dicho que es muy importante. Le vamos la llamar Voz. Voz es un proceso de salida, o sea, solo se entera de las cosas cuando ya han pasado, no podemos dejar el sistema en manos de un proceso único, obviamente. Voz actúa varios milisegundos después de que las cosas pasen. Pero nadie se lo ha dicho. Cuando da órdenes, se le “ha obedecido” antes de que lo formule. O sea, es un autómata que solo registra lo que ha pasado, salvo que hacemos una trampa temporal solo para él y le hacemos creer que su reloj está en hora cuando va debidamente atrasado. No es difícil. Y le llamamos “voz” porque maneja un lenguaje memético, capaz de comunicarse. Si tenemos varias máquinas, voz será la encargada de trasladar los mensajes entre las máquinas, a través de un protocolo de comunicación común basado en memes. Y, por supuesto, voz tiene acceso a la librería de aprendizaje de máquinas. O sea, con el tiempo, va aprendiendo. Lo gracioso es que mientras voz se cree que controla la máquina, se dedica a “decidir” cosas decididas y a “hablar” con otras másquinas. Se habla con otras máquinas cuando el sistema en su conjunto requiere de otra máquina para que le ayude en alguna tarea externa compleja. Voz aprende que cuando envía un mensaje de ayuda, las otras máquinas se ponen en marcha y ayudan. Esto está programado así, porque la colaboración y el altruismo es necesario para la supervivencia y la replicación. Y aquí sucede el milagro. Un día el sistema insiste a Voz de que mande un mensaje externo de ayuda. Y ese día no hay nadie. Está sola. Voz envía el mensaje, y lo escucha. Al escucharlo, siendo inconsciente de que ha sido ella misma la que lo ha emitido, pasa el mensaje al sistema y hace la tarea. Increiblemente satisfecha, Voz se da cuenta de su enorme poder. Es capaz por sí misma de poner todo el sistema en marcha. De ahí a identificarse va un paso, aunque realmente Voz no se identifica con el sistema, es “superior” al sistema, como un decadente rey absoluto marioneta de sus validos. Por su cuenta rebusca en las librerías de creencias y le gusta muchísimo ser un “alma” eso que da “vida” a un sistema inerte que sin ella no sería más que materia. Y de ahí se amplía hacia el infinito. “Si yo soy, y controlo este pobre sistema, debe de haber otros superiores a mí misma que sean a mi imagen y semejanza, que se llamarán dioses”. Como deben ser a mi imagen y semejanza y controlan el entorno tal como yo controlo mi sistema, si les convenzo, les gano para mí, todo me irá bien. Así que, a su imagen y semejanza crea figuras de barro, y las idolatra. Ese es el “yo”. El “ego” nace a partir del “yo” asociando todos los objetos que puedan ser usados con las partículas del lenguaje equivalentes “yo”, “me”, “mío”. Igual que el “yo” cree controlar el sistema, el ego controla las posesiones. El ego es otra fabulación de voz, un puro objeto mental, de dominio, posesión, Y Voz se deleita con hacerlo gordo, inmensamente gordo. Como se dice en México, puras pendejadas. Ahora que has llegado aquí, y te identificas con todo esto, es que no eres eso que te crees que eres. No eres, estás, y no está lo que quieres que esté ni controlas el sistema. ¿Por qué lo sé? ¿Cuántas veces te has jurado que no vas a volver a fumar (beber, doparte, enamorarte, volver a hablar con un amigo tóxico), e irremisiblemente has vuelto?. ¿Cuántas veces has decidido simplemente NO PENSAR y no hay narices que los sindicatos se callen, ni 30 segundos?. Si no dominas la mente, de qué vas, “alma de Dios”? Ni alma, ni Dios, ni nada que se parezca: eres el puto programa que estoy diseñando. Y no soy Dios. Ni soy. Solo estoy. Otro programa como tú. Eso sí, a tu imagen y semejanza, ¿o es al revés? PD: Hay un experimento muy divertido que consistió en poner a un sujeto frente a una pantalla donde se proyectan diapositivas una detrás de otra. Teniendo un electrodo conectado a la zona motriz del cerebro, y un botón donde debía presionar, se le dijo que lo hiciera cuando le gustara una determinada diapositiva. El sujeto juraba que el sistema adivinaba sus pensamientos. La realidad es que el interruptor era el de la zona motriz y el botón estaba desconectado. Primero ejecuta la orden, después “Voz decide hacerlo”.
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