Los clientes son el cuerpo social que da fuerza al señor o patrón. Al ser una relación de codependencia sus intereses son comunes. En un estadio en el que no existía suficiente cohesión social como para unificar a todo el cuerpo clientelar la cohesión de los reinos se basaba en la lealtad mayor o menor de los diferentes señores a uno en particular, el señor de señores, rey o primus inter pares.
La forma de designación del rey en la alta edad media era puramente electoral entre los miembros de la alta nobleza que mantenían su jurisdicción sobre sus clientes o vasallos y sobre los siervos y esclavos.
Diferentes intereses nobiliarios definían la elección del nuevo rey. Esto siguió sucediendo hasta el siglo XV cuando tras la muerte o asesinato de un rey, banderías de nobles se agrupaban para apoyar a uno u otro heredero “legítimo”.
La dinámica entre la “legitimidad” y el poder real fue la que marcó toda la Edad Media.
Los reyes siempre trataron de que sus hijos heredaran el trono, a pesar de que el poder residía en el conjunto de los nobles. La relación clientelar era con el señor, no con el rey que no dejaba de ser otro señor más. El señor proveía y el vasallo le apoyaba, en la guerra y en los impuestos. Ya vimos que clientes son la tropa frente a su general o patrón.
La ventaja competitiva de ser rey frente a cualquiera de los otros nobles, llevó a la posibilidad de fundar dinastías hereditarias. Al principio, como en el caso del reino franco o en el japonés, los reyes merovingios o emperadores nipones eran meras figuras simbólicas sin poder efectivo que estaba en manos del Mayordomo (major domus o señor principal) o del shogun. De esta forma se podían conjugar ambos intereses sin provocar demasiadas pérdidas.
Otra forma de evitar conflictos, en este caso se trata de guerras civiles de sucesión al trono, es mediante el arbitraje. En esto entra la Iglesia que no solo era el mayor propietario en tierras y fuerzas en los reinos, sino que además obedecían al Papa de Roma. La forma de arbitraje se venía resumiendo en la compra del favor papal al mejor postor. La legitimidad se daba por ser designación divina, por lo que sobre el rey solo estaba el Papa. Este papel de último árbitro le daba un poder estratégico general en toda Europa salvo en momentos en los que los reyes también ponían a sus propios papas para legitimarles, habiendo ocasiones en las que convivieron hasta tres antipapas simultáneamente.
No olvidemos que, aunque los reyes se legitimaban con la mentira de Dios, los Papas seguían siendo electivos por parte de los súbditos, o clientes, de los nobles o reyes de la época.
La forma mediante la cual un cliente, o vasallo, exigía a la plebe el pago de tributos o la recluta forzosa para la guerra era que su amo o señor estaba designado por Dios, ante lo cual solo quedaba la muerte y la “condena eterna”.
De esta estúpida, pero eficaz, forma de legitimación, dinastías enteras de reyes y nobles estuvieron viviendo a costa de un pueblo analfabeto cuyo único conocimiento del mundo más allá de su horizonte era lo que el sacerdote o el monje les contaban.
Mentira e ignorancia de nuevo, en la base de la estructura económica.
Hubo un caso curioso, y poco conocido, que fue el triunfo de la herejía unitaria (o arriana) en la Hispania visigoda lo que llevó a que Roma perdiera toda influencia en la península y a cortar relaciones con el resto de los reinos cristianos. Tal humillación fue resuelta reescribiendo 250 años de historia, a partir de la mentira según la cual el moro Muza envió a su lugarteniente Taric a la conquista del reino visigodo. Según esta patraña 30.000 hombres barrieron en dos o tres años una superficie de más de 600.000 kms2, imponiendo la religión islámica a todo el pueblo que fueron forzados a convertirse.
Eso es lo que se estudia aun hoy. Esta mentira da paso nada menos que a la noción de España y de la “reconquista”, que según la historiografía duró casi 800 años. O sea, entran 30.000 tipos en dos años y para sacarlos hacen falta nada menos que casi 8 millones y 781 años. Pero esto no hay por donde agarrarlo… Si fuera cierto, los 30.000 “moros” hubieran tocado a 20 kms2 cada uno, y ahí les tendría que dar para derrotar a todo el mundo y convertir a la gente al islam.
Imagina. Si puedes…
La realidad es mucho más simple. Los visigodos, unos 300.000 entran en la península y establecen una monarquía electiva. Eran unitarios (arrianos), esto significa que solo creían en la existencia de un solo Dios, frente a los trinitarios (católicos) que creen en 3 dioses. Al principio la convivencia entre unitarios y trinitarios no era especialmente problemática hasta que el rey Recaredo en el 589 en el Concilio de Toledo, traiciona a su pueblo y se convierte al catolicismo, e inicia una represión religiosa sangrienta contra los unitarios que duró hasta la elección del rey Wamba que impidió tal persecución. A su muerte deja de heredero a su hijo menor de edad, lo que aprovecha Roderic para dar un golpe de estado trinitario y reiniciar con más violencia la limpieza religiosa. Ante tales acontecimientos, los unitarios peninsulares llaman a sus hermanos visigodos de norte de África que, encabezados por Taric cruzan el estrecho de Gibraltar (جبل طارق (Ẏabal Tāriq, ‘Monte de Táriq’) y derrotan al usurpador Roderic (Don Rodrigo) en la batalla del río Guadalete.
En el 711 aún los árabes no habían llegado ni siquiera al Magreb occidental.
Posteriormente y a lo largo de casi tres siglos, la desconexión con la Europa trinitaria y la afinidad con el islam (realmente no hay diferencias significativas entre el arrianismo y el Corán pues ambos creen en un solo Dios, en que Jesús fue un profeta y solo se añade la novedosa existencia de Muhammad) llevaron a la islamización de la zona unitaria.
Por eso, los siglos previos al año 1000 son muy oscuros. En Europa la legitimación de Otón II, rey de Alemania e Italia (este tipo fue nombrado corregente con su padre Otón I en 961 y se convirtió en coemperador en 967, pero al morir su padre en 973, continuó como emperador y rey sin nueva elección ni coronación) con la connivencia del Papa de turno, también provocaron la reescritura de la Historia.
Estos son dos casos puntuales de los que sucedió en Europa durante casi tres siglos donde todo volvió a ser “perfecto” gracias al trabajo de los eruditos del siglo XVI y XVII que parchearon la Historia para que cuadrara con el statu quo de la época.
Una Historia de mentira, prostituida, con el único fin de legitimar a unos individuos que eran aquellos que clientes y parásitos tenían instalados en unos fríos palacios de una no menos fría Alta Edad Media.
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