Vivir liberado del sufrimiento aparece como una meta muy deseable pero que se desvaloriza casi de inmediato cuando se alcanza. Ahí anda el juego, tener esa meta, pero conservarla para siempre intacta, lo que se consigue haciendo cualquier cosa menos lo que debes hacer para eliminar el sufrimiento. Harto nos tienen de decir que todos los ríos van al mar. Sin embargo, el fin del sufrimiento no es el mar, y los ríos que dicen que van hacia allá se evaporan bien pronto. Si la meta última, lo más alto, fuera el fin del sufrimiento no hablaríamos de “despiertos” o “iluminados” o “buddhas”, hablaríamos de analgesiados. Llegar al final del sufrimiento sin más, resulta frustrante. Lo más alto es, sin ningún género de dudas, la Sabiduría. Mientras que el fin del sufrimiento es eso, un final, un se acabó, y de ahí ya no hay más, la Sabiduría es infinita, inacabable, inabordable y lo mejor es que sirve para todo. La Sabiduría sirve para trascender el lenguaje, por los que el límite de nuestro mundo se amplía hasta el infinito. Es lo que Wittgenstein anduvo buscando, apostó por su existencia, pero que no logró. Sabiduría es lo que tenía el Buddha y usaba para todo. Los miles de suttas describiendo la realidad dan un pálido reflejo de lo que nos regala. La Sabiduría es, aquí y ahora, lo máximo, el maximus bonum para un Buddha. Es poderosa. No llego a imaginar qué puede ser más poderoso. Lo abarca todo, lo permea todo. Y lo que decía, su campo de actuación es total. La Sabiduría son gotas destiladas del mismo Dhamma Incondicionado, un néctar que ni siquiera está reservado a los devas. Gotas mediante las cuales entiendes la realidad, entiendes los sutiles juegos de información que entretejen el manto del Samsara, mientras que su sabor, el sabor de la Libertad te tiene poseído, atraído, atrapado, orbitando sobre lo Incondicionado. La Sabiduría es lo más. En el Dhammapada, el camino del Dhamma (no lo confundas con el libro de refritos) aparece, al principio, muy al principio. La Sabiduría es muy celosa y no le gusta compartir con conocimientos humanos. Mientras tengas atesoradas palabras, libros o conocimientos convencionales, la Sabiduría no aparece. Para llamarla es absolutamente fundamental dejarla espacio, y eso se consigue tomando el refugio en uno mismo, no admitiendo, renegando, rechazando cualquier meme que nos tenga infectado. Formateando la mente. Dejándola vacía. Por eso aquella entrada de “El mejor libro buddhista es aquel que arda mejor”. Y hace su entrada subrepticia haciéndote entender los suttas canónicos, con una comprensión que jamás tuviste durante años y años de estudio. Años de estudio de errores, tergiversaciones y pésimas traducciones. A pesar de ello, la Sabiduría te revela el contenido real de cada sutta. Y de cada palabra. En mi caso entró, después de haber formateado todo el contenido tóxico theravadin que había acumulado durante nueve años, llevándome a esta frase del Mahasatipatthana Sutta: “y pone su atención enfrente”. Enfrente es … ¡el aire! Y ahí comenzó la ruta de la práctica. Más adelante, cuando quise organizar el método me llevó a los gráficos y al mejor método que existe para lograr las jhānas de verdad, disponible para cualquiera que no haya podrido su mente con rutinas de dispersión del estilo “vipassana”. Y ahí nació una linda historia de amistad que ha sido reflejada en este blog, mediante una dinámica agotadora de meditación cortita, y todo un día para documentar y aterrizar a conceptos lo revelado. Así, sobre unas cuatrocientas veces. Y ahí tienes el resultado, solo consúltalo cronológicamente. Va de menos a más, como cuando te vas aproximando al objetivo, se aclara cada vez más y más hasta hacerse preciso. No se repite y los contenidos son originales y, además, con guiños a suttas que hablan de lo mismo. Y no es porque sea un experto en suttas, es porque sé que pueden decir y qué no, y por qué. Para poder conceptualizar todo esto he usado la intuición porque el razonamiento lógico no llega. Y requiere samatha, tranquilidad, que puedo tener aquí. Un trabajo agotador, que no me sirve, pero le puede servir a quien lo llegue a leer. Y hace justo un año, tocó traducir el sutta de los cuarenta en el que claramente queda expuesto el noble óctuple camino, qué es y cómo se usa. Y así, practicándolo durante el verano me encuentro en el nuevo curso con el sufrimiento desaparecido. Y así durante todo este periodo que ahora acaba. Un trabajo fuerte, en el que he tenido que estar a la altura. Pero un trabajo excelentemente bien pagado. Porque la sabiduría no es solo trabajo, tratar sobre lo trascendente. No. Como decía, sirve para todo. Facilita algoritmos que usados en trading hace multiplicar el capital con el mínimo esfuerzo. Eso sí, no te salgas de él o terminas perdiendo. También sirve para entender la política y las relaciones entre los humanos (te remito a la serie “El ridículo de ser humano”), de forma que viendo como realmente proceden los humanos (yoquis serotoninómanos) deja fácil como manejarlos. Pero hay cosas increíbles, como revelar una propiedad de la música que, bien empleada, te facilita tocar cualquier canción sin siquiera conocerla. O ver espacialmente todos los sabores, texturas y aromas de la comida. No hay mejor chef, porque siempre cocina rico. O dejare llevar por ocurrencias graciosísimas que te regalan una buena ristra de carcajadas que dejan endorfinas relajantes. O ver negocios espectaculares cada vez que miras para un lado. O ser capaz de dar consejos certeros a amigos que lo piden, si es que lo piden… O… En una vida arada por la ausencia de sufrimiento, la Sabiduría es la selva rica en especies, colores, olores, sabores… Y no tiene fin. Pensé que era hora de ir cerrando. Pero no. Esto es infinito y ¿sabes qué? Me encanta.
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